Frederic Torres
No faltará quien tras la escucha de este nuevo trabajo para el género de la ciencia-ficción de Michael Giacchino se muestre poco receptivo y adopte una perspectiva nada proclive y favorable, por excesiva e insistente, del sinfonismo y las masas corales empleadas por el compositor, así como de los evidentes guiños a la obra williamsiana presentes en la partitura, muy a contracorriente del “diseño sonoro” que tanto se lleva últimamente y que tan del gusto es de los actuales productores hollywoodienses. Pero lo cierto es que para esta incursión en la space-opera de los hermanos Wachowski, Giacchino, quien ya compusiera hace unos años una notable partitura para la alucinada adaptación de la serie de animación sesentera ”Speed Racer” que aquellos perpetraron, realiza una auténtica exhibición de músculo empleándose a fondo con los tuttis orquestales y corales para los que requiere, además, una edición discográfica doble con la que dar cabida a tan generosa extensión de su trabajo, escalando así algunos peldaños más en la trayectoria profesional que en su momento transitara John Williams (paralela a la de J.J. Abrams tras los pasos del tándem Spielberg/Lucas), de la que hablábamos a propósito de la no menos espectacular composición para “John Carter”, con la que comparte santo y seña más allá de lo fallido de sus resultados cinematográficos a pesar que ambas tratan de inventar un mundo visual propio y novedoso. Y es que el despliegue propuesto adquiere unas proporciones tan colosales que resulta fácil situarlo en la estela del Howard Shore de las trilogías tolkianas, tanto por su orquestación, en la que predomina el metal (trompas y trombones), la percusión y los coros (voces solistas infantiles incluidas), como por las intenciones de uno y otro a la hora de afrontar proyectos de una envergadura cinematográfica gigantesca desde una perspectiva acorde a unos cánones establecidos principalmente por maestros de la talla de Williams y Goldsmith durante la década de los setenta, y que, a la vista está, con las debidas actualizaciones, pueden seguir plenamente vigentes.
De manera que para ilustrar este extravagante y a la par visualmente atractivo film en el que la protagonista, Jupiter Jones, inicialmente una mujer de la limpieza, se ve envuelta en una guerra civil entre diversos hermanos en su lucha por el dominio y posesión de la Tierra, todos pertenecientes a la familia Abrasax, una de las más poderosas del Universo conocido y dueña de un emporio industrial de dimensiones planetarias, de la que Jones será la elegida para reencarnar a la matriarca fallecida, Giacchino nos presenta en primer lugar, para abrir boca, una sinfonía articulada en cuatro movimientos que en lugar de situarse como remate discográfico a modo de bonus, como viene siendo habitual en la mayor parte de los compactos comerciales, abre con ella el disco a fin de presentar los principales temas acreditados en la partitura. Así, el primer movimiento viene caracterizado por su condición de obertura, con el tema principal explotando en un tutti orquestal y coral, en el que la percusión puntúa tan espectacular inicio a semejanza de la clásica fanfarria de la “20th Century Fox” debida a Alfred Newman, al que sigue un solo de voz infantil acompañado de cuerda (de sugerentes connotaciones exóticas, muy a lo Shore), al que posteriormente se unen los coros y el cuerpo de la orquesta en el desarrollo del tema principal. El Segundo movimiento se constituye en una especie de “Adagio” de sello profundamente giacchiano, en la que el nuevo tema es expuesto con un solo del oboe (acompañado del arpa), desarrollado a continuación con gravedad en las trompas y la cuerda, distintivo de su creador. La misma cuerda y los coros rematan el movimiento antes de dar paso al tercero, estrella indiscutible de la partitura, en el que el nuevo tema expuesto delicadamente con la celesta da paso, tras una fanfarria, a un vibrante fragmento de seis minutos en el que los scherzos (verdaderas estrellas de la acción, como en “John Carter”) y los continuos crescendos combinados del metal y los coros recuerdan enormemente al espectacular “Duel of the Fates” de “Star Wars. Episodio I: La Amenaza Fantasma”. El cuarto movimiento podría considerarse un “Lento” lamento, con los chelos, la percusión y los coros actuando en un registro grave y dramático, epílogo del tema anterior.
