Pablo Nieto
Seguramente sólo sea una mala racha transitoria inducida probablemente por la falta de ideas de la industria del cine en general, pero no por ello hemos de mirar hacia otro lado ante los síntomas de estancamiento y conformismo de James Newton Howard. Un discurso que no es nuevo, un deja vú que se repite con cada nuevo score del compositor angelino.
2010, dejando a un lado su energética pero excesiva partitura para la infame “The Last Airbender”, donde el otrora interesante director M.Night Shyamalan dilapida todo el prestigio acumulado, ha sido un año especialmente frustrante. Su aproximación a la acción fue rutinaria como lo acredita “Salt” o su revolcón pasional en Venecia para la intrascendente “The Tourist”, mientras su apuesta animada “Gnomeo y Julieta”, que las malas lenguas adjudican casi íntegramente a su ayudante Chris Bacon, un trabajo inaceptable para un compositor de su talento.
Pero es que en 2011 el paciente no parece dar señales de recuperación, pues la supuesta inyección de adrenalina que era “El Aguijón Verde”, estaba vacía, casi tanto como su propuesta para esta melodrama asacarinado llamado “Agua para Elefantes”, donde la mera presencia del vampiro de “Crepúsculo” debería poner en alerta a todos aquellos que esperan un melodrama de época, ya que la película no pasa de ser un episodio piloto de cualquier serie de adolescentes, eso sí, con un presupuesto que permite una puesta en escena deslumbrante. Tanto dinero, también da para contratar a un compositor del grupo A como Newton Howard, aunque su rutinaria partitura bien podría haber sido firmada por cualquier otro compañero de profesión sin que se hubiere notado la diferencia.
Esa alarmante pérdida de personalidad es el achaque más preocupante del compositor que trasladado a esta partitura nos sirve para constatar la evidencia citada. Algo no cuadra en un trabajo que tras la impecable estética formal con la que se nos presenta, construye su timbre y armonías alrededor de propuestas introducidas por el James Horner bucólico de “The Spitfire Grill” o “El Hombre Bicentenario, donde las cuerdas se ven compensadas por los solos de arpa para crear una atmósfera contemplativa y pretendidamente mágica sobre la que debe florecer el amor imposible de los protagonistas: la mujer del dueño de un circo con un joven veterinario recién contratado. Esas ideas, introducidas en “Did I Miss It?”, tendrán continuidad en cortes como “Circus Fantasy”, “Jacob See Marlena” o “Prosze, Rosie, Dac Noge”, pudiendo intuirse un difuso leit motiv romántico más etéreo que melódico.
La lógica evolución del romance al drama tendrá su plasmación en el glissandi de cuerdas de “Speakeay Kiss”, a partir del cual se tenderán los puentes para la elegía presentada en “I Can See Straight You” y un adagio para el clímax final (“The Stampede”) donde Howard va dando entrada de manera progresiva a la orquesta, en una suerte que el compositor maneja a la perfección. Antes habrá tiempo de comprobar como éste llega a mimetizarse en el Thomas Newman de “Esencia de Mujer” en el corte “The Circus Set Up”, o en el A.R Rahman de “127 Horas”, en ese temp track nada disimulado que es “Jacob´s Return” construido sobre un dueto de guitarras acústicas de acordes secos y constantes.
El resto del score, cuya orquestación y ejecución es, como no podía esperarse otra cosa, impecable, se mueve dentro de los parámetros fijados acompañando este romance forjado durante los largos viajes de este circo itinerante de principios del siglo XX, a cuya ambientación contribuirán interesantes canciones de la época. Lástima que tras la notable “Soy Leyenda”, esta nueva colaboración del compositor con el director Francis Lawrence, ofrezca una bagaje tan pobre e intrascendente. Será cuestión de tener paciencia, afrontar la realidad y pasar página cuanto antes a la espera de que James Newton Howard y su obra vuelvan a florecer.
23-mayo-2011
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