David Serna
La nueva "Evil Dead", dirigida por el uruguayo Fede Álvarez, nace inicialmente del deseo de sus productores (Sam Raimi, Bruce Campbell y Robert G. Tapert, quienes ejercieran de director, protagonista y productor en la trilogía original) por reinterpretar y ofrecer "una nueva visión" de todo un clásico de culto para una generación de jóvenes que ha crecido con el imaginario alucinógeno de Raimi, Carpenter, Argento, Cronenberg o Romero. La película es para ellos, les pertenece. Pero sería ingenuo pensar que la cosa queda ahí. Como se ha visto en nuevas matanzas de Texas, en resurgidos amaneceres de los muertos o en noches de Halloween que vuelven a sus orígenes, hay que añadir la picaresca de saber exprimir la gallina de los huevos de oro, de abrir la puerta a revisiones hipermodernas que sirvan para ganar más dinero como arma de doble filo: atrayendo a los cines tanto a los nostálgicos ochenteros conscientes de que el remake o reboot en cuestión será solo una puesta al día de sus miedos de adolescente (una excusa como cualquier otra para explorar esos temores décadas después) como a una nueva generación de espectadores que desconoce los encantos de la "serie B" y a la que hay que aterrorizar desde otra perspectiva, la de un público más exigente y acomodado en un cine de género de gran presupuesto, puede que más acartonado y artificial pero imperiosamente más escrupuloso y estilizado. Hollywood ya no pondría hoy su dinero en un "Evil Dead" como el de 1981: hacen falta más sangre, más sustos, más giros de guion y que todo el mundo salga horripilado y contento. Cuanto más, mejor.
Es en este nuevo contexto, mucho más industrial y teledirigido, donde surge un Roque Baños ávido de la proyección internacional que se merece y de "hacerse notar" arrojando sus mejores armas. Establecido en Los Ángeles a la espera de una oportunidad como "Evil Dead", el compositor murciano contactó con Fede Álvarez a través de Facebook para expresarle su interés en la película (en aquellos momentos en fase de rodaje) y se encontró con una sorprendente respuesta: el director no solo le comunicó instantáneamente que quería contar con él, a falta del visto bueno de los productores, sino que le confesó ser un entusiasta de sus bandas sonoras: "En los últimos diez años he sido fan y seguidor de la obra de Roque, por lo que trabajar con él ha sido un sueño hecho realidad y un honor único. Su característico sonido y sus composiciones han elevado nuestra película a un nivel aún más alto. Creo firmemente que es uno de los mejores compositores de su generación". El único requisito que le impuso fue que la música sonara "lo más aterradora posible", que diera más miedo que la propia película. Y Roque se lo tomó al pie de la letra, apostando por una partitura de género a lo grande, con una orquesta sinfónica de 72 músicos (la londinense Pro Art), un coro de otros 80 miembros y un inesperado invitado dentro de la grabación en Air Studios: una sirena acústica que el compositor hereda de los vanguardistas de los años 20 (uno de los más innovadores, el francés Edgard Varèse, la encajó en la polifonía de obras como la revolucionaria "Amériques" o la inacabada "Tuning Up") y que aporta una pintoresca nota de color incrustada entre los habituales timbres del género, potenciando el desasosiego con su rugiente sonido y alertando del peligro que acecha a la manera del cuerno que empleara Jerry Goldsmith en la cacería de "Planet of the Apes".
En una época como la actual, absorbida por el diseño sonoro y el eclecticismo de las músicas atmosféricas, envolventes, de una calibrada ambigüedad, es de agradecer que Roque haya reivindicado la partitura de terror tradicional, malsana, elegante, confiando en el poderío de la orquesta y los coros más allá de unos apuntes electrónicos exiguos en comparación con el "Evil Dead" de Joseph LoDuca, al que Roque rebasa en intenciones y presupuesto. Con casi 60 películas a sus espaldas, el compositor de "Los crímenes de Oxford" reconoce haber puesto en "Evil Dead" todo lo que ha aprendido durante estos años, como si ese prolífico camino (con remansos en el género como "Frágiles" e "Intruders") le hubiera preparado para esta explosión de energía y desenfreno, este aquelarre de sangre y alaridos donde la frialdad de su técnica, siempre consciente y cerebral, vuelve a estar por encima de una escritura más sensible y anímica. Como suele ocurrir en Roque, la música es enormemente pulcra y honesta, tan lúcida y transparente que no necesita (o no pretende arrojar) segundas lecturas. Todo en ella está muy calculado, muy ajustado al "manual" de un especialista que conoce bien el lenguaje aplicado y sabe qué hace falta en cada momento. Y es eso, su absoluta eficiencia, su intachable precisión, lo que mejor responde a las necesidades vitales de un producto de consumo rápido como "Evil Dead", cuyas limitadas aspiraciones y falsa hemoglobina requieren, más que nunca, la probada experiencia de un maestro artesano que esculpa, talle y modele el artificio con virtuosismo y temperamento.
