Frederic Torres
Cuando George Duning se hizo cargo de la partitura de este exótico melodrama dirigido por Richard Quine ubicado en un Hong-Kong por aquellos tiempos todavía bajo hegemonía británica, protagonizado por un pintor norteamericano, Robert Lomax (William Holden), y una tan atractiva como enigmática joven oriental, Mei Ling/Suzie Wong (interpretada por Nancy Kwan, quien, en la mejor tradición mitómana norteamericana, ha estampado su firma en el primer centenar de discos del sello discográfico editor, Kritzerland, como estrategia promocional), el músico estaba en el cénit de su carrera, tras una década de plagada de trabajos interesantes entre los que se incluían los de su colaboración con Quine, desde su primer film, “Sunny Side of the Street”, a “Me Enamoré de una Bruja”, pasando por “Mi Hermana Elena” y “Operation Mad Ball”. Se iniciaba la década de los 60 y aunque la fórmula que obligatoriamente hubo de emplear, dadas las características argumentales del film, no fuera especialmente innovadora al venir caracterizada por la fusión entre la música sinfónica y el jazz, muy en la línea de las características del estilo asentado en la década anterior por Alex North y Elmer Bernstein, y que él mismo había empleado exitosamente en diversas ocasiones entre las cuales se encontraba la sugerente “Picnic”, de Joshua Logan (también con Holden), sí se trató de una partitura especialmente significativa debido a la intensidad de los temas compuestos y su cuidado ensamblaje con la parte más diegética de la misma, logrando una ambivalencia equitativa a la doble vida del personaje femenino protagonista, una especie de “geisha” de compañía, en apariencia caprichosa y descarada que, en realidad, escondía a una abnegada y sacrificada madre de una criatura recién nacida. La progresiva seducción del apuesto Holden (cuyo impactante papel, de gran presencia física, en la citada “Picnic”, aún coleaba), por parte de la joven oriental quedaba facilitado gracias al asfixiante ambiente de tensión sexual propiciado por su consentimiento a posar como modelo en la pequeña buhardilla que el pintor había alquilado sobre el bar de alterne para marineros yanquis en el que aquella trataba de ganarse la vida como acompañante/prostituta.
En la partitura había, pues, una importante presencia del componente diegético como imprescindible referente contextual, hasta el punto que el vinilo comercializado en su momento recogía en una de sus caras parte del score de Duning, mientras dedicaba la otra a los temas jazzísticos presentes en el film (no todos ellos debidos al compositor). En la actual presentación discográfica se ha optado acertadamente por incorporar estos temas, de inspiración y formas millerianas (estilo mainstream e interpretación a cargo de big band), intercalándolos entre el score propiamente dicho (“At the Nankok”, “Suzie Wong Blues“, “Suzie Wong Mambo“, “Groove for Suzie #2“), dada su importancia y significación en el relato fílmico. Pero solo los de Duning, quedando el resto como bonus ubicados aparte al final del disco (“Out of Nowhere”, “Lover” y “Sing Your Sinners”), junto a diferentes versiones de fragmentos de la partitura, algunos provenientes de la grabación analógica (“Main Title –Album Version-“) y otros presentados como versiones alternativas (“Aberdeen Caper, Part I” y “Part II”, o también “Spoiled Kiss-Hit the Road to Dreamland”). Y es que Duning planteó su trabajo de un modo en que la fusión entre el elemento occidental (el jazz) y el oriental (provisto de una orquestación de explícitas reminiscencias folklóricas) se sucediera sin solución de continuidad, invadiendo los respectivos espacios musicales según el desarrollo contextual lo requiriese (del que buen ejemplo es el tema dedicado a la amiga de Suzie, “Gwenny Lee”, o el fragmento “Hurt Pride-Ah Tung-Groove for Suzie #1”), toda vez que introducía un tercer elemento representado por la cuerda, de gran intensidad dramática, con el que envolver el citado secreto de la Wong (desconocido para Holden y el espectador durante la mayor parte del metraje de la película).
