Pablo Nieto
Tras la luminosidad y el tono infantil impreso por Chris Columbus en las dos entregas iniciales, Alfonso Cuarón se encargó de abordar los primeros picores de la adolescencia de los protagonistas en la que ha sido la propuesta más estimulante de cuántas han representado el universo de Harry Potter. Por desgracia, la senda marcada por el mexicano no fue seguida por sus sucesores, tanto Mike Newell como especialmente David Yates -responsable de las cuatro últimas películas-, incapaces de aprovechar el giro decididamente oscuro de la historia y el cierre de todas las subtramas abiertas, convirtiendo la franquicia en un producto apático en peligrosa decadencia y cada vez más alejado de la magia y fluidez del best seller de Rowling, y que sólo con las dos partes de la “Las Reliquias de la Muerte”, en especial la segunda, parece transformarse en ese clímax necesario de la saga, con el esperado enfrentamiento final entre el joven mago y su alter ego Voldemort. Turbia y tenebrosa, por momentos espectacular, este capítulo final vuelve a adolecer de la falta de ritmo estable y de un pulso narrativo más valiente y experimentado que el propuesto por Yates.
La evolución de la saga, desde el punto de vista estrictamente fílmico, ha tenido un contrapunto musical plagado de sin sabores. Y es que muy lejos quedan ya los tiempos en los que John Williams engendraba la mitología musical del joven mago, sentando las bases de su discurso sinfónico a partir de las mágicas notas de la celesta que entroncan con el Tchaikovsky de “El Cascanueces” y su “dance of the sugar plum fairy”, pasando por el Prokofiev de “Pedro y el Lobo”, todo ello con un envoltorio con diferentes albricias y testimonios del talento del neoyorkino para trascender la historia e instalarse en el subconsciente del gran público; siendo incluso capaz de reinventarse con la estimulante “El Prisionero de Azkaban”. Posteriormente llegaría la incomprensible elección de un compositor como Nicholas Hooper para llevarnos a Hogwarts, demostrando una preocupante falta de apetito y ambición por afrontar el proyecto como el más importante de su carrera y que por desgracia para él le terminaría marcando tan negativamente, que ha pasado a un sospechoso olvido. Sin embargo, no se debe acusar sólo a Hooper de haber roto la coherencia musical de la saga, si hay algún culpable de dicha desmembración ese no es sino un “desconocido” Patrick Doyle, cuyo épico advenimiento en los noventa ha sido sustituido por un frustrante ocaso con el cambio de siglo. Doyle, optó por renovar el espectro musical de Harry Potter certificando la defunción del espíritu Williams, sin que su “Caliz de Fuego” fuera especialmente memorable ni justificara la empecinada reivindicación de sus escasas virtudes.
Por suerte, Warner Bros decidió poner un poco de coherencia entregando la batuta a Alexandre Desplat, uno de los músicos más solventes y estimulantes del panorama actual, quien viene a cerrar con dignidad la franquicia con sendas partituras inconformistas y en constante crecimiento. Su música mucho más dramática y adulta como fiel reflejo de la nuevas reglas del juego impuestas por Rowling, se convierte también en el perfecto contrapunto que ayuda a entroncar con el universo mágico e ingenuo concebido por Williams. Y mientras en la primera parte Desplat se centra en expresar lo que Harry Potter calla, en dar rienda suelta a los sentimiento reprimidos del tímido y retraído mago, aprovechando también para introducir nuevos y necesarios motivos que sin dejar de ser secundarios, ayudan a enriquecer la trama (como el de Dobby, el elfo doméstico, el de Voldemort o el asociado a la muerte del profesor Dumbledore), el interés de Desplat en esta nueva entrega es reflejar el verdadero mensaje subyacente en el epílogo concebido por la escritora, esto es, plasmar en su iconografía literaria una visión de la muerte y la perdida de los seres queridos a través de la mirada de un niño en pleno crecimiento. Y sin duda, es ahí donde la figura de Lily, la madre que se sacrifica por el hijo, recibe el tributo musical que se le adeuda desde el principio, convirtiéndose en el leit motiv de la partitura de Desplat, cuyo timbre y armonía de reminiscencias celtas y etéreas, se integran en la emocionante melodía que el compositor nos presenta en “Lily´s Theme”, magníficamente interpretado por la dulce voz de Mai Fujisawa (hija del compositor Joe Hisaishi) que termina por dotar a la pieza ese aire fantasmagórico a la par que nostálgico en el encuentro entre el espectro de Lily y su hijo.
