Antonio Pardo Larrosa
Ahora no recuerdo con exactitud las fantásticas palabras de aquel famoso cuento… ¡Ah!, sí, ahora vienen diáfanas a mi memoria: Espejito, espejito mágico, quién es la más hermosa…; un momento, creo que esto pertenece a otra historia y no precisamente a la de Maléfica, pero para el caso da lo mismo, ya que Hollywood no deja de inmolar aquellas historias que antaño formaron parte de mi universo cinematográfico. No hace mucho tiempo algún iluminado –Rupert Sanders- dirigió una nueva versión de este clásico, "Snow White and the Huntsman (2012)", que mira tú por donde, también contó con la partitura de James Newton Howard, y es que la meca del cine no es ajena a la profunda crisis–música incluida- que azota su frágil universo de naipes revisitando sus clásicos con un único propósito, hacer caja con las nuevas generaciones… renovarse o morir. Ahora llega a nuestras carteleras "Maleficent", la nueva propuesta comercial de la industria americana que tiene como garante a la cada vez más desprestigiada factoría Disney. Dirigida por Robert Stromberg, "Maleficent" no es más que un bodrio de proporciones épicas, edulcorado e infantil que dista mucho de ser una buena película. Cuenta la historia jamás contada de la bruja –hada en esta historia- Maléfica, la villana por excelencia de la imaginería Disney y el personaje malvado de “Sleeping Beauty” (La Bella durmiente), el clásico animado creado por Disney en 1959. La película narra los acontecimientos que endurecieron el ofendido corazón de Maléfica llevándola a proferir una terrible maldición sobre la pequeña Aurora, hija del rey Stefan y única heredera al trono. Hasta aquí todo parece de lo más normal si comparamos esta historia con la del cuento original, pero para intentar hacer que la narración sea mucho más atractiva que la de antaño, los guionistas, lápiz en ristre, han intentado que este personaje aparezca de un modo distinto, “novedoso”, presentando a una malvada bruja que al final no lo es tanto. Es más, una de las escenas más importantes de la película, aquella en la que el joven príncipe Phillip aparece besando a la princesa para despertarla de su profundo sueño tiene en esta nueva versión a Maléfica como protagonista, y es que su beso de amor verdadero es el que despierta a la princesa de su profunda “somnolencia”, la misma que sufre el espectador cuando contempla tan inusuales acontecimientos.
Para el apartado musical la productora ha contado, una vez más, con la participación del compositor angelino James Newton Howard, músico en horas bajas que, junto a Michael Giacchino y Randy Newman engrosan la nómina de la productora americana. La relación de Howard con la Disney se remonta a los primeros años del siglo XXI, -"Dinosaur", "Atlantis: The Lost empire" o "Treasure Planet"- cuando ésta todavía dibujaba sus historias de un modo tradicional. Ahora bien, si estos interesantes trabajos mostraban a un músico pletórico de ideas, creativo e imaginativo, ahora la realidad es muy distinta, y es que tiempos pasados fueron mejores. Aún recuerdo, como si fuera ayer, la primera época de Howard, unos años caracterizados por la búsqueda de un sonido original que lo diferenciara de los grandes sinfonistas americanos de los noventa, músicos como Williams, Horner o Goldsmith –su amigo Zimmer en la última década- fueron sus modelos, genios con una personalidad muy definida que guiaron los primeros pasos del compositor. Pero otra cosa es lo que acontece en los últimos tiempos, unos años donde hemos encontrado, una vez más, al Howard menos original y más conformista.
Mala, muy mala… Y no me refiero a la bruja del cuento, ¡no!, sino a la música escrita por James Newton Howard para este nuevo producto comercial de la Disney. Los últimos trabajos del músico son un querer y no poder, y esta nueva revisión del clásico, “Sleeping Beauty”, no iba a ser una excepción. La historia está contada a través del histriónico personaje de Maléfica y su tenebrosa transformación existencial, de hada aniñada a bruja de corazón blando en solo unos cuantos compases. Con estos mimbres, marca Disney, el resultado final tendría que haber sido otro, pero como ya va siendo habitual en Hollywood las grandes expectativas se diluyen como los azucarillos. El inicio es prometedor, –"Welcome to the Moors"- un espectacular arranque donde Howard introduce el leitmotiv principal, una bella y contundente melodía, luminosa y descriptiva que refleja la bondad y los nobles sentimientos de Maléfica y su mágico mundo, y es que Howard sabe cómo conectar con el espectador cuando éste aún no se ha acomodado en su butaca. Estamos ante la melodía más inspirada de toda la cinta, unas cuantas notas que en cierta manera recuerdan –en su forma- al maravilloso tema "Flying" incluido en su banda sonora "Peter Pan", y es que la música de este clásico es toda una declaración de intenciones. Pero a partir de este momento es cuando la obra se pierde en un inmenso mar de dudas que muestra la escasa motivación de Howard a la hora de abordar este proyecto. La música se torna tan aburrida como oscura transitando bruscamente hacia las profundidades del personaje principal. El músico utiliza como oposición a la melodía principal, –"Aurora and the Fawn"- expuesta en la primera parte de la banda sonora, el tema de Maléfica, –"Are You Maleficent"- un leitmotiv oscuro y sibilino donde los vientos y las percusiones describen a modo de marcha tenebrosa tanto a la bruja como a sus malvadas criaturas. Es en estas lides cuando Howard se hace más vulnerable, es el talón de Aquiles de la obra que, fíjate tú que curioso, coincide con la parte más delirante de la película. Hubiera sido mucho más interesante utilizar un solo tema para el malvado personaje, un leitmotiv que identifique al villano con la música anticipándose a las imágenes, es decir, suena y no hace falta la presencia de éste para saber que es el villano el que va a aparecer, idea fundamental que explica la música de cualquier héroe o villano que se precie; y otro muy distinto para las huestes maléficas, más genérico e impersonal, pero esta forma de escribir música está o estaba al alcance de unos pocos. Otro recurso en el que Howard es un maestro y que en “Maléfica” no está muy bien aprovechado es el uso de los coros, –"Maleficent Files", "Aurora in Faerieland" - voces que ayudan a transmitir ese halo misterioso y mágico que envuelve a la historia, pero como suele ocurrir cada vez con más frecuencia en la música cinematográfica americana las referencias a otros compositores -Horner, Elfman o Williams- son tan evidentes que la música pierde identidad.
Hablar de referencias musicales en los tiempos que corren es algo así como hablar de una especie de status quo entre músicos y productores que, de alguna manera, conforma el panorama musical de nuestros días. En "Maleficent" las referencias a músicos tan importantes como James Horner son demasiado evidentes, mostrando la profunda crisis por la que atraviesa el compositor que antaño nos deslumbro con obras tan importantes como "Alive", "The Postman" o "Peter Pan". Temas como “Maleficent Files”, donde las similitudes con "A Beautiful Mind" son más que evidentes, o “Aurora in Faerieland”, donde los últimos compases de la melodía principal recuerdan al leitmotiv de "Enemy at the Gates", ponen de manifiesto que don James Newton Howard no atraviesa por uno de sus mejores momentos.
El resto del trabajo podría definirse como solvente y efectivo, pues otra cosa no, pero oficio, Howard tiene de sobra. Ahora bien, este es un terreno fangoso que es mejor evitar si uno no quiere perder su seña de identidad. Afirmar con rotundidad que "Maleficent" es un trabajo malo o muy malo responde única y exclusivamente a la exigencia que Howard tiene que tener sobre su propia obra, o expresado con otras palabras, “a Howard se le debe exigir mucho más…”
13-agosto-2014
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