Antonio Pardo Larrosa
Las monerías de Newman… Este curioso y gráfico epígrafe que a-priori puede parecer original no lo es tanto si se tiene en cuenta que no es más que una pequeña variación del ensayo escrito por el escritor Harold Hill a finales de los setenta, las Monerías de Darwin, una obra que, en última instancia, se puede definir de la siguiente forma: Darwin y sus colegas haciendo monadas. Pues bien, esta idea tan suigeneris se puede extrapolar a la nueva adaptación cinematográfica del personaje de ficción creado por el escritor americano Edgar Rice Burroughs a principios del siglo XX, Tarzan. Y por qué, pues porque para esta nueva versión del clásico, rodada en formato 3D, el director alemán Reinhard Klooss ha contado, una vez más, con la colaboración de David Newman, un músico curtido en una y mil batallas de garrote y tentetieso que no ha sabido estar a la altura de las circunstancias, ¡una vez más!, de ahí que este pequeño texto reciba el nombre de las monerías de Newman. Monadas aparte, huelga decir que Newman muestra una preocupante falta de creatividad que evidencia el estado por el que atraviesa en la actualidad la música cinematográfica yanqui, pero esa es una cuestión que abordaré más adelante.
Tarzan, una arqueología emocional… Las aventuras de Tarzan han sido llevadas a la gran pantalla en numerosas ocasiones con resultados comerciales y artísticos muy dispares, desde las primeras adaptaciones realizadas en blanco y negro allá por los años treinta, a la animada coreografía musical producida por la factoría Disney en los noventa, hay toda una arqueología cinematográfica del personaje. De igual manera ocurre con la evolución musical de este icono del taparrabos que ha tenido a lo largo de todos estos años demasiadas luces y alguna que otra sombra. Realizando esa necesaria labor arqueológica encontramos algunos ejemplos musicales que refuerzan esta teoría. Tres son las bandas sonoras que describen de manera muy distinta la naturaleza humana de Tarzan, a saber, "Greystoke" (1984), compuesta por John Scott, quizás el músico más representativo de su generación y uno de los más influyentes de la música cinematográfica inglesa de los últimos cincuenta años. Scott propone un score sinfónico de exquisita factura y espectaculares melodías donde la música ahonda en la humana psicología del personaje. Otra versión muy distinta es la producción animada de la factoría Disney, "Tarzan" (1999), un musical repleto de canciones que sigue los esquemas establecidos por el oscarizado Alan Menken, para quien esto escribe el principal renovador del musical americano moderno. La partitura corrió a cargo de Mark Mancina, cuya propuesta musical es más dinámica y rítmica que la de Scott, donde el protagonismo de los instrumentos étnicos y las percusiones es más que evidente, siendo estos los protagonistas del score.
En tercer lugar encontramos esta nueva versión del clásico –"Tarzan" (2013)-, una producción de animación dirigida al público infantil, nada nuevo. La música escrita por David Newman propone con enorme descaro una partitura con trampa, desde el comienzo –"Prologue"- la música oculta tras su imponente orquestación, y es que oficio no le falta, la evidente ausencia de Leitmotivs que definan con argumentos narrativos a los personajes y describan con criterio –discurso- las situaciones planteadas a lo largo de la película. Lo curioso del asunto es que hace algunos años la música de Newman se caracterizaba por la promiscuidad de sus Leitmotivs -con cierta nostalgia recuerdo su excelente trabajo para "Hoffa" (1992)- que el músico paría con excesiva facilidad. En ocasiones su orquestación –"Prologue"- recuerda a las texturas apadrinadas por los tediosos mediaventures, pero, ¡Por qué!.. Este es un juego demasiado peligroso que tiene ocupado a más de uno, Patrick Doyle entre ellos, y ya se sabe, el que juega con fuego… Sí, amigo David, ¡te has quemado a lo bonzo! La partitura escrita para este descafeinado Tarzan es música de relleno, ostentosa y muy aparatosa –"Growing Up"- que intenta dar esplendor y profundidad a una puesta en escena que deja bastante que desear. La utilización de los coros –"Tarzan Is Alive"-, “metidos con calzador”, y la previsible utilización de la cuerda, orquestada a la maniera de James Newton Howard en temas como "Kala and Kerchack" o "Tarzan Fight", es empleada por el músico de una forma muy industrial, lo que enmascara su evidente falta de originalidad. No hay un leitmotiv para Tarzan, tampoco lo hay para la aventura, y el de los “malos”, sencillamente brilla por su ausencia, por no tener no tiene ¡ni un Love Theme como dios manda!, sí queridos amigos, de esos que literalmente te dejan clavado al sillón… Eso sí, puede que lo único que se salve de la quema sean las buenas intenciones del compositor –"Tarzan and Jane In the Lake"- que dejan las cosas en un buen intento, nada más. En su conjunto la partitura de Newman es descriptiva, pretenciosa y algo ruidosa, aunque siendo condescendiente con el de california hay que decir que la música acompaña a las imágenes con cierta dignidad, pero eso ya está muy visto. La verdad es que últimamente encuentro demasiadas similitudes de estilo –solo hay que escuchar temas como "Growing Up" o "Tarzan Looks Beyond" para darse cuenta de lo que digo- entre algunos de los músicos más representativos de la meca del cine, es decir, sabemos que esta partitura ha sido compuesta por Newman por qué así reza en los créditos de la película, pero muy bien podría haber aparecido el nombre de James Newton Howard y no hubiera pasado nada de nada, por poner solo un ejemplo… ¡Malditos productores!, bueno que me voy por las ramas.
