Frederic Torres
Aunque se esperaba que fuese uno de los grandes éxitos veraniegos internacionales del año (aquello que se conoce con el anglicismo/barbarismo de Blockbuster), esta producción de Steven Spielberg (la segunda este verano, aunque en clave menos personal que “Super 8”), una propuesta cinematográfica que podría haber tenido su mayor baza desde un enfoque de puro divertimento de haberse planteado como un homenaje a la serie B participando de unos géneros tan emblemáticamente norteamericanos, se toma, sin embargo, demasiado en serio a sí misma propiciando que la escasa química entre los protagonistas (dos pesos pesados como Harrison Ford y Daniel Craig) certifique la fallida condición del producto finiquitándolo de forma irremisible a ojos del espectador dotado de un mínimo de sentido común. Y a pesar que dicha circunstancia no se suele traducir en que una película deje de convertirse en todo un éxito económico, no ha sido el caso en esta ocasión pues el film nos llega tras su sonoro y estrepitoso fracaso en las pantallas estadounidenses indicando que, tal vez, aún hay posibilidades de vida inteligente no exclusivamente extraterrestre.
Gregson-Williams, un tanto desdibujado tras haber abandonado la franquicia narniana, ha sido el compositor encargado de afrontar el envite musical despertando, dada la curiosa atracción del exotismo de la propuesta, cierta expectación ante la perspectiva adoptada a la hora de abordar esta encrucijada genérica, sobre todo teniendo en cuenta la específica codificación de los géneros en liza. Como se suele decir que no hay “dos sin tres” y tras su anónimo paso por los fallidos “X-Men Origins: Wolverine” (insípida prolongación de la trilogía original) y “The Prince of Persia” (adaptación del famoso videojuego), el compositor lo vuelve a intentar con esta nueva asignación que a tenor de las características de sus responsables (además de los dos actores mencionados y la producción de Spielberg, la dirección es de Jon Favreu, realizador de las dos exitosas adaptaciones del Iron Man marvelita, participando en el guión Damon Lindelof, habitual de “Lost”) parecía asegurar un alcance mediático de primera magnitud. Contando con la habitual y experimentada The Hollywood Symphony Orchestra (se trata de un Varèse) y con las colaboraciones especiales de la voz de Lisbeth Scott (frecuente en las partituras de Gregson-Williams aunque con poca presencia en esta ocasión) y del chelo electrónico (recordemos el gran protagonismo del violín electrónico en Narnia), las incógnitas se desvelan rápidamente nada más escuchar el primer fragmento del disco (“Jake Lonergan”), dedicado a uno de los dos protagonistas (el que interpreta Craig) y coincidente con los títulos de crédito de apertura del film, donde el compositor recurre a la misma hibridación que su referente visual empleando las guitarras y la rítmica percusiva desde unas perspectivas puristas, casi se podría decir que respetuosas, con las raíces folclóricas del paisaje en que se desarrolla la acción. Esta relativamente prometedora introducción da paso a lo que va a convertirse en la simple y poco original propuesta que sigue a continuación, cuando tras la intervención protagonista de la guitarra eléctrica ejecutando el motivo central (herencia evolucionada de las que “inventara” Morricone para el ya lejano spaguetti-western), aparece el metal (las trompas) característico de los grandes espacios del oeste (como mandan los cánones coplandianos) solapándose con un apoyo más o menos secundario de los sintetizadores y los coros, rebozándolo todo en los habituales juegos rítmicos de la “percusión” sintetizada (delatando la escuela zimmeriana del compositor) y en los scherzos de la cuerda con el resultado final de ofrecer desde este mismo primer fragmento una obra de características multifuncionales y apta para todos los públicos, carente de originalidad a pesar de integrar algunos elementos contextuales reconocibles como las mencionadas guitarras acústicas y cierta rítmica característica del paisaje sureño.
En la misma línea se conduce el tema dedicado al otro protagonista (el interpretado por Ford, que da vida al “Col. Woodrow Dolarhyde”), con los mismos mencionados juegos percusivos y las guitarras iniciales a las que sucesivamente se le van añadiendo los coros y el metal, con la cuerda y los sintetizadores de apoyo. A partir de aquí, las características atmosféricas se adueñan totalmente de la partitura destacando solo pequeños detalles que salpican “originalmente” algún fragmento que otro, como ciertos efectos que recuerdan el empleo del echoplex goldsmithniano (en “A Kid, A Dog & A Woman”) o la especial sonoridad “extraterrestre” conseguida con los sintetizadores (en “She´s Gone” o “I Know Where They Are”) que junto a ciertos recursos más clásicos, como la irrupción del metal en alguna secuencia (“Alien Air Attack”) o el empleo de los coros como sugerencia musical de lo sobrenatural (al estilo williamsiano entronizado desde “Close Encounters of the Third Kind”), pugnan por levantar mínimamente de la más pura y mediocre normalidad una partitura cuyos resultados finales dejan una sensación cansina, fatigosa, ya mil veces escuchada (como ejemplifica el recuerdo del “Independence Day” de David Arnold en fragmentos musicales como “Ella´s Mission”) y que podrá satisfacer al poco escrupuloso aficionado a un tipo de banda sonora sin más matices que la polivalencia de unos resultados basados en la rítmica epatante manufacturada y empaquetada en la factoría del (desgraciadamente) omnipresente Hans Zimmer (del que la saga de los piratas caribeños sería el molde maestro), pero que en términos musicales ofrece una vacuidad que definitivamente certifica que los tiempos de partituras verdaderamente originales (por su expresiva y decisiva contribución final al contexto fílmico de la historia narrada), como la de Jerry Goldsmith para “Planet of the Apes” (ejemplo de film genérico con un referente argumental basado también, a su manera, en el contraste/contrapunto), están irremediablemente desaparecidos. Pero, claro, es que el cine norteamericano es, hoy en día (el incidente Malick aparte), fundamentalmente industria. Y eso es exactamente lo que refleja este disco.
24-octubre-2011
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