Frederic Torres
Aunque no es extraña la insistencia de Disney en propiciar secuelas dada la habitual tendencia de la veterana compañía en exprimir hasta la última gota de beneficio pecuniario de sus productos, reveladora en cierto modo de la prudencia empresarial de la multinacional (al contrario que la actitud de otros compatriotas suyos, empresarios de idéntico cuño conservador y neoliberal, que cegados por el máximo beneficio han obviado el mínimo riesgo), apostando por unos personajes medianamente familiares (gracias a la digna primera parte debida a John Lasseter realizada en 2006), a los que aplicando un más incisivo y planificado marketing pudiera ser rindieran lo que en un inicio se llegó a prever conseguir, sorprende un tanto que Disney/Pixar se la haya planteado en unos términos afines al blockbuster veraniego perdiendo, de paso, por el camino, prácticamente todo el sentido moral y ético presente en el anterior film en detrimento de una sucesión de persecuciones y explosiones sin fin, tomando la novedosa circunstancia del formato 3D como exigua excusa para el relanzamiento comercial dado el relativo éxito económico de aquel si lo comparamos con cualquiera de las otras producciones de la factoría. Pero este es uno de los seguros motivos de la implicación de Michael Giacchino a la hora de encargarse del apartado musical del proyecto, por cuanto el compositor, tras los diversos premios y reconocimientos conseguidos en un gran 2009, podría considerarse poseedor de un estatus superior al que significaría el participar en una secuela en la que ni siquiera llegó a tener nada que ver con su primera parte, “Cars”, debida al habitual Randy Newman.
Esta perspectiva es la que explicaría su colaboración. Eso y cierto sentimiento de obligación/vinculación con Disney/Pixar desde los tiempos de la extraordinaria “The Incredibles”, film que le dio la gran oportunidad de darse a conocer en una escala exponencialmente superior a sus primeras colaboraciones con J.J. Abrams o sus trabajos para videojuegos y que ha culminado, de momento, con ese Oscar a la mejor partitura original (ganada, además, frente a un peso pesado como el “Avatar” de James Horner). Amarrar el compromiso de la compañía para editar el correspondiente disco de la partitura tras el justificado enfado del compositor por no haber podido disponer de una edición normalizada digital (hasta ahora, pues gracias al sello Intrada, al final gozará de la misma) de su anterior y laureado trabajo, comercializado por decisión de Disney sólo a través de las descargas virtuales en internet, también. Y a pesar que Newman siempre ha representado un valor seguro (no hay más que fijarse en su estupenda partitura para “Toy Story 3” del pasado año), el espíritu de renovación que anima el nuevo proyecto lo ejemplifica bien Giacchino, respetando, no obstante, una estructura similar a la empleada en el anterior film, agrupando al inicio del disco todas las canciones de la película que incluyen desde la propuesta más actual (como la que abre el disco, “You Might Think”, a cargo de Weezer) a las puramente paisajísticas (repite nuevamente en clave sureña Brad Peisley, en esta ocasión con “Nobody´s Fool”, y se incorpora Robbie Williams con “Collision of Worlds”, así como la francesa “Mon Coeur Fait Vroum”, de Bénaber), seguidas de una (afortunadamente) suficiente y extensa presencia del score, en el que el predominio de ciertos elementos característicos (guitarras eléctricas, órgano Hammond, batería), integrados funcional y coherentemente en el seno de la orquestación de la partitura ofrecen cierta continuidad con la primera parte, más orquestal y tradicional, pero de un modo notablemente maximizado, con el objetivo de potenciar acertadamente las confluencias con el mundo de la velocidad y las carreras de los vehículos protagonistas de la saga (las de Rayo McQueen, acompañado por su novia Sally y la simpática grúa Mater).
Y a partir de estas premisas, Giacchino elabora su trabajo con un vigor incuestionable desde el mismo “Turbo Tansmission”, la primera pista musical (la 6) del disco dedicada al score, donde el compositor pone boca arriba sus cartas con la utilización de las guitarras eléctricas y los consiguientes punteos y riffs con que las emplea. El inicio “a lo Barry” (insistiendo el compositor en su querencia por las maneras del conocido y ya fallecido compositor británico, al que también volverá a remitir en “Going to the Backup Plan”, con sus juegos oscilantes entre el metal y la percusión) de “It´s a Finn McMissile”, el siguiente y extenso fragmento de la partitura (alrededor de los 6 minutos), que sirve de presentación del nuevo personaje, un Aston Martin trasunto del más famoso agente secreto de la historia del cine, se convierte en toda una demostración del planteamiento global del trabajo musical revelando unos efectos epatantes a través del constante manejo de crescendos, convirtiendo el punteo y los riffs mencionados en los protagonistas de la función junto a una electrizante batería que, en su maridaje orquestal, potencia y canaliza a la vez la energía cinemática que desprende la música en absoluto sobredimensionada o intrusiva. El uso de un reconocible y efectivo tema central, nuevamente a las guitarras (también se escuchará ocasionalmente en formato orquestal, como se puede comprobar en algún pasaje de la vibrante “Blunder and Lightning”), facilita, como buen leit-motiv, la identificación protagonista de las intervenciones musicales, remitiendo inevitablemente al anterior trabajo del compositor para la versión cinematográfica de “Speed Racer”, pero también a la partitura de la que directamente se inspira y que no es otra que la compuesta por Howard Shore para la oscarizada “The Departed” de Martin Scorsese, con la que comparte, además del motivo central, el uso de algunos instrumentos protagonistas como las guitarras, más allá de la tonalidad hispana de la obra de Shore.