Con un referente temático anterior de probado éxito como “La Colina del Adiós”, que le reportó uno de sus tantos Oscar a Alfred Newman (muy favorecido por la también premiada y archiconocida canción de Sammy Fain y Paul Francis Webster que el compositor incorporó a su partitura como motivo principal), Duning, al igual que Newman, también diluyó orquestalmente la canción original (“Suzie Wong –The Cloud Song-“), compuesta por James Van Heusen y Sammy Cahn, a fin de intensificar el colorido humano y paisajístico que Quine (siempre arrastrando consigo el “sanbenito” de émulo de Blake Edwards) ofrecía a los ojos del espectador occidental, obteniendo unos notables resultados de entre los cuales el primer bloque musical del disco (“Main Title-Suzie Sulks”), el que abría la película, es un excelente ejemplo. Para describir la llegada de Lomax a Hong-Kong y su encuentro fortuito con la orgullosa y bella Mei Ling, Duning introduce el tema central del film orquestado con un potente metal al que acompaña una rítmica que transita entre elementos de corte jazzístico y percusión oriental, afirmando a los pizzicatos como nexo de unión entre ambos mundos, todo ello bajo la experta batuta de Muir Mathieson (ya que la grabación se llevó a cabo en Londres, consecuencia de la coproducción) y la del también orquestador Reg Owen. Es un bloque en el que Duning establece la citada estructura tripartita facilitada por la presentación de los personajes y la panorámica contextual descrita a fin de sumergir al espectador en el drama que se desarrollará a continuación. Esta dinámica paisajística prosigue durante el primer tercio del film en el que se nos muestra al artista Lomax hechizado por una ciudad plena de contrastes y humanidad (“Suzie Leaves-Mei Ling´s Virgin-Hong Kong Streets”), entre notas costumbristas que revelan el inicial impulso vital del protagonista y ciertos toques impulsivamente caprichosos de la joven recién conocida (“Balcony View”) y que equivocadamente Robert atribuirá al carácter impetuoso de Ling/Wong, propio de la juventud.
A continuación el film, y por tanto, también la partitura, se torna más intimista al centrarse en la historia de amor entre ambos personajes, con lo que el lirismo se acentúa predominando sobre el colorismo de los otros dos elementos musicales establecidos como rasgos estilísticos iniciales. Es un bloque extenso caracterizado por la intensidad emocional (que se inicia con “Robert, the Artist-Suzie´s Story-Spoiled Kiss” y prosigue con “Aberdeen Caper”, “Love Theme from Suzie Wong”, “Suzie Siren”, “Love Declared”, “The Ceremonial Robes”, “Suzie´s Baby-Robert´s Compassion”, hasta llegar a “Hurt Pride-Ah Tung-Groove for Suzie #1”), en el que principalmente el acento recae sobre el plano amoroso pero sin desdeñar el aspecto humanista que exacerba la compasión del protagonista por las condiciones tercermundistas de las favelas de la magna urbe en las que habita su enamorada. A partir de aquí Duning otorga a la partitura una nueva vuelta de tuerca ante la catastrófica tragedia final que asola el populoso barrio en el que aquella vive al producirse un corrimiento de tierras provocado por la intensidad de las lluvias monzónicas (“Hong Kong Disaster-Temple Yard” y “End Title”), en el que el scherzo que acompaña la desesperada búsqueda de Lomax evoluciona violentamente sobre las variaciones que va introduciendo el compositor, recurriendo tanto a la cuerda como al metal (además de los exóticos elementos percusivos que, presentes a lo largo y ancho de la partitura como reflejo de una cultura extraña al punto de vista occidental, en esta ocasión tiñen metafóricamente de miseria y pobreza un paisaje hasta ese momento observado por el cineasta sin falsedades contemplativas pero pleno de humanidad), si bien la historia se remata con un final feliz al que la cuerda y las flautas (empleadas como símbolo de inocencia) ayudan en su consecución transmitiendo una sensación de renacimiento vital. Con ello, y al igual que ocurriría dos años después con esa obra maestra que es “Los 4 Jinetes del Apocalipsis” debida a André Prévin, también ninguneada a lo hora de reconocerle los laureles, se completan los interesantes aspectos de un trabajo que bien hubiera merecido un mayor reconocimiento artístico (por ejemplo, una nominación de la Academia hollywoodiense), el cual no llegó a producirse probablemente debido a la enorme calidad de las partituras compuestas aquel 1960, año referencial citado habitualmente por la crítica como uno de los de mayor nivel cualitativo de la historia de la música de cine norteamericana. La partitura de George Duning lo corrobora.
8-octubre-2013
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