Pablo Nieto
Tras una escucha detenida de “Thor” no pocos caerán en la tentación de desempolvar clásicos contemporáneos como “Enrique V” o Hamlet, sobresalientes partituras con las que Patrick Doyle consiguió encumbrarse como referente absoluto del nuevo sinfonismo británico, al tiempo, que pieza imprescindible de las adaptaciones shakespearianas del director Kenneth Brannagh. No, no es demagogia comparar el pasado con el presente, hablamos más bien de pruebas tangibles, de constatar una realidad cruel y tozuda que confirma que: a) la música de cine está en una de sus depresiones históricas más profundas; y b) que el Patrick Doyle que deslumbró en la década de los noventa, el siglo pasado, decidió quedarse allí.
Su trabajo en “Thor” es impropio de su categoría, una obra rudimentaria y especuladora que sólo puede entenderse como el canto del cisne de un compositor que intenta reinventar su estética sinfónica para adaptarse a los nuevos tiempos que corren y, de rebote, poder así continuar con la obligación moral de trabajar junto a Brannagh, a quien siempre ha sido fiel en sus incursiones cinematográficas, en este intento del cineasta por abrirse camino en las mega producciones hollywoodienses. Aunque el planteamiento de éste no anda lejos de los parámetros de sus adaptaciones de Shakespeare, se queda, por desgracia, a medio camino porque resulta imposible olvidar que estamos ante la versión cinematográfica de un cómic de ciencia ficción que por mucha mitología nórdica en la que se base, siempre terminará incurriendo en los habituales clichés del género. Además, el proyecto está concebido como una especie de spin-off de la futura apuesta de Marvel con la adaptación de “Los Vengadores” en 2012, donde juntarán a Iron Man, El increíble Hulk o el Capitán América, personajes todos ellos que ya han tenido o tendrán sus respectivas películas. Al final, el castigo del Thor-Dios a manos de su padre el Rey Odin, y el enfrentamiento del Thor-humano con su hermano, el villano Loki, no pasa de ser parte un plan preconcebido de Hollywood por seguir haciendo caja con el suculento negocio de los cómics.
Lo peor que le puede pasar a un compositor es sentir la necesidad de esconder su personalidad y en el “Thor” de Doyle esa será la constante. Por momentos parece escucharse al Djawadi de “Iron Man” y “Furia de Titanes” o al Jablonsky de “Transformers”, lo que nos lleva al mismo planteamiento al que llegó John Barry cuando Robert Redford le sugirió que su partitura para “El hombre que susurraba a los caballos” sonara a Thomas Newman. Aunque Barry respondiera que en ese caso lo que debía hacer Redford era contar con el compositor americano y no con él, Doyle, que no ha sido despedido del proyecto como lo fue el inglés, termina cociendo una obra que parece precalentada en los estudios Remote Control.
Valoraciones subjetivas del resultado final aparte, Doyle estructura su partitura a partir de la introducción de los metales que asociará al yunque y al martillo, símbolos por excelencia de la sociedad vikinga, y sobre sus bases construirá un leitmotiv noble y contenido que inunda el score desde sus primeros compases (“Chasing the Storm”, “Sons of Odin”) y que se irradia a numerosos cortes de la edición (“A New King”, sin ir más lejos), para alcanzar un nivel más heroico y optimista en la pieza más notable, pero también breve, de la edición, “Thor Kills the Destroyer”. Y no hay que ocultarlo, “Thor” es sobre todo un score de acción embebido en la aura de atmósferas electrónicas y sintetizadas, con las que el compositor trata de mantener los niveles de energía necesarios, olvidando que con Mary Shelley´s Frankenstein o “Shipwrecked” ya lo había logrado sin tener que imitar a nadie. Por eso aunque “The Compound” o “Brothers Fight” mantengan un alto nivel de intensidad, por momentos Doyle parece mutarse en un Brian Tyler, maestro del sinfonismo hueco y de los fuegos artificiales, resultón pero intrascendente.
Quizás más interés despierta en los pasajes destinados a presentar la condición humana del Dios y su romance con Jane, acaparando todo el protagonismo las cuerdas tanto en el preciosista “Can You See Jane?”, como en sus contrapuntos trágicos “Banishment” y “Odin Confesses”. Pero, las altas expectativas creadas por este proyecto se desmoronan de inmediato con su primera audición. Quizás esperábamos al Doyle de las grandes esperanzas cuando actualmente se encuentra atrapado por su pasado.
9-mayo-2011
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