La acertada participación de Giacchino en aquella desproporcionada película de los hermanos Wachowski (más semejante a una enloquecida montaña rusa de un parque de atracciones que a cualquier otra cosa relacionada con el celuloide) es también probable que haya jugado a favor de la elección del compositor en detrimento de Newman, generalmente de tendencias más evocadoras (como revelan inequívocamente sus “Toy Story”, pero también otros trabajos suyos como “Seabiscuit” o el mismo y emblemático “The Natural”), pues si en aquella había algún elemento cinematográfico digno de destacar ese no era otro que su partitura, y el compositor lo demuestra en uno de los fragmentos más electrizantes de su nuevo trabajo, “Towkyo Takeout”, donde contando con el órgano Hammond y la complicidad entre la batería y el metal (que dará paso a los timbales y las trompas), el compositor consigue que creamos sencillo aquello que no lo es en absoluto, dada la lógica de la concatenación musical y el fácil, por reconocible, seguimiento de parte del aficionado de la narrativa que la evolución del fragmento ofrece. No obstante, Giacchino se torna más dramático en ocasiones, como demuestran “Tarmac the Magnificent”, “The Lemon Pledge” o “Mater´s the Bomb”, donde su lenguaje musical se vuelve más denso como consecuencia de mayoritarios plenos orquestales, tendencia que desemboca en “Axelrod Exposed”, cuyo crescendo final da paso a un tonalidad de características evocadoras.
Con todo, el compositor dosifica tanta vibración motora con sugerentes ambientes según los recursos narrativos del film se apoyen en el humor, como en “Mater the Waiter”, donde el protagonismo del banjo, el violín irlandés y la llamada por los anglosajones arpa judía (en realidad el arpa de boca y que de judía no tiene nada, según reza su probable origen asiático) dotan de una peculiar personalidad al personaje (que goza, además, de motivo melódico propio); en la incertidumbre que caracteriza “Radiador Reunion”, donde empleando el mismo motivo musical anteriormente mencionado, este se presenta más pausadamente a través de la pianola con el fin de destacar los aspectos evocadores de la trama, rematando con un lírico piano; en la misteriosa (pero no desprovista de su crescendo final) “Cranking Up the Heart”, así como “Mater Warns McQueen”, cuyo suspense se consigue a través de su movimiento oscilatorio; en la fantasmal y melancólica “History´s Biggest Loser Cars”, cuya arpa y trémolos de la cuerda enmarcan adecuadamente el contexto; o, finalmente, en el despliegue pomposamente festivo, tan del gusto del público americano (recuérdese la similar secuencia correspondiente de “Star Wars. Episode I: The Phantom Menace”), de “Porto Corsa”, donde las fanfarrias abren el desfile protocolario de toda fastuosa carrera que se precie.
Optar a la finalización del disco con la guitarra acústica interpretando el tema central, seguida de un evocador clarinete, es el equivalente a la socorrida metáfora aquella que asevera “la calma para después de la tormenta”, por lo que el compositor, antes de las obligatorias canciones de los créditos finales, aún consigue, brevemente (el corte musical no llega ni al minuto) recordarnos, en “The TurboMater”, el efectivo tema central del film en su primigenia concepción original, a saber, empleando nuevamente la batería y los riffs de las guitarras. Este simpático final que traza un pequeño guiño con el bufonesco personaje de la espectacularmente renovada grúa Mater, puede resultarnos engañosamente precipitado y falto de recursos, por lo que posiblemente el agrupamiento de las canciones al final del disco hubiese obtenido un resultado mucho más coherente en la presentación digital de la partitura, aunque fuera por pura lógica discográfica. Pero a pesar de deslucir un tanto dicho final recordándonos, una vez más, las semejanzas con la partitura anteriormente citada de Shore, no hay duda de la enérgica efectividad con la que el compositor se ha entregado a su trabajo, convirtiendo esta secuela en lo que puede ser la precuela musical de otro buen y prolífico año a la espera no tanto de “Monte Carlo”, su inmediato e intrascendente trabajo ya estrenado, como de “Super 8”, la superproducción de ciencia-ficción de Spielberg dirigida por J.J. Abrams, que ha levantado la máxima expectación. A falta de encarar todavía la recta final del año, Giacchino puede considerar satisfechos parte de sus propósitos. Y entre ellos, los nuestros.
25-julio-2011
|