A partir de aquí, el compositor se sumerge en la narración introduciendo inmediatamente el tema de la familia protagonista con “The House of Abrasax”, en el que los trombones y los coros (y la indispensable cuerda) inician la función para, tras un breve paréntesis en el que se nos presenta a Jupiter en “I Hate My Life”, con un juego entre los coros y el viento-madera (primero), y el viento-metal (después), de neta raíz williamsiana, se le revela su papel principal en la disputa galáctica en ciernes (“Scrambled Eggs”), antes de dar paso a un poderoso fragmento de nueve minutos de duración iniciado con el metal que presenta y explica la genealogía de los Abrasax, (“The Abrasax Family Tree”) con su tema al frente, que traza un desarrollo lento, oscuro y misterioso, con los chelos y el coro literalmente fundidos en la gravedad de la exposición, con los bajos contrapunteados por la voz solista femenina, pero que no es más que el prólogo a una marcial marcha apoyada en la percusión, el metal y los scherzos, servidos en un crescendo de evidentes concomitancias a los grandes momentos épicos librados por la Tierra Media que acompañara Shore. A partir de aquí, el carrusel en el que los Wachowski montan al espectador no tiene fin y fragmentos como “The Shadow Chase”, un vibrante bloque musical de seis minutos de duración, es uno de los mejores ejemplos, con crescendos que combinan todos los temas centrales con los scherzos, siempre en el subtexto musical de aquellos, apoyados por los coros, la percusión y los rasgados del metal, así como por las recorridos de la escala cromática completa del arpa. “Mutiny on the Bounty Hunter” (los homenajes de Giacchino en el título de sus temas son una constante, un modo explícito de reconocimiento a sus influencias clásicas) sigue la misma estela desde una perspectiva más incidental, que culminará con otro par de enloquecidos bloques musicales en el segundo disco, “It´s a Hellova Chase”, un tour-de-forcé de más de ocho minutos de duración (en el que destaca nuevamente el uso williamsiano de las flautas y el de la combinación metal+coros+percusión característica del Shore tolkiano), y el duelo final en “Abdicate This!” y su epílogo, “Flying Dinosaur Fight”, cuyos solo de percusión otorgan un salvajismo muy efectivo con que vestir a la bestia del título (una breve variación del cual se ofrece como bonus final).
Pero no son solamente Williams y Shore los compositores a los que Giacchino toma como referente. Cuando el aficionado escucha los primeros acordes de “The Titus Clipper” sería capaz de afirmar, sin ningún género de dudas, estar ante una composición del desaparecido John Barry, otra de las grandes influencias de Giacchino a lo largo de su carrera. En esta ocasión, el mimetismo es tal que el fragmento parece literalmente entresacado de “Memorias de África”, percusión africana incluida. También es perceptible la influencia del británico en los aspectos ceremoniales de la partitura, en el inicio de “One Reencarnation under God” (que sigue un desarrollo posterior de características incidentales), en “Digging Up the Flirt” (un fragmento del que podría haberse prescindido completamente en una edición más normalizada de la partitura), y en “A Wedding Darker”, una marcha nupcial apoyada en las formas de Shore (las trompas iniciales) que evoluciona mediante un elaborado desarrollo de las cuerdas (con un pequeño crescendo apoyado en el metal y los coros) y que finaliza exóticamente con el arpa y la celesta, bajo la estela nuevamente de la cuerda. La gravedad de “Regenex Is People!” confiere a todo este tramo central una relativa distensión de la intensidad que posiblemente una edición discográfica más pulida hubiera podido dosificar. Para finalizar este bloque sobre la permeabilidad de las influencias, señalar el inicio de “The Lies Have It”, con los chelos y el metal de los trombones, que revela su interés por el Jean Sibelius de “Finlandia”, así como el tema dedicado a la “Family Jeopardy”, que nos propone un nuevo cruce entre Williams y Shore, en el que la primera parte del fragmento desarrolla un acelerado crescendo en los metales y la percusión deudor de aquel otro que Williams dedicara a la encarnizada persecución de Indiana Jones sobre la caravana de camiones nazis que secuestraba el Arca de la Alianza en la primera de las aventuras del famoso arqueólogo, mientras que la segunda parte se desarrolla por los cauces de las ilustraciones de la Tierra Media, con los registros más bajos del coro adquiriendo un inusitado protagonismo.
El fragmento final, “Commitment”, de diez minutos de duración, se abre sosegadamente con el arpa, la flauta, los clarinetes y el solo del chelo (una vez más en la estela de Barry), relajando un tanto el extenuante ambiente tras los más de veinte minutos anteriores de acción continua, antes de que el cuerpo orquestal y los coros vuelvan a adquirir todo el protagonismo, con cánticos y recitados, solos de percusión, scherzos, “revuelos” de flautas y solos de voces infantiles, en un maremágnum en el que también caben los metales, una espiral de ritmos sincopados (que ocasionalmente recuerda también a Herrmann) en la que Giacchino se desata y culmina (demasiado escorado hacia los modos de Shore), con el pleno de la orquesta y el coro, una obra que sirve de credencial (otra más) para afirmar al compositor como el próximo sucesor y relevo natural de Williams en el escenario galáctico que la Disney está perfilando en su nueva trilogía sobre la franquicia galáctica más famosa de la historia. Y es que Giacchino lleva en los genes el estilo y las formas del ya viejo maestro (quien por primera vez en décadas ha dejado huérfano a Spielberg en su próximo film por cuestiones de salud). Ahora sólo falta que afirme su voz propia y que no le falle su inspiración. No es poco.
16-abril-2015
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