Ignacio Garrido
1985 fue un año que marcó a fuego gran parte de un segmento de aficionados a la banda sonora, más concretamente la nacida a la sombra de "Star Wars" y al cine visionado entonces con la imaginación efervescente de la infancia activada a pleno rendimiento a un paso de la adolescencia. Se comenzaba pues a "escuchar", proveniente de imágenes cautivadoras y a la postre ensambladas con una buena dosis de retroalimentación naif, la música para un puñado de títulos carismáticos cuya leyenda ha ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirlos en emblemas generacionales; "Los Goonies", "El Secreto de la Pirámide", "Regreso al Futuro" o la propia "Exploradores". No resulta por lo tanto casual que la pasión desbordante que se siente por estos títulos y otros de índole similar ("Silverado", "Baby", "Spacecamp", etc...) se aten cronológicamente a un momento clave en el despertar de las debilidades y pasiones artísticas que nos acompañarán de por vida.
Esta veneración por los pasados tiempos mejores suele venir además acompañada por la sobredimensión de las lentes deformantes de la memoria sentimental, con lo que lo recordado se experimenta conforme a unos parámetros exógenos a la propia entidad artística de la obra atendida, volcando en ésta virtudes emocionales que poco o nada tienen que ver con su calidad intrínseca. Es por ello que revisionando trabajos pretéritos de momentos clave tan destacados como el mencionado, la desilusión de la madurez haga venirse abajo gran parte de ellos. Sin embargo, existen otros títulos que se muestran perennes e impertérritos al paso del tiempo, conservados tanto en la memoria como en su sentido primigenio creativo en un ámbar musical capaz de hacer las delicias hasta en su quincuagésima audición, tras desempolvarlo y acicalarlo en formato deluxe, asegurando el paso por caja de la susodicha generación al completo.
De este modo, el incunable en que se había convertido la edición primigenia de "Explorers" de Varese, con poco más de media hora de composición del mítico Jerry Goldsmith, suponía revisión cuasi obligada en la época de la fulgurante edición limitada. Fake mediante (¿quién si no?) y hágase la luz. Pero con este título hemos sido testigos de un inédito viraje en la política de lanzamientos de Intrada, al anunciar una segunda tirada tras ver desaparecer las habituales tres mil copias en un suspiro, rompiendo de un plumazo la baraja de su propio juego en un acto de aparente deferencia hacia sus habituales compradores y una bofetada de honestidad hacia los también habituales especuladores. Esta nueva postura obliga también a analizar actuaciones previas, y no sólo a agradecer un gesto que parece mantenerse en subsiguientes títulos, meditando hasta donde las políticas de las compañías, en lo que a ediciones limitadas se refiere, juegan al ratón y al gato con los hambrientos aficionados nostálgicos.
Sea como fuere "Explorers" es una auténtica maravilla. Lo fue en su momento y lo sigue siendo ahora, pero además esta nueva edición completa permite calibrar mejor todavía el talento e infinitos recursos narrativos y emocionales de Goldsmith a la hora de acercarse a proyectos queridos y cómplices (no olvidemos que estamos hablando de una cinta de Joe Dante). Así, del misterio inicial que su "Main Title" en sendas versiones (incluyendo y no respectivamente el boogie alienígena en el subtexto de las breves piezas) desliza en el juego electrónico con la aparición del motivo dedicado a los sueños del joven Ethan Hawke, pasamos al ambiente adolescente con uno de esos inconfundibles temas de barrio a los que Giacchino intentó parafrasear sin demasiada enjundia en "Super 8" durante "Sticks and Stones" y su variación aligerada en la primera mitad de "Free Ride", pero que ahora se ve reforzado por pequeñas piezas de orfebrería audiovisual como el ágil scherzo de "Lori/Intervention" (asociando el motivo también a la chica de sus “sueños”) o el poso melancólico de hermosos tintes impresionistas de "Home", con variación sobre dicho tema y la aparición de un nuevo motivo que se recuperará con irónicas intenciones durante el final de “Fast Getaway”, ofreciendo mayor enjundia al comentario musical dedicado a las peripecias cotidianas de los protagonistas.
Del mismo modo el elemento fantástico surge remarcando el aparato electrónico asociado a la llamada extraterrestre (una idea tan sencilla como efectiva con la que resolver sensaciones con una orquestación adecuada) dentro del empleo de figuras rítmicas y ostinatos que conversan en animosos diálogos polifónicos, livianos como "The Bubble" y "Cazed Bubble/Fuse Box" o potentes como la segunda parte de la mencionada "Free Ride", y la tensa urgencia in crescendo de "No Air". Además, en una de esas jugosas ideas escamoteadas del álbum original, el compositor aporta una deconstrucción del motivo del sueño invirtiendo sus notas durante la pista "I Want To Live", asociando dicha inversión al desasogiego del piloto de helicóptero que cree haber visto un O.V.N.I., el habitual de la casa Dick Miller, por ser el receptor en su adolescencia de los mismos sueños (no entendidos y cumplidos en la misma medida que la pandilla, no es casual por lo tanto su profesión adulta) que ahora atrapan a los chavales. Esta idea se intensifica en pistas tan significativas -y de nuevo inéditas- como "More Dreams/Dreams" y en especial "Let´s Go". Botón de muestra de la profundidad e inventiva conceptual de Goldsmith para con las cintas en las que trabajaba a gusto.
