Frederic Torres
Esta interesante (por original) iniciativa discográfica ha venido a coincidir con el reciente protagonismo otorgado durante el año pasado, el 2010, al mundialmente conocido templo concebido por el arquitecto Antoni Gaudí a propósito de la visita papal, en la que se ofició misa por primera vez, además de consagrarse el edificio como basílica, por lo que esta majestuosa, toda vez que insólita y original obra arquitectónica, abandonó definitivamente la condición de provisionalidad, fundamentada en su lenta construcción a lo largo de todo el siglo pasado, para pasar a ser considerada ya un templo donde poder oficiar ceremonias religiosas (destino final de la obra) de un modo regular o, al menos, oficial, pese a no estar todavía finalizado del todo (se calcula que las obras terminarán alrededor del 2030). La espectacular realización que del evento llevara a cabo la Televisió de Catalunya (TV3), con un despliegue de medios a la altura de su inteligente planificación, sin escatimar planos cenitales y abundantes rasantes a cargo de las grúas, presentó en todo su esplendor el interior del crucero recién terminado a un deslumbrado espectador de tal modo que, más allá del relativamente mayoritario seguimiento que una figura tan mediática como la papal puede llegar a suscitar en una transmisión de estas características, consiguió atrapar televisivamente a una audiencia ajena a eventos de este tipo, la cual, aún siendo conocedora de las ya famosísimas formas del edificio, seguramente descubría por primera vez el interior del mismo una vez techada la bóveda central.
Configurado, pues, como un “concierto minimalista para piano y orquesta de cuerdas” según se lo bautiza, cabe suponer que por el propio compositor, Carles Cases, en la poco acertada carpetilla del disco, con una carátula diseñada a partir de una pobre foto en contrapicado del templo donde desgraciadamente se aprecian las grúas que aún siguen formando parte del paisaje arquitectónico, manipulada digitalmente para hacer desaparecer el entorno en favor de un coloreado marrón que ensucia el aspecto global y que nos retrotrae a ciertos diseños setenteros, la obra, que uno perfectamente se imagina como la idónea para la presentación del acontecimiento mediático comentado, se estructura como si de un recorrido fílmico se tratara dividiéndose en siete fragmentos musicales dedicados principalmente a diversos emplazamientos de esta única y magna construcción arquitectónica, aunque también haya espacio temático para los orígenes conceptuales de la misma (como ejemplifica “Gaudi´s Mistic”). De hecho, el disco se comercializa bajo el anuncio de ser la música de la audio-guía para el recorrido que el visitante realiza en su visita turística al recinto constituyéndose, así, en la banda sonora que acompaña las impresiones y las emociones del mismo.
De lo que no hay duda es de la idea musical, conceptual, que guía este concierto, explicitada en la misma nomenclatura del trabajo, pues su estructura minimalista se evidencia desde la propia obertura dedicada al templo (“The Temple”), una evocación al esplendor creativo sustentada sobre un repetitivo y típico scherzo de cuerdas creado para acompañar la impresión primera del recién llegado al contemplar las imponentes fachadas de la catedral. Solo la mesurada percusión puntúa el crescendo que el motivo central va alcanzando, al que se le une el también ponderado tañido de las campanas en el momento álgido como significación del destino temático de la construcción (y de su ya atisbada finalización). Una vez superado por el visitante este primer impacto visual, el recorrido iniciático se transmuta en la minuciosa observación de los detalles de la construcción y de los conceptos arquitectónicos que la fundamentan, para lo que Cases compone un fragmento musical con el piano de protagonista, al que seguirá el acompañamiento de la indispensable cuerda, en su intención de ofrecer el sereno reposo que adecuadamente ha de acompañar (“Contemplation”) la necesaria reflexión. La orquestación, con la cuerda y el piano de protagonistas, ejecutada por un Ensemble conformado por el propio Cases (cuyo nombre y apellidos constituyen la misma denominación del conjunto musical) unida al concepto de “minimalismo mediterráneo” característico del compositor, con unos motivos musicales de connotaciones “luminosas”, alegres y vitalistas, perceptibles aún cuando el tono adoptado sea el de la más profunda gravedad, se acoplan como un guante a los intereses fundacionales del disco, así como, en una superación de las barreras temporales, al mismo estilo modernista que esencialmente está en la base de las ideas artísticas del visionario y excepcional arquitecto catalán. El resultado, inmediatamente perceptible por el aficionado desde estos primeros fragmentos musicales, no puede resultar más adecuado para dicho maridaje de estilos, suscitándose la empatía musical con las emociones sugeridas y propiciadas a partir de la contemplación/evocación de esta gloria arquitectónica.