Su crescendo dramático alcanzará su cenit en los prolegómenos del enfrentamiento final con cortes como “The Resurrection Stone”, acompañando el encuentro de Harry con los espíritus de sus padres y los de Sirius y Lupin, quienes le hablarán con naturalidad de la muerte en una nueva lección vital y de aceptación estoica del destino cruel que el joven mago cree que le espera. Resignación será, precisamente, lo que Desplat imprima a piezas como “Harry´s Sacrifice” o la litúrgica “Procession”. En todas ellas el tema de Lily asumirá un rol protagonista en toda la narración. Como también será trascendente su aplicación a uno de los momentos cumbres de la saga como es la muerte (sacrificio) del insondable profesor Snape, genialmente interpretado por un Alan Rickman que por fin se quita su careta y se revela como el gran aliado del mago en la sombra. Su amor no correspondido por Lily y su promesa de velar por el pequeño huérfano saldrá a la luz justo tras su violenta muerte a manos de la terrorífica serpiente de Voldemort, recogida en el corte “Snape´s Demise”, un tema que evoluciona de un intenso cacofonismo a un triste lamento vocal con el tema de Lily tras la consumación de la muerte. Un puente levadizo al flashbacks donde se repasa toda la vida de Harry Potter desde los ojos de Snape, y que Desplat presenta en los intensos seis minutos de “Severus and Lily”, convirtiéndose en el hilo conductor narrativo entre las diferentes escenas vitales que pasan ante nuestros ojos y dotando a la secuencia en general de un aire elegiaco que nos traslada de las maderas a las cuerdas, hasta llegar al glissandi de cuerdas del adagio final, en todo un ejercicio de autoafirmación de estilo siguiendo la senda de su obra maestra “El Curioso Caso de Bejamin Button” o la notable “ La Joven de la Perla”.
Del “Lily´s Theme” también habrá ocasión de escuchar una poderosa versión sinfónica en “Dragon´s Flight”, una pieza que descontextualiza el sentido de este motivo al acompañar enfáticamente la huída de Harry y sus amigos de Gringotts, pero que musicalmente hablando supone un magnífico cierre al intenso prólogo inicial que arranca con la búsqueda de un nuevo horrocrux por el mago y sus amigos: en este caso la copa de Hufflepuff escondida en la cámara de Bellatrix. El descenso a este inframundo nos regala uno de los momentos sinfónicos más fascinantes de la carrera del compositor francés con “The Tunnel”, concebido a modo de fuga, al que volverá en “Showdown”, y que antecede las disonancias de “Underworld” y “Gringots”, con crescendos y armonías emparentadas con los conceptos musicales de Howard Shore.
De la nueva temática introducida en el film predecesor no hay rastro ni del tema de Voldemort, ni del de la muerte/sacrificio de Dumbledore. Sin embargo, Desplat si rescata el “Polyjuice Potion”, heroico motivo asociado a los magos que encabezan la resistencia junto a Harry Potter y cuya rebelión infructuosa del primer episodio tendrá continuidad en este desenlace final. Lo llamativo es que frente al uso genérico del tema en la primera parte, ahora se individualiza en la figura de Neville, el héroe por accidente del film. Un joven coetáneo de Potter, aparentemente inofensivo y simplón, cuya importancia irá creciendo a lo largo de la historia hasta convertirse en un elemento determinante del climático final, desafiando al propio Voldemort y decapitando a su serpiente. Neville será uno de los grandes protagonistas de la espectacular batalla por la defensa de Hogwarts, descrita con todo el vigor sinfónico del que ha podido hacer acopio el músico francés incidiendo en la dramática y sangrienta lucha entre el bien y el mal. Cortes como “A New Headmaster” o “Panic Inside Hogwarts” no son sino el anticipo disonante y nebuloso de la amenaza que se cierne sobre la escuela de magia y que precede a la explosión orquestal de metales y percusiones, donde se combina un aire marcial –afortunada elección del músico francés, pues la primera línea de defensa de la fortaleza son antiguos soldados con armaduras de piedra- con un transfondo elegiaco que podemos disfrutar en la robusta “Statues”. A partir de ahí, sólo cabe entregarse a la energía de los metales de “In the Chambers of Secret” y “Broomsticks and Fire”, piezas que inevitablemente nos trasladan al universo de desgarrador caos orquestal antaño introducido por Elliot Goldenthal, o la apoteosis final de “Battlefield”, donde tendremos ocasión de disfrutar de nuevo de sendas versiones heroicas tanto del tema de Neville, como el clásico de Hedwig, acertadamente introducido a modo de contrapunto por medio del trombón y las tubas, elevándose así por encima de toda la narrativa visual. Este pasaje de la historia concluye casi como empieza, y así en “Courtyard Apocalypse” asistimos al adagio de cuerdas compensado acertadamente con una celestial base coral con el que el compositor decide describir las dramáticas consecuencias del enfrentamiento acompañando a la cámara que se detiene en todos los cuerpos inertes de los jóvenes magos que dieron su vida.