En cuanto al material puramente aventurero y de fuerte calado melódico, lo encontramos desarrollado nítidamente por primera vez en las inéditas "Peek-A-Boo" y "The Prospect", que anuncian con sutileza y emoción contenida la explosión que va a acontecer en el ya clásico "The Construction", uno de esos poderosos y vibrantes temas heroicos del mejor Goldsmith ochentero. Un sencillo y acertado ritmo percusivo acompasado por cinéticas cuerdas y contínuas intervenciones de metales y maderas definen la aventurera melodía central, usando el tema del sueño como contrapunto a modo de ostinato, que combinado con estallidos orquestales pletóricos de fuerza y emoción configuran una de las piezas más recordadas del maestro de los ochenta. Pero en una inteligente estratagema el californiano no satura la partitura con la misma, sino que la convierte en objeto de ocasionales y exquisitas variaciones de calado nostálgico con la intervención de la armónica en "The Roof Top" y "The Thunder Road" o de pletórico ímpetu como el arranque de "First Flight", coloreado por una portentosa sección de percusión polifónica para xilófono y pícolos, que se remata con festivas apariciones de la frase central.
Y llegamos a los puntos álgidos de la creación (con el permiso de "The Construction") con el inicio del viaje en "Fast Getaway", la primera gran set-piece musical en cuanto abarca toda la apresurada huída del grupo de las pesquisas del piloto, su despegue, el transporte a otra galaxia y la llegada a la nave alienígena. Una pista donde Goldsmith comprime y estira los tempos a su antojo, ejerciendo de impulsor de la acción y auténtico motor de la suspensión de descreimiento de una secuencia que resuelve en menos de cinco minutos un sinfín de situaciones y sensaciones, concluyendo el sueño no cumplido del piloto con una bellísima alteración de su motivo inverso al presentar éste la partida de los protagonistas, e incluso anticipa la decepción de una aventura que pronto se desvelará no estar a la altura de las expectativas soñadoras de Hawke con la soterrada aparición del tema escuchado al final de “Home” como reflejo de la peculiar familia de Wolfgang, el joven prodigio científico capaz de materializar (y por lo tanto desintegrar en cierta medida) el sueño compartido, que ahora va a encontrar a otro tipo de familia disfuncional de similares características. Otra pequeña genialidad asociativa del californiano que por ausencia del citado tema no llegaba a tomar forma dentro de la narración musical.
Una vez en la nave, el efecto de extrañamiento se intensifica con breves pasajes donde la electrónica se apodera de la sonoridad, aportando tintes misteriosos como “Wait Up”, chispazos de acción inconfundibles como “The Spider”, sugerentes efectos ondulantes que vaticinan el boogie alienígena en “Alien Love Call” o el esperado encuentro de Hawke con la versión más dulce del tema de la construcción durante “We Come In Peace”. “She Likes Me” representa otro de los instantes destacados del último tercio de la aventura, con un tema de aires rockabilly y bufonescos, pegadizo y tremendamente simpático, pero absolutamente desmitificador de las aspiraciones espaciales del joven protagonista. Asimismo Goldsmith vuelve a introducir un personal guiño metalingüístico en la pista “Looks Real”, empleando el tema central de su obra cumbre “Alien” para describir la animadversión de los humanos por la vida extraterrestre en innumerables imágenes cinematográficas que su nuevo amigo le muestra como motivo a su cautela y ausencia de posibles visitas a la tierra.
La llegada de una nave superior (“Space Pirates”) precipita los acontecimientos y revela la verdad de la llamada extraterrestre, dando paso al viaje de vuelta en “Gifts/Home Flight”, otro prodigio de ensamblaje audiovisual que se inicia con el motivo del sueño invertido –cumplido al fin aún de modo inesperado y poco convencional– convirtiéndose en un nuevo elemento, esa materia de la que están hechos los sueños entregada a cambio de la decepción sufrida por el descubrimiento (quizás su ausencia en realidad) hecho en el espacio sobre la vida alienígena que les llamaba. El compositor combina y superpone ideas, motivos y variaciones con brío y vigorosidad, con sutileza y elegancia hasta concluir una triste rendición del tema de los sueños no cumplidos al final de esta pista, sin duda la más destacada de las inéditas hasta el momento. Pero Goldsmith se guarda lo mejor para el final en ese tour de force de esperanza y maravilla que es “Have a Nice Trip”. Pocas veces uno siente recuperar con tanta fuerza la inocencia de la juventud y sus sueños que con pasajes tan excelsos como éste, una montaña rusa de emociones donde todos los temas alcanzan su cenit, desde el del sueño en su más cautivadora aparición, como el boogie en su versión más enfática y contagiosa, hasta culminar la banda sonora con el “tema de la construcción” pletórico y fanfárrico, que se cierra con una coda insuperable firmada de modo inconfundible por un músico en estado de gracia.
La impecable edición, si bien no indispensable (tan solo “Home”, “I Want To Live” y “Gifts/Home Flight” se antojaban necesarios entre los inéditos), si resulta altamente enriquecedora respecto a la previa de Varese. Pero supongo del todo innecesaria la recomendación a estas alturas, dado que su contenido duplica la duración de la edición primigenia y amplía considerablemente el alcance y virtudes de una obra extraordinaria en todas sus vertientes; en tanto reflejo de una época, título destacado dentro de la carrera de su autor o como colaboración insigne de una dupla de lujo. “Explorers” sigue (y seguirá siendo) una joya no solo por sus intrínsecos valores musicales y logros narrativos audiovisuales, sino por la pureza de su discurso y la potencia sonora de su mensaje. Gracias a trabajos como éste uno siente que podría amar la música de cine para siempre, pues tal es la materia de la que se fabrican los sueños y Jerry Goldsmith demostró con él, una vez más, ser uno de sus mejores demiurgos.
19-diciembre-2011
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