Todo lo bueno de Roque, el empuje y la vitalidad de "The Machinist" o "La caja Kovak", está presente en "Evil Dead", aunque su mayor inspiración no haya sido la sanguinolenta historia de una joven que pretende desengancharse de las drogas y acaba poseída por demonios desatados por la lectura del Necronomicón, sino ese poso de amor fraternal que existe entre ella y su hermano; una relación que lleva a Roque a jugar indistintamente con dos temas dramáticos embadurnados de melancolía, imbuidos de la calma que precede a la tormenta: uno (el principal) centrado en ese sentimiento de amor entre hermanos que conducirá a unas terribles consecuencias, y otro (el segundo) más volcado hacia un triste pasado que sigue latente y que resucitará en esa alejada cabaña de Tennessee. Ambos se irán transformando y adquiriendo timbres más pavorosos a medida que avanza el escalofrío gore, participando activamente de la música más hostil; el primero se toma su tiempo desde que un lánguido piano, tras el exorcismo del prólogo, le infunde ese halo de fatalidad propio de toda melodía que, consciente del espanto que se avecina, no ambiciona ser más esbelta o dilatada en su desarrollo ("I´ll Rip Your Soul Out", aislado para la edición de La-La Land en el corte "The Evil Dead Main Theme", que se escucha en los títulos finales después de "The Pendant"). A cambio, Roque la revuelve y se la va cediendo a cuerdas, metales y coros ("Three Ways of Saving Her Soul", "I´ll Do What I Gotta Do", "He´s Coming") hasta explotar en las voces de la coda final, momento en el que, una vez concluida la pesadilla, el compositor ya se permite explayarse sin ataduras a ritmo de tango macabro ("The Pendant").
Una metamorfosis similar actúa sobre el segundo tema, cuya breve melodía (más si cabe) ayuda a Roque a manejarla a conveniencia desde que asoma, con la misma tristeza y aflicción, en el piano y las cuerdas de "Sad Memories". Su maleabilidad, de hecho, le lleva a emplearla un mayor número de veces a lo largo del score, tanto en el trágico lirismo de "Come Back to Me" como la vigorosa acción de "He´s Coming" o "Abobination´s Rising". Hay un tercer motivo (más que tema) en forma de cuatro notas repetidas al piano que Roque va incrustando a modo de puente para hilvanar ciertos bloques musicales y que suena por primera vez, de hecho, al término de los dos primeros temas (en "I´ll Rip Your Soul Out" y "Sad Memories"). Pero lo más seductor de su esforzada composición, por encima de las llamativas apariciones de la sirena (ya desde el primer corte, "I´ll Rip Your Soul Out"), sigue estando en su venerable "reconstrucción" del género, todo un regalo para los adictos al fantastique: los muchos momentos en que los bramantes metales de Roque (con disonancias a la Goldenthal), sus sincopados ostinatos (en la línea del Herrmann de "Vertigo") o sus afiladas cuerdas (herederas del mejor Goldsmith) repasan los lugares comunes más excitantes del cine de terror dejando fragmentos de puro nervio (esos histéricos violines de "Nataly Hunting") y otros de una redentora mala uva (el "chincha rabiña" que se marcan las cuerdas al final de "Three Ways of Saving Her Soul" a modo de rabieta infantil) antes de alcanzar el clímax de "He´s Coming" y "Abobination´s Rising", secuencias finales en las que el compositor da ya rienda suelta a los coros en latín con una fuerza y un sentido épico que estallan en la fanfarria inicial que ilustra el rótulo inicial y final de "Evil Dead".
Es ahí, durante toda la parte resolutoria, cuando más se demuestra lo lejos que está Roque de la partitura contemporánea de género a lo Marco Beltrami (por más que su técnica y sus medios sean idénticos) y su deuda, en cambio, con todo ese cine terrorífico que ha lactado de la (a priori) modesta "The Changeling" o las mucho más referenciales partituras de Jerry Goldsmith, desde los dos "Jeepers Creepers" de Bennett Salvay al Christopher Young infernal de "Bless the Child" o "Drag Me to Hell". Porque, en realidad, lo que pretende Roque no es imitar "Poltergeist" o la trilogía de Damien, sino asumir ese modelo sinfónico como algo codificado para partir de cero, retomar el fondo y las maneras de ese concepto musical (ya explorado, ya asentado en el imaginario cinematográfico) para volcar su propio carácter, algo que le sentencia desde el principio a escribir "la partítura más terrorífica posible" basándose en lo "ya conocido" (pese a que la inserción de la sirena pretenda paliar ese escollo) pero cuyo temple y equilibrio demuestran que hacen falta otras cualidades más allá de la originalidad para edificar y sostener, pese a sus muchas convenciones orgánicas, una creación tan elaborada y disfrutable dentro como fuera de la película.
La que, hasta el momento, es una de las más ambiciosas y mejores partituras de Roque, al igual que la de mayor alcance mundial y la más larga que ha escrito (87 minutos para una película que dura 90), puede que no entusiasme a los más críticos con su falta de identidad (esa que, como se le achacara a Michael Giacchino, acaba aflorando desde la propia técnica), pero lo tiene muy fácil para seducir, desde su complaciente artesanía, a la gran mayoría de aficionados. Y es que alberga las herramientas necesarias (fuerza conceptual, dominio de la orquesta, elegancia expositiva) para que la clave de su éxito esté en lo mismo que se argumentó hace unos meses para justificar el Oscar a la Mejor Película a un producto de género como "Argo": "apasiona a unos pocos, gusta a todo el mundo y no desagrada a nadie".
Atención a la edición discográfica de La-La Land, que recoge 71 minutos frente a los 46 de la versión de descarga digital. Y atención también a ese teléfono que suena dos veces a partir del minuto 2:49 en el corte "Get Me Out of Here": ¿es el cartero o una extensión de la amenaza que proyecta la sirena?.
30-abril-2013
|