Frederic Torres
En esta segunda década del nuevo milenio, Hans Zimmer ha tomado el relevo del reinado sobre el subgénero súper-heroico que sigue arrasando en las taquillas y que, en su momento, durante la última del pasado siglo y la primera del nuevo, ostentara un Danny Elfman que parece finiquitado para el mismo, dada su total ausencia y desvinculación de las actuales propuestas Marvel y DC. Y es que el notable trabajo desplegado por aquél al frente de la trilogía sobre “El Caballero Oscuro” de Christopher Nolan (aparte del llevado a cabo en la popular y aventurera saga “Piratas del Caribe”, prima hermana de los enmascarados actuales) le ha valido la total confianza de la industria para que fuera elegido el candidato principal con quien contar para ilustrar las recientes andanzas de “El Llanero Solitorio”, las del renacimiento del “Hombre de Acero” y para abordar, en la presente ocasión, la secuela del asombroso “Hombre Araña” (y para que Nolan se empleara a fondo para convencerle de su participación en la futura “Superman vs Batman”). Y si algún ahijado suyo, como el Henry Jackman de “Capitán América: El Soldado de Invierno” ya ha hecho de las suyas en este territorio, Zimmer parece no haber querido ser menos y se ha entregado a la actualización del personaje arácnido contando, para ello, con la complicidad de los llamados “Seis Magníficos” (en alusión/homenaje al grupo de malvados, los “Seis Siniestros”, que medio protagonizan las escenas finales del film y anticipan las de la futura secuela, cuyo nombre homenajea al cómic original sesentero creado por Stan Lee y Steve Ditko en el que aparecieron por primera vez), con mención explícita al guitarrista Johnny Marr y a Pharrell Williams en los créditos principales (integrantes destacados del citado grupo de “Magníficos”), despreciando totalmente el material que James Horner compusiera para la primera entrega de la saga y con unos resultados que no han dejado indiferentes a nadie.
Centrada la presente entrega en “El Poder de Electro”, dadas las especiales características del personaje adquiridas tras su accidental mutación de resultas de la cual alcanza el pleno dominio sobre la electricidad, el proyecto se adecuaba a Zimmer como anillo al dedo para proceder al indiscriminado uso de toda la pirotecnia electrónica que es capaz de desplegar y en el manejo de la cual se ha convertido en un maestro a lo largo de las últimas décadas. Y aunque “I´m Electro”, el fragmento que abre el par de discos dobles editados (en sus respectivas modalidades “normal” y “DeLuxe”, como ya se hiciera con “Man of Steel”), indica, en su breve minuto de duración, por dónde van a ir los tiros, es “My Enemy” el tema emblemático de la partitura, no solo por su extensión, que supera los ocho minutos, cuando la media ronda los tres (exceptuando los dedicados a Gwen, la novia de Peter Parker/Spider-man, que apenas sobrepasan el minuto de exposición –“Ground Rules”, “I´m Moving to England”, “Let Her Go”, “I Chose You”-, si obviamos el par de ocasiones –“You´re My Boy” y “We´re Best Friends”- cercanas a esa media), sino porque en el mismo se encuentra la idiosincrática esencia de la partitura, en la que a ritmo (electrónico) de marcha bufa, Zimmer va desarrollando el tema de Electro, combinándolo con múltiples efectos de sonido y con la voz humana (las susurrantes voces que el personaje va escuchando interiormente acrecentadas a medida que aumenta su esquizoide odio por Spider-man, entre las que destaca la palabra “paranoia” repetida continuamente), pero también con un clarinete que desarrolla la rítmica melodía que acaba adquiriendo unos tintes apocalípticos en su desarrollo final (coros femeninos y masculinos incluidos), en un crescendo digno de una ópera-rock.
