Frederic Torres
Béatrice Thiriet ha colaborado en todas y cada una de las cuatro películas que la directora Pascale Ferran ha dirigido a lo largo de estos últimos 20 años, habiendo logrado despertar el interés del aficionado y de la crítica con su último trabajo conjunto, la adaptación de la polémica obra de D.H. Lawrence, “Lady Chatterley” (la novela es de 1928 pero hubo de publicarse censurada hasta 1960), realizada hace ya unos años, en 2007. Este nuevo trabajo (estrenado este verano en Francia y unos cuantos países más, pero no por estos lares), en cambio, supone un giro radical en lo que a aquel contexto casi decimonónico se refiere, que no en lo que a la modernidad de los registros en los que ambas creadoras se mueven, pues su críptica publicidad se limita a exponer “que un norteamericano llega a París, se registra en un hotel, apaga su teléfono y comienza una nueva vida”. Por lo entrevisto en el tráiler oficial, la película parece transitar terrenos de características existencialistas, con toques new age, algo a lo que no es ajeno, desde luego, la partitura de Thiriet, que para el tema central crea una bella y minimalista pieza para piano solo (la gran pasión de la compositora), al que se unen otros elementos solistas como el clarinete, el oboe y la flauta antes de incorporar la cuerda en la consecución de un crescendo que cuenta finalmente con el metal (trompas) y el aliño de los pizzicatos, así como una peculiar percusión conformada por una batería, todo dentro de un entramado que toma el lenguaje musical más moderno como referente, tal como ya pusiera de manifiesto desde aquellas primerizas “Petits Arrangements avec les Morts” y “L´Age des Possibles”, ambas provistas a mitad de los noventa, de ese aliento de contemporaneidad con que Thiriet sabe envolver el cine de Ferran (y con una pequeña presencia de ambas al final del disco que contiene la partitura de “Lady Chatterley”, más extensa en el imprescindible recopilatorio titulado “Air des Toiles”, muy complicado ya de conseguir). A esta bella obertura le sigue un original “Techno Choc”, que aparentemente superpone el plano diegético con el incidental, pues la percusión sintetizada inicial parece transitar los caminos de la diégesis hasta que la cuerda hace acto de presencia reconduciendo el tema hacia una propuesta de características más dramáticas, opción que alcanzará su catarsis posteriormente con “La Ville Nocturne”, en la que volverá a aparecer ese marcado ritmo sintetizado concordado, más que contrapuesto, con los scherzos de la cuerda, los solos de la madera y las ráfagas atonales del piano solo, sumergiendo al espectador en ese universo característico y casi reconocible del cine de Ferran, pues las semejanzas con la exposición del concepto musical de aquellas primeras obras es notable.
Y es que el film parece querer observar el comportamiento de ese ejecutivo que toma la decisión de desconectar del mundanal ruido (“Gary Prend una Décision”, protagonizada por otro solo de piano, éste mucho más desolador, tal como se podrá volver a escuchar en “Gary”) a partir no ya de una toma de conciencia del personaje en cuestión, cuanto de una especie de “plante” o “impedimento” por continuar con su vida anterior, momentos de confusión que “Bulle Minimaliste” (de inequívoco título), conjugando el piano y el scherzo de la cuerda; “Reminiscences”, el fragmento más atmosférico, etéreo, de toda la partitura, en el que el sintetizador asume todo el protagonismo; y, sobre todo, “L´Appel du Dehors”, provista de extrañas sonoridades atonales, se encargan adecuadamente de reflejar. Momentos que también “Piano Fantôme” acompaña en su indefinición diegética-incidental, pues aunque el tema se abona al primer territorio (como parecía indicar también el inicio de “Techno Choc”, aunque en otra perspectiva formal), en el que incluso se puede escuchar el sonido de la manipulación del aparato musical que reproduce el tema (como también el final), el fragmento parece querer trascender esos límites, cómplice de las transgresiones sensoriales que la fabulación del relato plantea. La utilización del referencial “Space Oddity” de Bowie también empuja en esta línea. Pero es precisamente la aparición del pájaro que da título al film el que introduce de lleno la fábula, la magia, de la que se nutre el relato. En un bloque conformado por varios fragmentos, de tan escasa duración como el aleteo del mismo pájaro (el scherzo de “Primer Vol”, de alrededor de medio minuto; las escalas ascendentes del cello que culminan con la trompeta en “Mach 2”, de apenas 10 segundos; “Le Long de Mur”, un scherzo casi onomatopéyico de unos 20 segundos; “Return Hilton”, una combinación de scherzos y pizzicatos, también de parecida duración), que culmina con el fragmento “L´Oiseau”, la sombra de Olivier Messiaen se hace más que patente a través de esos efectos de la cuerda, pero también con la presencia del piano, el arpa y la percusión. El duelo entre los solos de madera combinados con los ascensos y descensos de escalas del cello en “Airport” sigue ahondando en esos mismos parámetros, para alcanzar la calma en la preciosista exposición del tema central dedicado, en esta ocasión, a “La Nuit”.
“La Fôret” y “La Campagne a l´Aube”, los dos últimos bloques musicales de la partitura son, en este sentido, el resultado específico, actualizado, de ese especial lenguaje contemporáneo que Messiaen empleó en su obra (“Turangalila”, “Le Merle Noir”, o el pasaje “L´Oiseau-lyre et la Ville-fiancée”, perteneciente a la obra "Éclairs sur l´au-delà”), intentando incorporar las transcripciones, integrándolos, de los cantos de los pájaros en el seno de la estructura de sus partituras, algo que Thiriet consigue con la madera y la cuerda (a través de todo el repertorio de modalidades -pizzicatos, violentos scherzos, col legnos, spiccatos-), así como la percusión, simulando su vuelo y aleteos. La elegancia del solo final de piano con que se inicia el último tema (dedicado al amanecer en la campiña, de innegables resonancias bucólicas) da paso a los solos superpuestos de la madera y la cuerda, siendo los primeros, aunque sea el piano el que se imponga en la mayor parte del fragmento, con los que se finaliza a modo de metafórico colofón con que representar la “bird people” del título. Un nuevo y arriesgado trabajo, sugerente y sutil, surgido de la mano de una compositora demasiado desconocida allende sus fronteras pese a haber trabajado, aparte de Pascale Ferran, con algunos directores como Radu Mihaileanu o Jesús Garay, además de contar con algunos éxitos entre sus colaboraciones como “L´Autre Côte de la Mer” o las dos partes de “Le Coeur des Hommes”, amén de algún que otro proyecto personal de resultados algo más que interesantes, como es el caso del álbum “Fortune Cookies”, que incluye sus “14 Pièces pour Piano & 4 Poésies Murmurées pour Voix et Piano”. Tras más de veinte años de trabajos de gran nivel, como los citados, vale la pena comprobar, a través de este “Bird People”, la expresión artística, la voz de una compositora que, como es el caso, el aficionado debería conocer con regularidad sin dejar de considerarla una excepcionalidad. Porque, además de lo dicho, eso es lo que es Béatrice Thiriet.
20-agosto-2014
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