Frederic Torres
Michael Giacchino vuelve a repetir en una de las franquicias más vivas del Hollywood actual y casi que con toda seguridad habrá pesado en su elección/selección, más allá del efectivo trabajo para “Misión: Imposible III”, junto a su mentor J.J. Abrams, el hecho de que el director al frente del nuevo proyecto haya sido Brad Bird, con quien Giacchino se diera mundialmente a conocer en la extraordinaria “Los Increíbles” a mitad de la pasada década y compartiera exquisiteces artísticas en “Ratatouille”, renovando de esta manera las expectativas del aficionado incluso desde un punto de vista ajeno a la insistencia en la saga de parte del compositor, dado el gratificante recuerdo de los antecedentes conjuntos. Y cierto es que tanto desde una óptica como desde otra el resultado es notable, por lo adecuado y vibrante pero también por lo ajustado de su dosificada orquestación, detallista y cuidada, cómplice del apego a las maneras sixties originales de Schifrin certificadas, por ejemplo, en una variedad percusiva (auténtico denominador común de la partitura) que tamiza de nervio rítmico los resultados y, sobre todo, en el mayor número de citas del conocido tema central original, con presencia más o menos protagónica en casi todas los cortes del disco, respecto al trabajo anterior, así como también del otro referente musical de la serie, el conocido “The Plot” (aunque éste en menor medida).
Giacchino se aplica, pues, a sus propósitos retomando una vez más el motivo principal, en “Light the Fuse”, para recrearlo con una insólita fidelidad al original televisivo, ejecutado por las flautas y apoyándose en una literal base rítmica que mantiene el tempo de aquel pero con un desarrollo expositivo ralentizado y ampliado exponencialmente en el viento metal (trompas y trombones) a fin de dotar de un mayor empaque el resultado final, de una plasticidad cinematográfica incuestionable. Con ello se consigue resultar novedoso toda vez que el espectador obtiene la constante que identifica el origen y condición (puesta al día incluida) de aquello que está viendo/escuchando, siguiendo la estela del canon establecido por el sobresaliente trabajo de Danny Elfman para el primer título de la saga, hace ya más de una década. La situación es semejante también a la que acontece con la otra exitosa y ya veterana franquicia de espionaje, la protagonizada por el inefable agente secreto 007, aunque sus estilos varíen en planteamientos y consecución de objetivos debido al diferente origen de cada uno de los personajes, británico aquel, apoyado siempre principalmente sobre el viento metal como pomposa ostentación del antiguo poderío universal del imperio británico que fue; norteamericanos los otros, caracterizados por una impronta identitaria jazzy a modo de icónico signo distintivo, a la que cabe adicionar, frente al acérrimo individualismo del agente británico, y por mucho que todos ellos estén comandados por Ethan Hunt (Tom Cruise), absoluto protagonista de la función, su condición plural como integrantes del equipo de turno de la FMI (Fuerza Misión Imposible), facilitando de este modo su continua interacción en un escenario dramático idóneo para las combinaciones rítmicas, metáfora de las complicidades y tensiones inherentes en el seno del grupo.
En este sentido, el compositor salpica la orquestación con una serie de leves pero idiosincráticos toques a la búsqueda del adecuado maridaje entre el desarrollo de la acción, que como es habitual en la franquicia se ubica en los más exóticos parajes (en esta ocasión: Budapest, Moscú, Dubai y la India), y su relación/implicación con los diferentes integrantes del equipo, de entre los que servirían de perfecto ejemplo la combinación tanto de “The Plot” como del tema principal con otro motivo de inspiración eslava participado por un no menos típico y vigoroso coro de voces masculinas para “Kremlin with Anticipation” y “From Russia with Shove”, respectivamente; el arranque con un órgano Hammond de la espectacular “A Man, a Plan, a Code and Dubai”, cuyo desarrollo acaba desembocando en un tutti orquestal de reminiscencias orientalizantes; el tema central interpretado para la ocasión al sitar en “Mood India” sobre un fondo percusivo sintetizado, y, finalmente, el ritmo bollywood empleado en “Mumbai´s the Word”, fusionando cánticos hindús con vibrantes scherzos de cuerda y rítmica percusión, efectos tipo echoplex incluidos. Este juego de acciones salpicado de mayor o menor pintoresquismo contextual, aboca a una partitura efervescente, con una tensión interior que nunca decae y cuya actualidad contextual obliga al compositor a una meditada actualización electrónica, de puntual uso en determinados momentos clave (las guitarras eléctricas de “Kremlin with Anticipation” o, con mayor presencia aún, de “Out for a Run”), con el fin de dotar de contemporaneidad el aspecto sonoro final.
La lucidez con que se emplea el compositor impide que esta exposición de elementos exóticos entorpezca la intensidad que la película demanda. Más bien al contrario, su mesura, como también la del citado goteo del catálogo de actualizaciones, potencia su sofisticación así como los elementos estructuralmente dramáticos del trazado principal de la partitura alcanzando estándares de un nivel realmente sobresaliente en “Knife to a Gun”, una especie de fuga beethoviana iniciada con un lento movimiento de cuerda y viento al que sigue un pletórico scherzo que exhibe la portentosa y muscular habilidad de la que es capaz el compositor para ilustrar, como nadie, espectaculares secuencias de acción. De igual modo encontramos, en “Ghost Protocol”, la famosa nota repetitiva del piano arropada por el sostenido agudo de la cuerda, santo y seña del repertorio habitual de Giacchino, antes de dar paso nuevamente al rítmico scherzo, condimentado de percusión y pirámides de metal (y la cuerda en crescendo) con que finaliza el fragmento. Como también el empleo, en registro grave, del piano, indisolublemente ligado a las escalas de la cuerda, imprescindible para generar las necesarias dosis de misterio expuestas en “Hendrick´s Manifesto”. O, para finalizar, el indispensable tema lírico, netamente reconocible en su autoría, escuchado brevemente en “Love the Glove” (antes que los trémolos de la cuerda, el arpa y los pizzicatos combinados con el viento madera lo transformen en un tema de sensaciones intrigantes), y, de modo mucho más extensivo, en “Putting the Miss in Mission”, a modo de relajada coda tras el desenlace expuesto en la definitiva y enérgica “World´s Worst Parking Valet” (tema cuyo título parafrasea el de la resolución -“World´s Worst Field Trip”- de “Super 8”, en la bromista tradición del compositor a la hora de nombrar, citando referencias propias y ajenas, tanto emblemáticos films como partituras). Todo ello antes de ofrecer una última y breve exposición del famoso tema central como colofón final del disco y de un año prolífico que, a pesar de no haber arrojado resultados artísticos sustanciales, dada la ausencia del compositor en la terna final de los premios importantes de la temporada, sí lo confirma definitivamente como una de las principales bazas profesionales a la hora de afrontar con solventes garantías cualquier tipo de proyecto, se trate de comedietas adolescentes (“Montecarlo”), películas de dibujos animados (“Cars 2”) o blockbusters de verano (“Super 8”). Y también, si hace falta, de invierno.
17-febrero-2012
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