José-Vidal Rodriguez
”Un quiero y no puedo”. Así podríamos definir la labor de Eugenio Mira en su tercera y más ambiciosa película hasta la fecha. Y es que pese a sus claras fuentes hitchcocknianas, este ”Grand Piano” no pasa de ser un thriller contrarreloj de prometedor arranque, que poco a poco se va diluyendo en su nudo argumental y que acaba naufragar en un desenlace tan desafortunado como irritablemente previsible. Eso sí, en sus aspectos técnicos la cinta comienza a ganar enteros sobre todo si el espectador percibe, conscientemente o no, la brutal influencia de la música en el devenir de la narración. El reto al que se enfrenta Victor Reyes es mayúsculo, no cabe la menor duda, dado que la película se desarrolla casi en su integridad en el marco de un concierto del virtuoso pianista Tom Selznick, encarnado por Elijah Wood. Pensando en términos convencionales (y desde luego, más accesibles), la decisión lógica hubiese sido intercalar la música diegética del recital con la meramente dramática compuesta ex profeso para describir la acción. Pero en una vuelta de tuerca genial y repleta de dificultades técnicas, Reyes proyecta un discurso que aparentemente asentado en el plano diegético, despliega sin embargo soberbias connotaciones dramáticas. No es ni más ni menos que un interesantísimo juego de falsa/real diégesis llevado al extremo durante casi treinta minutos.
De esta forma, son tres los bloques que llevan el peso de la partitura, precisamente el trío de movimientos en los que el autor divide el concierto para piano y orquesta que sostiene la trama. El resultado es, en palabras del propio Reyes, ”un cruce múltiple: un concierto de piano que parece seguir un desarrollo dramático, y una banda sonora que parece un concierto de piano. Cierto es que no estamos ante un recurso novedoso (recordemos aquellas secuencias finales del ”The Man Who Knew Too Much”), pero su desarrollo por parte del salmantino deja a las claras lo talentoso de su planteamiento, que le sirve además para superar el escaso margen para “experimentos” o revivals que la industria actual concede a cualquier compositor del medio. El carácter cinematográfico de este “concierto simulado” se constata en la existencia de varias frases de aparición recurrente (sobre todo en los dos primeros movimientos), convirtiéndose así en auténticos motivos del score si atendemos a la típica distribución de una partitura dramática al uso.
Si el concepto manejado es en sí brillante y deliciosamente atípico, qué decir de sus aspectos técnicos, más dificultosos si cabe ante la existencia de un score previo compuesto por el propio director y en base al cual se habían rodado secuencias. El rechazo en fase de post producción del material escrito por Eugenio Mira (quién usualmente firma sus creaciones musicales con el pseudónimo de Chucky Namanera), se convirtió en un problema añadido. El nuevo compositor elegido debía reproducir y hacer propios todos aquellos fragmentos musicales que la cámara recogió en las secuencias ya rodadas del concierto, es decir, los planos de las manos del pianista no podrían representar otras notas que las ideada ya con anterioridad por el cineasta, so pena de quebrar toda coherencia sonora. Un reto añadido para Reyes que resuelve con notable habilidad, quedando integrados dichos fragmentos de forma muy natural en su discurso propio.
Dentro de esta planificación, sorprende atender al acabado de los “Main Titles” que abren el álbum. Quizás por el hecho de que la película inicialmente carecía de títulos de crédito (fueron añadidos con posterioridad por razones de metraje), lo cierto es que Reyes separa claramente la música de los mismos respecto de la sonoridad global del resto de la partitura. Una obertura premonitoria y siniestra -en la más clara línea del thriller-, huérfana obviamente de intenciones diegéticas reales o falseadas, caracteriza una pieza presentada con plena libertad acompañando a un montaje de secuencias con el piano como hilo conductor, razón por la cual Reyes evita el aparato orquestal y trabaja exclusivamente con un cúmulo de samplers ensamblados con sonidos provenientes de la estructura de un piano. Tratamiento electrónico éste que, dicho sea de paso, también salpicará a los mencionados bloques del concierto, toda vez que se aprecian numerosas correcciones de estudio (especialmente en la sección de metales) respecto de la interpretación original de la City of Prague Philharmonic, una orquesta capaz de lo mejor y lo peor.
El segundo bloque diferenciado de los tres movimientos concertísticos no es otro que “La Cinquette”, aquella pieza cuya ejecución final por el protagonista explica gran parte del argumento. Partiendo de la idea de “obra maldita”, técnicamente inviable de abordar por un solo pianista, lo cierto es que Reyes dibuja un complejo acercamiento que apuesta por un caótico lenguaje contemporáneo de líneas imposibles y armonías desestructuradas. Una mínima porción de las ideas originales de Eugenio Mira se conservan en este fragmento, de ahí que figure acreditado como coautor. No es el instante más atrayente del trabajo (su singularidad y poca accesibilidad pueden echar para atrás a más de un oyente), pero en su condición de clímax del filme logra ampliamente su propósito esencial: transmitir al espectador, incluso al menos avezado en términos musicales, que el pianista se enfrenta con un auténtico “toro bravo” del que puede salir camino de la enfermería en caso de fallar una sola de sus múltiples y dispersas notas.
Habiendo logrado una gran repercusión internacional, dos importantes premios jalonan ya la andadura musical de este ”Grand Piano”. Al galardón como mejor partitura nacional en los Premios de la Crítica Española organizados por esta web, se le une el logrado en el apartado de mejor score de acción/thriller dentro de los premios internacionales IFMCA. Muy orgulloso puede sentirse Victor Reyes del que sin duda es su trabajo más completo y una de las mejores soundtracks nacionales que hemos podido paladear en los últimos tiempos. Sólo nos resta dar la enhorabuena una vez más al sello Moviscore Media por rescatar discográficamente trabajos de dificultosa difusión, aunque en esta ocasión la apuesta del equipo de Mikael Carlsson sea claramente a caballo ganador.
19-marzo-2014
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