David Newman ha desperdiciado una gran oportunidad, y esta no es otra que la de poner voz al personaje principal, dotarlo de identidad y personalidad para que su naturaleza traspase las imágenes proyectándose más allá del fotograma, en otras palabras, provocar que la música hurgue allí donde el fotograma pierde toda su intención... Tarzan no deja de ser un superhéroe, sin poderes sobrenaturales, pero un superhéroe al fin y al cabo, y como tal debe ser tratado. El personaje necesita un leitmotiv –"Tarzan", es lo más parecido que vamos a encontrar dentro del score- retentivo y definido que lo identifique con el espectador, una melodía que implique al héroe con la música anticipándose a las imágenes… Suena y no hace falta la presencia de este para saber que es el héroe el que va a aparecer. Qué bien trató esta idea Horner en "Troy" con el personaje de Aquiles.
Algunos a estas alturas del negocio dirán que cumple a la perfección su cometido, que no es otro que el de ser útil a las imágenes a las que sirve, vamos que al cesar lo que es del cesar… Pero para mí, querido David, después de lo visto con anterioridad no puedes andar ¡Haciendo el mono!…
En la mayoría de las ocasiones esta situación viene inducida por las exigencias de Mr. Shame, y ¿quién es Mr. Shame?, esta si es una buena pregunta. En ocasiones se le ha visto ataviado con un elegante traje de unos cuantos miles de pavos conduciendo por las lujosas calles de Malibú un elegante lamborghini edición limitada. Un hombre que trabaja a dos centímetros del cielo decidiendo donde invertir su pasta, ¡qué grande eres Mr. Shame! Es posible que en los últimos tiempos detrás de cada película realizada en Hollywood se esconda un tal Mr. Shame, un señor que tiene la peligrosa capacidad de decidir la contratación de este o aquel músico pensando siempre en cifras de más de seis ceros, para gustos, colores… No voy a entrar en reflexiones musicológicas sobre la naturaleza –obrero o artesano- de un determinado compositor, si fulanito es mejor que menganito, si este trabajo es mejor que aquel otro, no es este el foro para abordar dichas cuestiones, ahora bien, si es necesario señalar para entender lo que está sucediendo en la música cinematográfica actual que la figura de Mr. Shame es la que contrata al personal, vamos, “la que pone la pasta”, es decir, la que toma las últimas decisiones. Qué el "Tarzan" de David Newman suena a un poquito a esto y otro poquito a aquello, responde única y exclusivamente al gusto o mal gusto de Mr. Shame. Pongamos un ejemplo: no hace mucho se rodó la cinta de ciencia ficción, Ender´s Game, un soporífero producto comercial que iba a contar con la partitura de James Horner, quizás lo más interesante del proyecto, pues bien, Mr. Shame y su equipo de colaboradores, artífices de la infumable saga de los Transformers, decidieron en el último momento prescindir de los servicios de Mr. Horner para contratar a su compositor habitual, Steve Jablonsky, un músico de limitado talento que fue contratado para el proyecto alegando motivos artísticos. En mi modesta opinión estos asuntos responden a criterios meramente subjetivos que nada tienen que ver con lo creativo o lo artístico, pero que le vamos a hacer. Hay otros muchos ejemplos relacionados con esta peligrosa práctica comercial que se ha instalado en la metrópoli del cine, y puede que el de David Newman y su partitura para "Tarzan" no sea el más flagrante de todos ellos –Europa va un par de pasos por detrás-, pero si es muy significativo observar que esta nueva moda de contratación que se ha adueñado de la mayoría de las producciones americanas de los últimos años deja en el dique seco a más de un compositor, y es que como siempre dice Mr. Shame: Si no te puedo contratar porque tú caché es demasiado caro me busco a otro que por la mitad de lo que tú me pides me lo hace como yo quiero, que para eso soy Mr. Shame…
16-abril-2014
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