Ignacio Garrido
James Horner vivía a comienzos de los años noventa su mejor época profesional. Acosado por proyectos musicalmente jugosos uno tras otro, alabado por crítica y público como el compositor americano más importante del momento, era capaz de aunar en sus creaciones una capacidad sinfónica innegable con una inspiración melódica envidiable (muchas veces prestada o directamente plagiada, cosa que a toro pasado casi se le perdona), intercalando pequeñas aportaciones electrónicas con protagonismos solistas destacados, dejando ver la rúbrica de su firma en todos ellos y una constante reinvención de sus patrones, para lograr siempre una nueva vuelta de tuerca sobre los mismos. Hasta que el juguete se le rompió de tanto usarlo al tiempo que tocaba techo ganando sus recordados Oscars por "Titanic". A partir de entonces nunca volvió a ser el mismo, viviendo de las rentas y de un ego sonoro autocomplaciente y ajeno al mundo real.
Alexandre Desplat lleva más de una década logrando prácticamente lo mismo que Horner entonces, esto es ser ahora el último bastión y paladín de una forma de entender el arte de componer música para el cine. Y si bien su abultada cartera de proyectos parece no tener fondo, en los últimos tiempos si parece tenerlo su creatividad, más ahogada que de costumbre en los cenagales del mainstream, donde sobrevive como soldado de -mucha- fortuna entre proyectos oscarizables solventados en dos patadas ("Argo", "Zero Dark Thirty") y aspiraciones mayores que pasan desapercibidas, como su magistral trabajo para "The Ides of March". Rozando peligrosamente la extenuación laboral consigue repartir tiempo y estancia entre continentes sin rechazar el trabajo con amigos (el último Audiard; "De Rouille et D´Os") y colaboradores europeos a los que brinda su vena más desinhibida ("Reality"). Veremos cuanto aguanta hasta, una de dos, ganar el Oscar o desplomarse de agotamiento.
Escuchada sin complejos ni perspectiva "Rise of the guardians" entronca de lleno con sus títulos adscritos al apartado hollywoodiense, ofreciendo una audición hipervitaminada de clichés sinfónicos a cada cual más disfrutable, un festín para el aficionado menos exigente para con la profundidad de los temas e ideas de la creación. Se trata, en este aspecto, de un trabajo ciertamente meritorio en lo referido a la continuidad estilística hacia este tipo de productos infantiles, pues Desplat es más que capaz de aportar todo lo esperable en la construcción y estructuración de la obra en función de los patrones habituales (heroicos metales, viento dulce, cuerda melódica, atonalidad agresiva, coros mágicos, etc..), dejando claro a las pocas notas donde están el bien y el mal dentro del relato. No se puede reprochar nada al respecto, pero en su formulista desarrollo encontramos las huellas de temp-track tanto como la comodidad de un autor poco inquieto e inspirado por las imágenes a las que se enfrenta.
El inicio no puede ser más satisfactorio; una bellísima canción interpretada por Renée Fleming de gran tersura melódica y delicada armonía en "Still Dream". El tema principal hace inmediato acto de presencia en "Calling the Guardians" con toda la parafernalia al uso gracias a unos pegadizos aires bucaneros, destacando unas subliminales figuras al piano y percusión exótica. El minimalismo más reconocible de su autor se cuela entre las páginas de "Alone in the World" y "Dreamsand", mientras que la memoria de Goldsmith y su "First Knight" (otra vez tras su empleo por parte de Newton Howard en "Green Lantern") hacen acto de presencia en "Fanfare of the Elves", dando paso a los coloristas y bufonescos "Wind take me home!" o "Snowballs", que en sus momentos más jocosos recuerdan las ideas de "Mr Magorium".
De hecho, la sobre abundancia de estos pasajes, elaborados y consistentes pero terriblemente simplistas y reiterativos consiguen ahogar parcialmente el interés sobre el trabajo, resultando finalmente una cansina sucesión de momentos desenfrenados sin nexos de unión ni cohesión que los ate a idea arquitectónica interesante alguna excepto la testimonial aparición del tema central en alguno de ellos. "Busy Workshop", "Tooth Collection", "Jamie´s Bedroom", "Memorial" o el más animado en sus variaciones heroicas "Jack & Sandman" son amplia muestra de esta vertiente que se acompaña de ocasionales chispazos de calidad como esa de suerte de bailable que se torna en reflexiva tristeza durante "Easter" o la nobleza en la apertura de "Jack´s Center". La rememoración a Williams se despliega abiertamente en "Sandman Returns", tanto en sus patrones rítmicos como en las florituras de cuerda y metales, mientras que la rendición sinfónica del tema de apertura llega en "Dreamsand Miracles" y su continuación y coda en "Oath of the Guardians", uniendo de modo circular la aventura en el disco.
El peligro hace su gran entrada con el ominoso "The Moon" en un juego de escalas y dinámicas tremendista. Más interesante en sus iniciales referencias cruzadas a Stravinsky tenemos "Nightmares Attack", un estimulante ejercicio de polifonía y polirritmia en el que durante más de siete minutos Desplat ejercita su capacidad para el cambio de registro continuo, desde drama, suspense contenido, urgencia a terror. Sin duda la pista más destacada del score que tendrá cierta continuidad en los mimbres de "Jack Betrays", cuya pulsión rítmica y lúgubre orquestación nos recuerdan el mejor Potter desplatiano y el frenetismo inicial de "Pitch at Pole North". También destaca el grueso de "Jack´s Center", con un logrado tour-de-force orquestal de gran locuacidad en lo tenebroso y agresivo.
La generosa en duración y pulcra edición por parte de Varese de este Alexandre Desplat, amplificado por la habitual solvencia de la London Symphony Orchestra, viene a sumar enteros a su listado de trabajos esforzados aunque no particularmente brillantes, diezmando una vez más los bolsillos de sus seguidores. Y si bien no se le pueden interponer grandes peros al conjunto en su envoltorio, no es menos cierto que poco fondo se sopesa en obras de este calado con fecha de caducidad marcada en números rojos. El francés permanece indemne en creaciones como esta a costa de arriesgar más bien poco el vuelo de sus fulares.
13-febrero-2013
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