José-Vidal Rodriguez
Desde que alcanzara cierta notoriedad internacional por su partitura para "El Orfanato", la carrera del vasco Fernando Velázquez no ha hecho sino subir enteros en el mercado cinematográfico español. Convertido en sinónimo de versatilidad gracias a scores -por otras parte mejorables- como "Lope" o "Spanish Movie", es sin embargo el género del terror el que otra vez ofrece un nuevo espaldarazo a la senda artística del de Getxo. "Devil", proyecto apadrinado por la figura venida a menos de M. Night Shyamalan, es la apuesta fuerte de Robert Towson y su sello Varese Sarabande que podría terminar por consolidar definitivamente a Velazquez como autor reconocido fuera de nuestras fronteras. Limitado a 1000 ejemplares, la publicación de este trabajo de desigual repercusión (el filme no cosechó grandes números en las taquillas norteamericanas), confirma sin embargo el paso adelante del compositor a la hora de hacerse hueco en la industria yanqui, como ya han hecho anteriormente colegas tales como Javier Navarrete o Victor Reyes. La diferencia es que al vasco le avala un mecenazgo tan destacado como el de una de las discográficas especializadas más importantes de la actualidad.
La partitura que compone para este filme revela las luces y sombras que jalonan buena parte de su filmografía. ”Devil” viene a demostrar que Velázquez, lejos aún de la autoría, pretende ocupar el espacio reservado al profesional incólume, al músico capaz de adaptarse a plazos de composición cortos en los que puede ofrecer una versatilidad sinfónica en la que campan toda suerte de temas y géneros. Características que al fin y al cabo son las más laureadas en una profesión que poco a poco va dejando atrás valores como la personalidad en detrimento de otros como la funcionalidad: aspirar a lo mejor dentro de unos ajustados patrones presupuestarios. Pese a la falta de un libro de estilo propio que le diferencie de esta corriente actual, Velázquez es en definitiva una buena opción para el talento requerido por el nuevo Hollywood, y como tal su labor en ”Devil” resulta tan impecable en forma y concepción como olvidable en términos de originalidad.
Siempre subordinada al discurrir narrativo de la película, la partitura adquiere rasgos eminentemente oscuros que irán tornándose en urgentes a medida que los protagonistas, cinco desconocidos atrapados en un ascensor, se percatan de la irreal situación que les espera en su aislamiento. La presencia entre ellos de la figura del diablo se convierte así en el eje central sobre el que se desencadenan los acontecimientos, del mismo modo que Velázquez se afana en explotar una tensión creciente en la que procura que la música nunca se posicione a favor o en contra de los personajes y potenciar así la duda sobre estos cinco sospechosos. La angustia de la trama es adelantada en “Devil”, tema de cabecera de gran impacto en el que un incisivo contrapunto de cuatro notas parece alertar al espectador de la presencia anómala que pronto alterará la cotidianeidad tanto de los cinco atrapados como de sus rescatadores. Ya en este corte inicial, resulta patente el lustre transmitido por los nuevos elementos que acompañan al vasco en su andadura norteamericana: el exquisito sonido de la London Metropolitan Orchestra y la solvencia de un orquestador como Robert Elhai, cuya trayectoria junto al neoyorquino Elliot Goldenthal le ha servido para perfeccionar su habilidad a la hora de extraer potentes efectos tímbricos a los metales, apreciables también en este score.
Una vez presentada esta idea inicial, el vasco se abraza a una música de género orientada fundamentalmente a sugerir el temor de todos ante la desconocida presencia demoníaca. Sus signos de identidad musicales no son otros que un discurso ambiental y sinuoso del que sobresale la figura recurrente e inflexible del piano, y en el que no falta las inevitables alusiones a armonías y orquestaciones propias del tándem Shyamalan/James Newton Howard. Ejemplos de lo anterior lo constituyen determinados fragmentos de “The City”, “Jesus in a Pancake” o “Firetruck”, mientras que otros cortes como “Blood on the Ceiling” y “The Person Closest to You”, entre los que sobresale una sofisticada percusión, marcan la diferencia en su propósito de enfatizar con rotundidad las consecuencias de un encierro que comienza a cobrarse las vidas de sus sufridores. En el climax del filme se situa la pista “Rescue”, cuatro minutos en los que el músico poco a poco va acercándose a la idea de redención apoyado en los únicos instantes puramente melódicos de todo el encargo, presentados eso sí de una forma tenue y soterrada que respeta en esencia el color del conjunto.
La intervención de Velázquez en este "Devil" destila profesionalidad, corrección, dominio, manejo del lenguaje, control, pericia y eficacia. Entonces, ¿cuáles son los puntos flacos del trabajo?; ¿qué le falta para convertirse en algo más que una obra solvente carente de chispa, baja en calorías? Sustancia, toque personal. Sólo cabe esperar a futuros proyectos para despejar la incógnita acerca de si la cocina de Fernando Velázquez convence no sólo con menús del día y platos preparados, sino también con alguna que otra delicatessen a descubrir.
26-agosto-2011
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