Antonio Pardo Larrosa
Todo está en los libros, todo… De esta original y musical manera comenzaba uno de los programas de televisión –la pública- más interesantes de las últimas décadas, “Negro sobre blanco”. Dirigido y presentado por el escritor Fernando Sánchez Dragó, ”Negro sobre blanco” es junto a “la Clave” de José Luís Balbín el ejemplo fehaciente de que en este país de zánganos la cultura tienen razón de ser. Pues bien, tomando como cierto este epígrafe –grandes Aute y Munárriz- y rebuscando en el baúl de la memoria encuentro que en uno de estos libros, de cuyo nombre no me acuerdo, el dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe escribió que “esto o aquello es lo mismo pero de otra manera”… Sabias palabras las de Goethe que sirven para definir la música de Le dernier loup, la última producción del cineasta francés Jean-Jacques Annaud. Quién mejor que él para detallar los aspectos formales más representativos de la obra de James Horner, quien una vez más vuelve a demostrar que no deja indiferente a nadie. Acusado durante años de plagiar a los clásicos como Rachmaninov, Prokofiev o Tchaikovsky… ¡Qué diablos!, como dijo el sabio, “Quién esté libre de pecado que tire la última piedra”, y de repetir -aunque algunos hablan de auto-plagio yo prefiero hablar de identidad original basada en la asociación de ideas- esquemas musicales hasta límites insospechados, huelga decir que la extensa y en ocasiones vilipendiada obra de Horner es como poco interesante. Amado y odiado a partes iguales sus composiciones están a la altura que su genio se merece aunque en ocasiones algunos –mentecatos orejas de trapo- se queden solo a las puertas tomando como única referencia su famoso Parabara, tomado prestado de Rachmaninoff -¡y qué!- y que tiene un extenso club de fans en Facebook, ¡manda huevos¡
La historia de ”Le dernier loup” narra las aventuras de un joven estudiante de Beijing, Chen Zhen, que es enviado a vivir entre los pastores nómadas de las vastos terrenos de Mongolia interior, una tierra profunda y hostil donde conviven hasta cierto punto el lobo y el hombre. Annaud filma un documental preciosista con grandes dosis de moralina destinado a sensibilizar la conciencia del espectador más preocupado de los goles de Ronaldo que del exterminio del lupus en la Mongolia comunista de los lagos helados. Como va siendo habitual el director ha contado con la colaboración de James Horner para narrar esta historia basada en la novela del escritor Jiang Rong. La música escrita por el californiano vuelve a ser, como escribió Goethe, “lo mismo, pero de otra manera”, es decir, en ”Le dernier loup” encontramos una repetición de fórmulas que el músico utiliza realizando pequeñas variaciones de su gran tema central, “Leaving for the country”, un espectacular y descriptivo leitmotiv que traza la relación que hay entre el lobo, el hombre y la tierra que los une. Utilizando los vientos para describir la fuerza del lobo, Horner teje a través de la cuerda la melodía que después utilizara para describir la magia que baña las grandes extensiones de Mongolia, un lugar donde los sentimientos van unidos a los dioses del cielo y de la tierra. Quizás sea este el leitmotiv más original de la obra, tomando por original la frase que reza, Horner es Horner.
A partir de aquí las variaciones se suceden una tras otra (“Chen saves the last Wolf pup”) mostrando la gran capacidad que Horner tiene para emocionar, lugar donde el músico se mueve como pez en el agua. Para el lobezno (“Little Wolf”) Horner teje una delicada y pueril variación del leitmotiv principal apoyada en el clarinete que acompaña los frágiles pasos del pequeño cuadrúpedo, una delicada coda que el músico ha desarrollado en numerosas ocasiones (“Braveheart”, “The missing”, “The bicentennial man”) obteniendo resultados muy dispares. Es en la parte final de la película donde Horner demuestra que es un gran músico realizando la última gran variación del tema principal, una elegía para cuerdas (“Return to the Wild”) que da sentido al dialogo final de los dos protagonistas, el hombre y la bestia, una conversación sin palabras que el músico resuelve con oficio a través de la emoción dejando que la música hurgue allí donde mueren las palabras. La partitura se completa con contundentes temas de acción (“Hunting the wolves”), marca de la casa que dan sentido a las partes más violentas de la película. Puede que la música utilizada para la agónica escena de la caza sea una de las más inteligentes de toda la partitura, pues muestra con acierto la lucha feroz que hay entre el hombre y la bestia. Estamos ante un ritmico tema donde las percusiones y las cuerdas, imagen de la barbarie, se enfrentan sin solución de continuidad a los vientos, que Horner utiliza para describir la fuerza del lobo estableciendo un diálogo musical que demuestra que no todo está perdido. A tenor de lo expuesto y considerando los pros y los contras de esta partitura tomo prestadas las palabras de mi buen amigo Ginés Belzunces para afirmar que en la música de ”Le dernier loup” Horner parece ”estar siempre de parte del lobo…”
”Le dernier loup” no pasará a la historia de las grandes bandas sonoras, ni de lejos, pero observando lo que está sucediendo con la música cinematográfica de los últimos años se agradece la propuesta sinfónica de Mr. Horner, una fórmula caduca que sin embargo funciona adaptándose a las imágenes de un modo perfecto. Y aunque hace años que no es el músico brillante que deslumbro en la década de los 90, aun así sigue siendo un compositor con mucho oficio que resuelve sus propuestas con solvencia.
29-abril-2015
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