Los seis minutos y medio que utiliza Desplat para describir el esperado enfrentamiento entre Harry Potter y Voldemort, ejemplifican la meticulosa preparación de la partitura por el francés, su ejemplar utilización de los tempos, su inteligencia para el desarrollo temático en un contexto de máxima expectación. No deja nada al azar, por eso no es casualidad las constantes referencias a una versión heroica del tema de Hedwig, al igual que al tema de la defensa o el de la resistencia (ahora rebautizado como “Neville the Hero”) y por supuesto que ceda el protagonismo final al tema de Lily para certificar la defunción del lado oscuro, en una muerte anunciada desde el mismo momento en que el rayo se marcó a fuego en la frente del pequeño que vengaría el asesinato a sangre fría de su madre.
Sin perder un ápice de independencia y personalidad musical, será constante la invocación de Desplat al espíritu de la partitura original de Williams, estará presente con las referencias, ya apuntadas, al tema de Hedwig, ya sea insertado a modo de fanfarria o como parte de una secuencia de acción en cortes como “A New Headmaster”, “Dragon Flight”, “In the Chamber of Secrets” o “The Diadem”, o usando un tono más contenido e íntimo, sobre todo gracias a la celesta en “Snape´s Demise” y “Procession”. Más volátil serán los apuntes del tema de “La Cámara de los Secretos” en el corte que lleva su nombre (“In the Chamber of Secrets”), o incluso las referencias melódicas al inspirador tema de “Fawkes the Phoenix” en “Neville the Hero”. Aunque por supuesto el momento estrella se reservará para los créditos finales, lamentablemente no incluidos en esta edición discográfica, donde podemos asistir a una revisitación completa de sendas suites de “Leaving Hogwarts” y “Hedwig´s Theme” tal y como fueron presentadas en “Harry Potter y la Piedra Filosofal”, justo cuando se apagan las notas tristes de la guitarra recordando el tema de la defensa de Hogwarts, “A New Begining”, con los tres amigos observando el otrora esplendoroso castillo ahora en ruinas. Esa mirada nostálgica que en el fondo representa el triunfo de la amistad y el amor, no será más que el anticipo de esos buenos días que años más tarde acompañará su reencuentro en la misma estación donde siendo niños iniciaron un viaje hacia el corazón de la magia, y que ahora vuelven a realizar acompañando a sus hijos. Un epílogo donde con justicia todo el protagonismo lo vuelve a asumir la obra de Williams. Hasta ese momento Desplat ya ha dicho todo lo que tenía que decir, retrotrayendo la partitura a sus orígenes, asumiendo humildemente que el círculo sólo puede cerrarse volviendo al principio. Y a pesar que los reglones torcidos no se pueden enderezar, el borrón y cuenta nueva de Desplat respecto a sus dos últimos predecesores, permite recuperar la esencia musical de Harry Potter con una partitura notabilísima, fastuosamente ejecutada y que no hace sino confirmar su papel predominante como referente en la música de cine actual.
23-agosto-2011
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