Ignacio Garrido
Tras años de anhelo y espera, se editó al fin “Slipstream” de Elmer Bernstein. Huelga decir que por su idiosincrasia particular dicho trabajo se contaba en el saco de los deseadísimos por parte de una legión de aficionados. Los elementos que configuran dicha obra como uno de esos santos griales de la banda sonora son fácilmente identificables y paso a enumerarlos para refocilamiento de los más distantes a las filias del freak mitómano: años (finales de) ochenta como dato de creación temporal, cinta de acción y aventuras bañada en sci-fi post “Star Wars”, compositor de la Silver Age eminentemente sinfónico a cargo de la composición, London Symphony Orchestra interpretando y no existencia de LP o CD sustitutivo previo con una mínima calidad sonora. Es evidente que con estos antecedentes lo mínimo que podía esperarse de dicho lanzamiento era un revuelo mediático poco menos que escandaloso.
Pero a día de hoy las noticias estrella apenas duran semana y media antes del nuevo lanzamiento o bombazo, desvirtuando y empequeñeciendo un fenómeno que antaño nos hacía mantenernos en las nubes durante meses y que ahora apenas nos deja coger aire para el próximo Goldsmith expandido u otra partitura clásica anunciada con todo lujo de detalles a un mercado que devora la expectación mucho más rápido que el aficionado asimila el contenido de sus lanzamientos. Ayer nos quejábamos amargamente de la no disponibilidad de docenas de obras fundamentales y del desconocimiento sobre autores magníficos pero exiliados al olvido discográfico; hoy tenemos prácticamente todo disponible y esos (y muchos otros) nombres gozan de envidiable salud digital, pero apenas hay tiempo de escuchar, saborear y apreciar en condiciones tanto la música como el envoltorio en el que se nos oferta. Una irónica insatisfacción constante digna de ese moderno Prometeo coleccionista en el que se ha convertido el antiguo amante de la banda sonora.
Para mayor júbilo si cabe la discográfica encargada se ha ocupado de recuperar el programa originariamente ideado por el compositor, una selección magnífica del mejor material temático desarrollado a lo largo de la cinta, ensamblado y organizado además con el disfrute auditivo en mente. Un detalle muy estimable perdido en los actuales tiempos del completismo y el exceso de las ediciones (innecesariamente) expandidas y absolutas, que recalan con su recargamiento de minutaje y habitual dispersión por dicha redundancia en la pérdida de una entidad musical coherente.
De este modo, el arranque con la pista “Prologue and Pursuit” no puede resultar más impactante y definitorio del viaje en el que nos embarca Bernstein, un pasaje contundente de imponente ritmo para percusión y metales en staccato marca de la casa, seguido de un poderoso bloque de acción desarrollado bajo los postulados armónicos más identificables del músico que dan paso a un nuevo motivo para sus archifamosas ondas Martenot, cerrando toda una declaración de principios en forma de épica obertura. El suspense rítmico que abre “Escape” recuerda en parte al Goldsmith de “Outland” para inmediatamente dar paso al gran tema de la partitura, una melodía aventurera grandiosa y retentiva para metales en fortissimo de construcción fanfárrica que mantiene la mejor línea de su autor, rememorando la gloriosa “Heavy Metal”, a la que servirá de coda una breve pero intensa primera aparición del tema de amor, de un lirismo arrebatador para cuerda que se retomará en pistas subsiguientes como la más extensa y desnuda versión de “Dreams” o el suntuoso comienzo de “Travel to Dance”.
Nuevas aportaciones aguardan con la magnífica “Lost Android” en su ecléctica fusión instrumental de voz soprano y ondas Martenot, así como su alternancia politonal posterior (llevada a una superior exploración estilística en “Avatar”) en el juego rítmico habitual de Bernstein para piano y cuerda seguido de otro estallido sinfónico y cierto tono lúgubre para su cierre. “Slipstream People” retomará el tema central y diversas variaciones rítmicas de su núcleo temático al tiempo que bucea en zonas más oscuras y misteriosas de su paleta cromática con cita a Stravinsky incluida (que se recuperará en “Revenge”). La citada pista “Travel to Dance” viene a ser un compendio de pequeños fragmentos que unifican el tema de amor, vivarachos pasajes rítmicos, exultantes ribetes sinfónicos e incluso se atreve a colar un colorista horn-pipe para su cierre; una especie de estrambótico –toda vez que maravilloso– resumen conceptual de la banda sonora.
La explosión de intensidad dramática surgirá en “Sacrifice”, desgarradora hasta límites de plenitud orquestal algo excesivos, que ejemplifican no obstante a la perfección la insobornable personalidad del compositor. La conjugación de delicadas texturas en “Museum Society” y “Android Love” nos recuerda la exquisita sensibilidad del músico y su capacidad para sugerir atmósferas etéreas y bucólicas de gran calado emocional (al tiempo que rememorar su mítica “To Kill a Mockingbird”) en función de una contención y síntesis expositiva que contrasta de pleno con la pista anterior, lo cual da muestras de su polivalencia y amplitud de registros. “Revenge and Resolution” deviene en extensa conclusión y auténtico tour de force de la partitura, un compendio de todos los estilos y temas abordados a lo largo de la banda sonora con ejemplar coherencia y desarrollo interno. Elmer Bernstein nos entrega con “Slipstream” un trabajo espléndido, rico en su variedad temática, poderoso en su ejecución, pero sobre todo definitorio como pocos –dentro del margen temporal en el que fue creado– del estilo y poderío inconfundible de su creador, pues trasciende el maremágnum de clichés entre los que se mueve y de los que surge para solidificar una obra de robusta arquitectura musical y auténtica fuerza sinfónica, consiguiendo con aparente facilidad lo que ya es casi imposible de encontrar en la música de cine actual: emoción.
Perseverance se ocupa de las labores de puesta a punto con la especial atención al detalle que les caracteriza, pero mejor gusto si cabe que en anteriores ocasiones, dignificando la edición de un trabajo de estas características con un mimo y pulcritud a la altura de los mejores discos dedicados a la música de cine en los últimos años. Recupera comentarios del director de la cinta sobre el trabajo del músico, aporta notas interesantes sobre la producción, cuenta con una limpieza de sonido magnífica, muestra extractos de la partitura original y dedica un apartado final a las ondas Martenot tan queridas y empleadas por Bernstein desde comienzos de la década en la que se ubica este trabajo en adelante. Sin duda el esfuerzo de la compañía se merecería el diez, de no ser porque una serie de problemas legales asaltaron a este lanzamiento al poco de ver la luz su distribución oficial, convirtiéndolo en ilegal y por ende –dado lo cuidado de su producción– en un auténtico objeto de coleccionista y quebradero de cabeza para el público menos dado al sprint en el check out. Una verdadera lástima que no obstante y recordando la época que vivimos dentro de este peculiar mundillo quizás no se convierta en tan permanente como la espera que debimos aguardar algunos para ver editada a su altura la música de “Slipstream”.
4-agosto-2011
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