José-Vidal Rodriguez
La relación profesional entre el cineasta Joe Dante y Jerry Goldsmith data del encuentro de ambos en un proyecto de 1983 ideado por el Rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg. “Twilight Zone: The Movie” era un filme estructurado en cuatro relatos cortos de terror en el que Dante se ocupó de la dirección del tercero de ellos, el titulado ”It´s A Good Life". Para Goldsmith era la segunda colaboración con Spielberg tras atender éste un año antes, como productor ejecutivo (y director en la sombra), a la realización de la que sería, musicalmente hablando, una auténtica obra maestra del californiano: la partitura escrita para “Poltergeist".
Esta es la génesis de una unión profesional que se alargará en el tiempo desembocando en el último score escrito por el músico antes de su fallecimiento en julio de 2004, la cinta “Looney Tunes: Back in Action”. ”Gremlins” fue, sin embargo, el filme que finalmente catapultaría la carrera del cineasta, de nuevo apadrinado por el aval spielbergiano. Una historia orquestada para un público joven, que prácticamente no necesita presentación ante su descomunal éxito conseguido en taquilla. Considerada como una de las más singulares obras del Goldsmith de los 80, la partitura constituye ante todo una muestra evidente de la habilidad del maestro para integrar música electrónica con parámetros sinfónicos convencionales, aún cuando su tema más representativo, el memorable “The Gremlin Rag”, sea concebido exclusivamente para sintetizadores. Sobre esa dualidad de colores, en la que lo orgánico coexiste perfectamente con la veta electrónica tan de moda en la década (y que desgraciadamente no ha aguantado el paso de los años), el discurso del californiano tiende a subrayar los aspectos cómicos del relato, dando primacía a formas histriónicas y deliberadamente bufas (con el tema “Mrs. Deagle” como mejor exponente), salpicadas por una anarquía musical que incluso convierte varios villancicos tradicionales en el fondo sonoro de la malignidad de las criaturas.
El desglose temático, impecable, descubre un evidente binomio basado en la tradicional asimilación musical del bien y el mal. Toda vez que el bien está encarnado por el entrañable Gizmo, otro de esos muñecos cinematográficos que buscan la ternura inmediata del espectador, su identificador musical descansa en una cautivadora melodía que evoca, inteligentemente, un amplio y expresivo abanico de ternuras y afinidades con el chico protagonista. Presentado ya en el inicial “The Shop / The Little One”, Goldsmith imprime un carácter onírico al tema mediante un timbre que simula los susurros y la tenue “voz” de Gizmo, aprovechando la belleza de la frase para reconducirla con posterioridad hacia un eficaz love theme. A pesar de que la criatura es normalmente retratada con esta suerte melódica (en determinados momentos, de forma demasiado insistente), el compositor reserva puntuales ideas adicionales para aquellos instantes en los que la mascota abandona su bisoñez en la pantalla. Es el caso del tour-de-force escuchado en “The Fountain / Stripe´s Death”, corte del que subyacen motivos heroicos y cadencias triunfales à la Prokofiev.
Siendo el tratamiento del "bien" un tanto funcional, bastante más estimulante se presenta el material dedicado a la (hilarante) maldad de los “hermanos” de Gizmo. El mencionado “Gremlin Rag” es el segundo motivo angular del score, utilizando su obvia estructura de ragtime para desarrollar de modo peculiar una retentiva y desenfadada marcha bizarra, tan solo deslucida por un empleo trasnochado de los teclados. Consciente de ello, el autor suavizará esta electrónica para la versión de la misma incluida en la secuela de 1990, dando así mayor protagonismo a la orquesta. Conviene recordar además, que esbozos de este tema se escuchaban ya en la comentada “Twilight Zone: The Movie”, concretamente en la música escrita para el cuarto relato dirigido por George Miller y centrado también en una criatura de tintes diabólicos. Pero volviendo al filme que nos ocupa, es curioso cómo Goldsmith anticipa este identificador mucho antes de que aparezcan los seres, ni más ni menos que en el arranque del “Late for Work”, un corte que por otro lado destila gran vitalidad y desparpajo a la hora de retratar el típico barrio residencial americano (algo usual en el maestro, ya que las pautas rítmicas y los pizzicatos rememoran presentaciones similares usadas en “Poltergeist” o posteriormente en “The Burbs”).
El material dedicado a las criaturas se completa, entre otros, con el empleo de un interesante elemento muy presente a lo largo del encargo: el californiano integra en su discurso una serie de eclécticas distorsiones electrónicas para emular los "gruñidos" de estos seres, creando una ilusión onomatopéyica que caracteriza cortes tales como "A New One", "High Flyer" o el potente “Too Many Gremlins“. Todos estos recursos potencian el lado gamberro de un filme que se convierte, parapetado tras una mirada no exenta de cinismo, en una desenfadada espiral de mamporros y gracietas, retratando en clave metafórica la inadaptación de una aparentemente inofensiva juventud atrapada en subversiones tales como el punk y las drogas de diseño (estigmatizando así a una generación que poco o nada bueno puede estar haciendo después de medianoche).
El anunciado cese de actividad del sello FSM previsto para 2012, no es óbice para que el equipo de Lukas Kendall se marque un rotundo éxito en ventas con la publicación íntegra de una partitura considerada, sin lugar a dudas, como todo un caramelo que los seguidores de Goldsmith llevaban años esperando llevarse a la boca. Pese a la cada vez más infame costumbre de incluir en un segundo compacto el prescindible LP publicado en su día (mezcla de canciones pop y tan sólo 16 minutos del score original), la edición cumple con las expectativas y satisface plenamente a los amantes de la peculiar imaginería de este Goldsmith subversivo. Al fin y al cabo, “Gremlins” es un perfecto exponente de la mitomanía propia de todo una generación, algo que puede haber influido a la hora de elevar la partitura a una categoría ciertamente desproporcionada, sobre todo si se la compara con otras obras de la que es una de las más grandes carreras de la profesión.
1-diciembre-2011
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