José-Vidal Rodriguez
Mucho se ha escrito ya de uno de los éxitos más sonados en la historia reciente de la televisión de nuestro país. La emisora Antena 3 ha conseguido aupar a lo más alto de los rankings de audiencia la historia de la humilde modista Sira Quiroga y sus emocionantes desventuras e intrigas entre Madrid, Tetuán y Lisboa. Lo cierto es que a esta notable adaptación de novela de María Dueñas, contada con ritmo, producida con mucho esmero e interpretada con bastante tino, sólo le hacía falta el empujón del departamento de marketing para convertirla en el fenómeno de masas que continúa removiendo los sentimientos de millones de espectadores. Si ha habido un aspecto de la producción que ha convencido de manera casi unánime a la crítica, ese ha sido el correspondiente a su banda sonora, elemento esencial a la hora de apoyar una trama de este estilo. Para dar forma musical al relato, qué mejor que acudir a un compositor de la casa como César Benito, quién ya había trabajado previamente en otros proyectos de Antena 3 como ”Vive cantando” o “Los Protegidos”. El autor malagueño afincado en Los Angeles se beneficia de un presupuesto mucho más holgado que en aquellas para confeccionar un elegante y variado discurso sinfónico, cuyas virtudes han propiciado todo un hito en la historia de la música de cine española: el pasado mes de diciembre de 2013, el score se situó en el número uno de la lista de iTunes en España, lo que da buena muestra del grato sabor que ha dejado la partitura entre el público.
Este éxito no parece fruto de la casualidad, y es que Benito juega a priori unas bazas de ganador con un modus operandi claro y directo: tratándose de un biopic del personaje de Sira, el malagueño busca al instante un identificador de la protagonista que empatice de modo instantáneo con el espectador. El “tema de Sira” se presenta así en forma de sentimental prólogo melódico y perfecto botón de muestra sobre el color que adquirirá el resto del trabajo. El piano, eje conductor del score, perfila poco a poco la melodía a través de un ostinato que en sus sucesivas repeticiones apela a un leve minimalismo, recurso con el que se elude enfatizar ciertos rasgos épicos innatos al relato. Por contra, Benito fija su mirada con acierto en la soledad de una Sira perdida en un mundo de intrigas hasta ahora desconocido para ella, y las posteriores variaciones del tema vienen a corroborar estos propósitos en bloques tales como “Modista, espía, amante y mujer”, “Agente Agoriuq” o “Mi madre y yo, dos extrañas”; incluso en este último corte surgirá un segundo motivo en clave bucólica que potencia aún más esa sensación de soledad de la protagonista.
En contraposición a este tratamiento de marcado cariz íntimo, el músico dota de una hermosa luminosidad a otro de los temas destacados de la partitura. La mirada de desamparo a la “Sira espía” contrasta ahora ahora con la aparición de retazos de acalorada ilusión, en una nueva y más vitalista interpretación musical de las andanzas del personaje. Esta idea, anticipada en el recorrido de infancia del “Madrid, 1922”, termina por erigirse en uno de los motivos más bellos del encargo, potenciado por una aparición más rotunda y expresiva de la sección de cuerdas. Atendiendo a su aplicación a lo largo de la serie, el tema acaba por asimilarse al lado más inquieto y positivo de las aventuras de la Agente Quiroga.
Gran importancia adquieren también otra serie de ideas secundarias destinadas, en gran medida, a representar a los numerosos personajes y entornos surgidos en la vida de la protagonista. La inocencia desprendida por la orquestación de “La distinguida y elegante Rosalinda Fox” o el toque costumbrista de “Candelaria La Matutera”, resultan perfectas muestras del talento del autor a la hora de dotar al score de una agradecida diversidad temática. En este sentido, “En Marruecos” y “Nas ruas de Lisboa” presentan a un Benito que cumple con el expediente a la hora de dar un sentido y referente localista a la trama, apoyándose en recursos autóctonos (címbalo, duduk, solos vocales…) perfectamente integrados en el discurso global. Sim embargo, dentro del impecable fluir de la partitura son las partes netamente dedicadas a la intriga y acción las que menor consistencia presentan a priori. Frente a la notable construcción y desarrollo de “La muerte en cada esquina“, la realidad es que se vislumbran ciertas carencias de un Benito que echa el resto en lo lírico, pero que levanta el pie del acelerador en una resolución bastante funcional y arquetípica del suspense (“Misión: Escapar” o “La Sombra del Tercer Reich”, bloque éste además del que se abusa sobremanera a lo largo de los episodios). Visto lo visto, no cabe duda que el compositor se siente mucho más cómodo con una construcción armónica más expresiva que atmosférica, dando buena cuenta de su inspiración y sensibilidad a la hora de abordar secuencias dominadas por lo puramente melódico.
En resumen, lo mejor que se puede decir de la música de César Benito, tal y como reza uno de los temas del álbum, es que consigue convertir a Sira en ”modista, espía, amante y mujer”. El propio autor ha confesado en varias entrevistas sentirse abrumado ante el éxito alcanzado por su partitura. Pero lo cierto es que, aun habiendo siempre excepciones, todo buen trabajo tiene su recompensa, y las grandes virtudes de este ”El Tiempo entre Costuras” (favorecidas además por una excelente selección y duración del material editado) no parecen haber pasado desapercibidas incluso para una audiencia poco habituada a paladear los manjares provenientes de la música audiovisual.
4-febrero-2014
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