Dicha evocación prosigue con la siguiente pista musical, “Cantics”, concebida con la participación de un coro a capella que ofrece el recogimiento musical idóneo para la entrada al interior del recinto, el cual, no obstante, es inmediatamente seguido por un nuevo y casi violento scherzo de la cuerda, que apoyado sobre los pizzicatos y la participación de mínimos recursos percusivos, vuelve a la tonalidad dinámica que atraviesa estructuralmente la partitura. El piano vuelve a hacer acto de presencia en “Els Vitralls”, donde los cuidadosamente elaborados colores de las vidrieras debidas al artista Joan Vila-Grau son los protagonistas del motivo compositivo, dando paso a la cuerda que, a modo de un réquiem, se ofrece como perspectiva musical de los efectos reflectantes derivados de la combinación de la distinta posición del sol sobre el interior del crucero. Ciertas sonoridades atípicas, cuyo recuerdo evoca una especie de silbidos, remiten a la liviandad del material referencial del fragmento, mientras que las disonancias finales del piano nos abocan a la subjetiva interpretación sensorial que tanto el visitante como el aficionado pueden evocar del diferente resultado combinatorio mencionado.
Con las dos siguientes pistas musicales se accede a un nivel distinto de interpretación emocional ya que ambas van más allá de los aspectos meramente descriptivos, pues tanto “Resurrection”, donde el piano y la cuerda dejan paso a un bello solo de violoncello al que siguen sucesivos scherzos ataviados por aquél, uniéndoseles la trompeta en emotiva festividad del tema inspirador, como “Gaudi´s Mistic”, con una mínima pero dinámica cuerda que acompaña el inicial solo de piano hasta que un juego de pizzicatos puntúa la posterior tonalidad, mucho más evocadora, del solista instrumento de percusión, ofrecen las sugerencias musicales de un simbolismo que pretende ayudar a profundizar en la capacidad de interrelación entre la obra artística y el expectante visitante, transmutado para la ocasión también en melómano.
Finalmente, Cases, dado el casi indisociable estado de construcción permanente del edificio (pues nunca, a lo largo de su ya longeva existencia, ha conocido otro) dedica un scherzo más de la cuerda, acompañada en esta ocasión por las notas graves del piano, al titánico esfuerzo de la construcción del mismo en “In Construction”, confiriéndole un aire morriconiano que nos retrotrae, más que al recuerdo de algún fragmento musical debido al compositor romano (por ejemplo “The Untouchables”, a pesar de la evidente distancia temática), a cierta semejanza de estilos fundamentada en la mediterraneidad primigenia de ambos músicos. A ello no es ajeno el fragmento final que cierra el disco, “Cellos Oratorio”, que de modo reposado esboza un ritmo paulatino que acaba por configurar el característico sonido vitalista que protagoniza ésta y toda aquella obra en la que se ve inmerso el compositor (más allá, claro, de sus incursiones genéricas en el cine de terror).
Un disco, en definitiva, estimable, que ofrece una perspectiva personal y, sobre todo, más próxima y cercana, del universal monumento que es La Sagrada Familia, puesto que alguna otra aproximación de las pocas existentes se debía a compositor no por conocido más lejano físicamente de la capital condal como Toru Takemitsu, quien se encargara, a mitad de los ochenta, de la partitura del documental de Hiroshi Teshigahara sobre el arquitecto, con un estilo musical (mayormente decantado hacia el atonalismo) completamente alejado, como se podrá suponer, del minimalismo utilizado por Cases. Ello no es óbice para que éste haya de ser precisamente definitivo, pero sus propósitos, bien presentes en la internacionalización del aspecto comercial del disco, comenzando por el destacado título del mismo y siguiendo con la rotulación en inglés (si exceptuamos un par de temas extrañamente titulados en catalán, como “Els Vitralls” y “Cantics”, probablemente debido a algún error) no dejan lugar a dudas acerca de los mismos.
25-abril-2011
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