Manuel E. Díaz Noda
En su momento, Henry Mancini no fue únicamente un grandioso compositor, capaz de marcar un estilo propio e imitado hasta la saciedad entre las décadas de los 60 y 70. También fue un artista extraordinariamente hábil a la hora de atraer a la audiencia y llevar las ediciones discográficas de sus trabajos a cotas comerciales impensables para el mercado de las bandas sonoras de la época. Habituado a los estándares del mercado del jazz, el músico encontraba pobres los recursos técnicos con los que contaba en la industria del cine para la grabación y difusión de las partituras de sus películas. Esto le llevó a instaurar una estrategia diferente, regrabando los temas más retentivos de sus composiciones para crear así una edición discográfica de ajustada duración capaz de rememorar la experiencia cinematográfica, pero que adquiría una identidad propia e independiente de la música que acompañaba a las imágenes en pantalla. Con este subterfugio, Mancini logró elevar sus discos a los más altos puestos de los rankings de ventas y convirtió algunos de sus temas en auténticos hitos musicales, aunque éstos, en ocasiones, se alejaran discretamente de la versión cinematográfica con el fin de acercarse más al oído del público. En general, esta estrategia siempre ha sido alabada y elogiada, sin embargo, es inevitable apreciar en ella una cierta traición a la partitura original, dejándola a la sombra de la versión más popular presente en el disco. Esto es especialmente llamativo en el caso de “Charada”, uno de los trabajos más populares de Mancini, que, gracias a la reciente edición completa ofrecida por Intrada a partir de las sesiones de grabación originales, podemos recuperar en todo su esplendor, redescubriendo una partitura mucho más rica, ambiciosa y dramática que lo que había registrado la edición de 1963.
Conocida como “la mejor película de Alfred Hitchcock jamás realizada por él”, “Charada” fue producida en un momento en el que el cine del maestro del suspense se encontraba en pleno esplendor y había creado escuela entre los cineastas de Hollywood. Stanley Donen, por su parte, era un director afincado principalmente en la comedia y el musical, con un cuidado interés por el tiempo narrativo y la estética en todas sus películas, elementos decisivos para este thriller de espionaje, con altas dosis de comedia y romance. La presencia de Cary Grant como uno de los protagonistas de la cinta ayudó a estrechar los parecidos entre esta película y el cine de Hitchcock, al fin y al cabo, el galán era uno de los actores fetiche del cineasta británico y tan sólo un par de años atrás había protagonizado uno de sus tándem más celebrados, “Con la Muerte en los Talones”; sin embargo, Grant era también un actor recurrente en el cine de Donen, siendo “Charada” la cuarta y última de sus colaboraciones cinematográficas, tras “Bésalas por Mí”, “Indiscreta” y “Página en Blanco”. Audrey Hepburn, por otro lado, suponía una digresión del estilo de Hitch, su físico distaba de las voluptuosas rubias que gustaban al realizador de “Encadenados”, “La Ventana Indiscreta” o “Vértigo”. La actriz había trabajado ya a las órdenes de Donen en la maravillosa “Una Cara con Ángel” y el cineasta estaba empeñado en emparejar en la gran pantalla a las dos estrellas.
Pese a la evidente intención de Donen de replicar los patrones narrativos del cine de Hitchcock (marcados desde los títulos de crédito iniciales, con un Maurice Binder imitando a Saul Bass), el apartado musical no pecó de intentar mimetizar el estilo de Bernard Herrmann, sino que ofreció a Henry Mancini la oportunidad de crear una partitura absolutamente propia. Si bien hacía pocos años que el compositor había irrumpido en la escena hollywoodiense -tras una década de trabajos no acreditados y labores de adaptación musical, su labor en “Sed de Mal” marcó un punto y aparte en su carrera-, la reciente popularidad de sus temas para “Peter Gunn”, “Desayuno con Diamantes”, “Hatari” o “Días de Vino y Rosas” le había colocado en una situación emergente dentro de la industria. Por otro lado, su estrecha amistad con Audrey Hepburn pudo abrirle las puertas de esta producción, sin olvidar que Cary Grant estaba ya en otra cinta musicada por Mancini, “Operación Pacífico” de Blake Edwards.
La nueva edición de Intrada mantiene, por supuesto, los temas clásicos de la partitura. Desde el legendario tema principal, en sus dos trascendentes variantes (instrumental para los títulos de crédito y vocal, con las magnífica letra de Johnny Mercer), hasta un conjunto de temas variados, rítmicos y descocados, de fuerte influencia jazzística y con una orquestación apoyada en la percusión, las cuerdas y los vientos, de fuerte inspiración latina para darle a la aventura ese tono exótico y desenfadado, clave para la faceta más humorística de la cinta de Donen (“Megeve”, “Mambo Parisienne”, “Orange Tamoure”). Estos temas, como comentábamos antes, son presentados en su versión original y no de acuerdo a las variaciones posteriores que preparó Mancini para la edición de la banda sonora en 1963, por lo que incluso en esto se ofrece una novedad para los que estábamos habituados al sonido del disco original. Sin embargo, el verdadero regalo que nos hace la nueva presentación radica principalmente en los temas inéditos (un total de 15 cortes de los 28 que componen esta edición), la mayor parte de los cuales corresponden a los fragmentos más oscuros y siniestros de la película, potenciando el tono de suspense y amenaza de la partitura y derivando la impresión global de la música hacia un terreno más pantanoso y menos naíf del habitualmente atribuido a la composición. Desde la incorporación del breve pero definitorio “Charade Logo” (que corresponde al prólogo en el que el cadáver de Charles Lampert es arrojado fuera del tren en marcha), pasando por temas como “Positive Identification”, “Don´t Trust Him”, “Hook Fight” o “Poor Dead Herman”, nos encontramos con una partitura mucho más rica en matices, que profundiza en la psicología y la relación de los personajes y añade más peso al drama. La acción también queda magistralmente subrayada en temas como “Metro Chase”, “Son of Metro Chase” o “Game Over”, sublimes muestras de la capacidad de Mancini para acompañar las secuencias más trepidantes y vertiginosas de la trama. Destaca también la presencia de diferentes variantes del tema principal (“Empty Room”, “Mean Cat”, “Fatherly Talk”), olvidadas en la edición anterior, y que sirven especialmente a la hora de sustentar la fluctuante relación entre los dos protagonistas, entre el romance, la confesión íntima y la desconfianza. Esto confluye hacia el corte final (“True Identity and Finale”), sin duda la gran ausencia de la edición del 63, ahora gratamente recuperada para deleite del aficionado.
Presentada además de manera cuidada con un ilustrativo libreto, esta edición completa de la partitura de “Charada” por parte de Intrada debería ser una compra obligada para todo aficionado a la música para el cine, no sólo por cubrir una deuda histórica con este gran clásico, sino por el mimo y la exquisitez con la que se ha llevado a cabo este tributo.
8-octubre-2012
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