Porque esta es la novedosa originalidad que aporta Zimmer para la ocasión. Sin desdeñar los convencionalismos, pues ahí está la funcional y breve fanfarria del héroe, “I´m Spider-man”, expuesta con los metales en la más pura tradición del género (efectiva, pero nada del otro mundo), el concepto elaborado en complicidad con Marr y Williams a la hora de abordar el proyecto se hermana al musical rockero que “Bono and The Edge” estrenaron hace unos años en los escenarios de Broadway, motivo por el cual se incorporan toda una retahíla de canciones que acompañan el score, presentes en el segundo disco de la edición, a fin de asentar definitivamente esta sensación en el aficionado: “It´s On Again”, interpretada por Alicia Keys; “Song for Zula”, a cargo de Phosphorescent; “That´s My Man”, compuesta por Pharrell Williams e interpretada por Liz; “Here”, debida al trio Williams, Marr y Zimmer; “Honest”, con The Neighbourhood; “Within the Web –First Day Jam-“, de Zimmer y los Magnificent Six; y, cómo no, cerrando la grabación, el “Electro Remix”, que como su nombre indica es una mezcla potenciada electrónicamente –si ello es posible- del principal tema del disco, de la que se encargan Alvin Risk y Zimmer, con la participación de Junkie XL y Williams, nada menos. Y es que ciertos desarrollos del “tema de amor” están expuestos como si de una balada se trataran (“I Chose You”), circunstancia que culmina en la ostentación electrónico-rockera que acompaña la aparición de los diversos personajes, entre los cuales también está el alter ego de Harry Osborn, el “Duende Verde”, en “I´m Goblin” y “Special Project”, y el posterior desarrollo de su alianza con Electro (“You Need Me”), que culmina en “Still Crazy” con su derrota, no sin antes haber pasado por exhibiciones del virtuosismo de Marr en fragmentos como “So Much Anger” o “Sum Total”, en los que juega con los riffs a propósito del tema de Harry.
La culminación llega con la coda final, “You´re that Spider Guy”, en la que tras un inicio evocador y reflexivo (dado que el superhéroe ha dejado momentáneamente aparcadas sus responsabilidades de salvador del mundo), la irrupción del Rhino (uno más de los “Seis Siniestros” originales –a los demás se los deja para la previsible secuela-), provisto de una estruendosa percusión sintetizada (de reminiscencias selváticas), eleva exponencialmente la temperatura, aumentada con la reaparición del héroe (epatante fanfarria y scherzo incluidos), en un final “abierto” (entrecomillado porque en realidad es concluyente y no necesitaría de continuidad alguna) en el que Spider-man reafirma sus propósitos de seguir en la brecha una vez superadas las tragedias y traumas a las que se ve abocado durante el metraje, primero en relación a su orfandad (en un fragmento, “I Need to Know”, entre atormentado y épico, que recuerda enormemente su trabajo para el citado “Caballero Oscuro”), y luego con respecto a Gwen, su novia (con la reflexiva y atmosférica “The Rest of My Life”). Es una idea mínimamente innovadora que proporciona cierta evolución a las pobres propuestas exhibidas en los últimos blockbusters marvelitas (si exceptuamos al vitamínico Brian Tyler), que, al menos, establece una clara línea diferenciadora frente a la nadería funcional y atmosférica exhibida por Jackman en “El Soldado de Invierno”, aunque también se peque de una buena sobredosis de estridencias. Por no mencionar el lastre de ciertas redundancias, como las dos amplias suites que abren el segundo disco, dedicadas a Electro y al Duende (“The Electro Suite” y “Harry´s Suite”), y la presencia de cierto material cuando menos opcional (las canciones). La sola evolución del tema de Electro, esa marcha iniciada con el clarinete que puede recordar a más de un aficionado el brillante fragmento “The Streets of Metropolis” que Ken Thorne compusiera para “Superman III”, cuando no la referencial “The March of the Villains”, dedicada por John Williams a los malvados del primer film de aquella saga (de distinta evolución pero similar concepción), merece la pena, así como el sombrío y turbador motivo que ilustra la locura de Harry Osborn y su deriva hacia el monstruoso Duende Verde, a pesar de la medianía de la fanfarria principal y el escaso lirismo suscitado por las relaciones de la pareja protagonista, menos espontáneas y ágiles que en el film precedente (siendo, como son, la especialidad de Marc Webb, director que repite), y que convierten los impostados sufrimientos y lloriqueos de Andrew Garfield en un evidente guiño al (mayoritario) sector adolescente de la taquilla. Pero tampoco se le pueden pedir peras al olmo.
4-junio-2014
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