Ignacio Garrido
La siguiente etapa evolutiva en la franquicia Bond se presenta a todos los niveles en "Skyfall" más como un paso lógico que una progresión impuesta. Con la moderada libertad de la que ha gozado su realizador Sam Mendes para abordar la empresa, nos encontramos ante un capítulo extraño y algo amorfo, carente de cierta homogeneidad rítmica y una curiosa resolución anticlimática soslayada por un epílogo canónico que centra al personaje mirándolo de tú a tu con todo su bagaje histórico. No obstante por el camino quedan numerosos elementos de interés y aciertos narrativos destacables, que añadidos a la madurez de su discurso y a una sólida puesta en escena (deudora en más de un momento de oscuras caballerosidades como anunció el mismo director) configuran un cincuenta aniversario atípico y limítrofe con la propia entidad de la saga.
En este intento revisionista de maduración bondiana se incluye de pleno el trabajo acometido por Thomas Newman, cuya desubicación inicial en un proyecto de tan codificados parámetros estéticos en lo que a su apartado musical se refiere podría chocar a más de uno, incluso atendiendo a sus exitosas colaboraciones previas con Mendes en "American Beauty" o "Road to Perdition". El mismo compositor declaraba su intención de amoldarse lo más posible a las líneas habituales de la serie, quedando sus intenciones a medio camino por la bifurcación a la que se ve sometida la partitura que nos entrega, que en su lanzamiento discográfico repite la estructura, duración e intenciones de aquel magnífico (y por comparativa muy superior) "Casino Royale", ausencia de canción -correcta aportación y poco más de Adele- central incluida. Así Newman parece subdividir sus esfuerzos en dos líneas estilísticas proximales, que si bien casan aceptablemente como conjunto por el barniz moderno que la obra rezuma, dejan entrever también las aproximaciones conceptuales equidistantes que el compositor emplea para ellas.
La primera y menos interesante es la genérica en el terreno de la acción y el suspense, donde el músico elabora solventes y en ocasiones bastante dignos bloques de acción como el arranque "Grand Bazaar, Istanbul", la breve "Silhouette" o "The Bloody Shot", así como pasajes más anodinos pero también más identificables con la firma de su autor en "New Digs", "Shanghai Drive", "Close Shave" y "Granbourough Road". A estos hay que sumar otros más impersonales y deudores de las dos sagas que han acotado el sentido rítmico, armónico y estructural de la música de acción contemporánea, como son el Powell de Bourne y el Zimmer de Batman. Ambos dejan apreciar su tono en pistas como "Jellyfish", "Quartermaster", "Tennyson" o "The Moors", que deslucen las formas y logros del resto bajando el listón cualitativo de la creación. Aparte tenemos los puramente incidentales "Voluntary Retirement", "Day Wasted" o "Someone Usually Dies", que en su tedioso e inexistente desarrollo alcanzan lo soporífero, cuestionándose el que suscribe una vez más qué sentido estético musical tiene la inclusión de pistas como éstas en una edición discográfica cuya audición debería responder a algo más que al mero rememoramiento secuencial cinematográfico de la aventura.
La otra vertiente mucho más sugestiva para el aficionado y seguidor de Newman viene imbuida en los instantes más reflexivos, líricos y psicológicos de la cinta frente a los situacionales. En cortes como "Severine", "Modigliani" e incluso en los ampulosos y llamativos "Brave New World" y "The Chimera" (con ecos del último Goldsmith resonando entre las páginas) se nota la mano de un gran músico capaz de aportar ideas además del envoltorio de lujo a nivel narrativo que se le da por sentado en el terreno audiovisual, resultando particularmente destacable "Skyfall", un pasaje de belleza hipnótica y eco cuasi mitológico, pleno de emoción y pureza que rememora su "Zihuatanejo" de "Shawshank Redemption".
De este modo, entre la poca contundencia de su acción (cualquiera de los pasajes destacados de Arnold para los films previos de Craig como Bond, "African Rundown" o "Target Terminated", superan con mucho el mejor de Newman), lo impersonal y meramente funcional del grueso de su planteamiento en la recta final ("Kill Them First", "Wellcome to Scotland", "Mother"), así como la ausencia general de riesgo en el trabajo, hacen del mismo una aportación a la saga meramente testimonial por parte de un nombre otrora tan destacado como Thomas Newman. Más todavía si, para salvar la partitura, nos agarramos a los momentos destacados en los que se aprecia con nitidez la firma de su autor, acabaremos por asumir que la calidad incuestionable de éstos potencia con creces su bipolaridad, concluyendo que el encargo en el fondo no era más que eso; un encargo.
21-noviembre-2012
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