José-Vidal Rodriguez
A todos aquellos amantes de la saga “M.I.”, la contratación de un cineasta como Christopher McQuarrie no puede sino ser considerada como una grata noticia. Si el director ya nos sorprendió con un pequeño pero reivindicable thriller como ”Jack Reacher”, su talento en el género acaba por confirmarse en esta su entrada por la puerta grande de la taquilla hollywoodiense. Con el entretenimiento por bandera, ”Rogue Nation” recupera el pulso narrativo y visual que el equipo de J.J. Abrahams ya había revitalizado anteriormente, con el aliciente de ahondar ahora en una historia de teorías conspirativas que no sólo justifica el derroche de adrenalina habitual en la saga, sino que coloca a los personajes en una situación de persecución continua y sorpresa ante los giros de tuerca de la trama. Con permiso de De Palma y Abrahams, el director de New Jersey logra así que la quinta entrega mantenga la mecha de “Misión Imposible” más encendida que nunca.
Una de las primeras condiciones que impuso el cineasta McQuarrie para entrar en el proyecto, era la de poder rodearse de la mayor parte de su equipo habitual, entre el cual encontramos a Joe Kraemer, compositor al que hasta hace poco sólo veíamos trabajando para televisión o encargos fílmicos de muy discreta enjundia. Precisamente de la mano de McQuarrie el músico comienza a darse a conocer gracias a dos partituras que lograron cierta repercusión entre la crítica especializada, como fueron ”Way of the Gun” (ópera prima del director) y ”Jack Reacher”, un interesante score que terminó por confirmar el nivel de entendimiento entre músico y realizador. Así las cosas, pese a que ”M.I.: Rogue Nation” es sin duda el producto más ambicioso abordado hasta la fecha por la pareja, resulta fundamental destacar en primer lugar la coherencia y continuismo que ambos demuestran en sus propuestas. En el caso de Kraemer encontramos a un autor que, como en las anteriores obras junto a McQuarrie, no sólo antepone el lucimiento personal en pos de la historia, sino que además lo hace apelando a un manual de estilo poco común en estos tiempos que corren. Su gusto por el color netamente orquestal, su talento en las progresiones rítmicas o su meticulosa construcción de la música más soterrada entre los diálogos, son rasgos que continúan afianzándose en este ”M.I.” y le confieren al autor vestigios de una impronta propia que comienza a ser reconocible.
Ahora bien, en este caso si un error comete Kraemer es pecar de excesivamente humilde. El score de ”M.I. 5” es más que correcto, tremendamente efectivo en el montaje del filme y disfrutable en su audición aislada, pero por contra queda lejos de la brillantez. Cuando hablamos de “humildad” en Kraemer”, nos referimos a esa extrema sumisión hacia el trabajo original de Lalo Schifrin. Lejos de referenciar e integrar la temática más conocida del genial trabajo del argentino, Kraemer cimenta su obra directamente sobre dos pilares ajenos que acaban por fagocitar de alguna manera su discurso propio. De esta forma, tanto la inolvidable sintonía original como el no menos soberbio tema “The Plot” constituyen dos ideas de referencia lógica (al igual que hicieran Elfman y Giacchino en anteriores entregas de la saga), pero que en el caso de Kraemer llegan a rozar por momentos el exceso, hasta el punto que en el 90% de los bloques el músico neoyorquino introduce -de una u otra forma- los acordes originales de Schifrin. Por si fuera poco, no ayuda mucho a mitigar esta sensación la aparición en los cortes finales del “Nessun Dorma” de Puccini, una inclusión prescindible por mucho que se utilice como referencia directa a cierto instante de la trama.
Sentado lo anterior y convencidos de que Kraemer se somete en exceso a ideas ajenas, hay que reconocer que el compositor saca gran partido de aquellos dos imborrables temas de la serie original no sólo a través de notables armonizaciones de los mismos sino también con unas certeras progresiones que ayudan (y mucho) a la recreación de la tensión en pantalla. El autor, tal y como anticipara en su anterior ”Jack Reacher”, se aferra en la construcción de pequeñas y pulsantes células rítmicas en ostinato (normalmente en un diálogo cuerdas-percusión realmente efectivo) que consiguen sin paliativos potenciar la sensación de dinamismo y urgencia en las andanzas del protagonista, dando lugar a los momentos más interesantes del score sobre todo desde el punto de vista de su comunión visual (“The A400”, “Escape To Danger”, “A Foggy Night in London”, “Moroccan Pursuit”).
Pero si los ostinatos dominan la parte formal de la partitura y la dotan de un acabado muy interesante, es en lo concerniente a la temática de la misma donde encontramos los mayores claroscuros, por la sencilla razón de que el núcleo temático compuesto ex profeso no es lo suficientemente vistoso como para aliviar la mencionada ofuscación del autor por la música de Schifrin. Aunque las comparaciones sean odiosas, lo cierto es que Kraemer no alcanza a sacudir al oyente del mismo modo que algunos de los memorables bloques musicales que ya atesora la franquicia (especialmente de la mano de Giacchino, con momentos tan sobresalientes como el “Hunting for Jules” de "M.I. 3" o el “World´s Worst Parking Valet” de la cuarta entrega). El tema dedicado a los enemigos del IMF (“Salomon Lane”), se asienta sobre una sinuosa melodía de suspense que incide en la psique de un villano al más puro estilo “Joker”. Sin embargo, las virtudes de esta idea flaquean en su intención narrativa, lo mismo que sucede con el tenue motivo de amor cuya aparición no puede sino considerarse meramente anecdótica, a la vista de su simplista acabado (solapado normalmente por el “Nessum Dorma”) así como su escasa repercusión en el conjunto.
Con sus pros y sus contras, este ”M.I.: Rogue Nation” supone una brisa de aire fresco en la franquicia, tanto en lo cinematográfico como en lo musical. Las dudas que pudieran surgir a priori en la participación de Kraemer quedan disipadas al convertirse por méritos propios en un valor seguro dentro de un género tan proclive en la actualidad a clichés y propuestas insustanciales. Lástima que el compositor no haya delimitado de forma más precisa esa fina línea creativa que separa la mera referencia al material ajeno del excesivo uso del mismo. Sin duda, de haber superado este escollo la partitura tendría visos de erigirse en uno de los mejores ejercicios musicales del cine de acción de los últimos años.
10-septiembre-2015
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