Frederic Torres
Con escaso margen entre la edición del volumen dedicado a la quinta temporada (este verano) y los dos dobles aparecidos con la sexta y última de esta exitosa y polémica (por su conclusión) serie, el aficionado ha estado viviendo en toda su intensidad el último año de “Lost”. Debido a ello se ha optado por editar un disco doble (ya se hizo con la tercera) de contenido cercano a las dos horas y media de música presentando fragmentos de un gran número (representativo) de episodios a modo de resumen/compendio de la misma. En esto el disco sigue las características normalizadas del resto de los ya existentes y probablemente su expansión espacial se deba a cuestiones puramente comerciales espoleadas por la oportuna trascendencia argumental de la finalización definitiva de la serie. La confirmación de este planteamiento alcanza su máxima expresión con la edición (limitada además, para mejor alimentar la ansiedad mitómana del aficionado –puro y duro marketing-) de otro disco doble centrado íntegramente en los últimos (y supuestamente resolutivos) episodios, con lo que el balance discográfico final que ha arrojado el conjunto a lo largo del lustro pasado ha sido de nada menos que diez discos compactos (casi la mitad de ellos –unas cinco horas de música- dedicados a esta última temporada).
Esta estrategia (deliberada y perfectamente urdida por parte de los responsables de Varèse) ha hecho casi obligatoria la adquisición de ambos compactos por cuanto si se ojea en la carpetilla del disco la relación de episodios con representación musical, se observará que efectivamente hay una nutrida representación de los mismos salvo, precisamente, de los últimos (excepción hecha del episodio final cuya inclusión habría que considerar imprescindible en el presente disco, habida cuenta que se trata de una edición comercial planteada, como las demás, a modo de resumen de toda la temporada, con lo que hipotéticamente podría haber quien no considerara necesario la adquisición del otro volumen doble, el dedicado a esos últimos episodios, mucho más caro, además, debido a su señalada condición limitada). De modo que tanto por coleccionismo (es obvio que quien se haya hecho con los anteriores discos se sentirá impulsado a completar la serie), pero también por motivos puramente musicales, al aficionado le quedarán pocas opciones por cuanto sin este último volumen tendrá un punto de vista musical sesgado de la temporada, habiéndosele escatimado el importante tramo final de la misma por mucho que se haya incluido una cierta representación (un par de cortes que suman alrededor de unos quince minutos en total) del último capítulo.
Así, si a propósito de la edición del quinto volumen nos permitíamos una pequeña reflexión acerca de las directrices utilizadas en la selección de fragmentos musicales en la edición discográfica de un serial televisivo cualquiera, la respuesta no ha tardado demasiado en llegarnos por cuanto en el transcurso de pocos meses ha habido diversas propuestas en este sentido que sucesivamente han ido transitando desde la normalidad más absoluta (caso de las miniseries “The Pacific” o “The Pillars of the Earth”, de disco único) hasta la presentación más espectacular (la reciente “Star Trek : The Next Generation: The Ron Jones Project”, compuesta por nada menos que catorce discos compactos recogiendo la participación casi íntegra del compositor en dicha serie), pasando por esta intermedia de “Lost” (donde se ha ido editando el puntual disco con la selección musical de cada temporada – caso también, por ejemplo, de “Galactica” o “The Tudor”-) o la que recoge diversos fragmentos musicales de otros tantos episodios de diferentes series de los sesenta que componen la caja de cinco compactos titulada “Omnibus TV” (que en su explícito Vol. 1 anuncia la continuidad).
Conformada, pues, a modo de primer volumen de esta última temporada, la selección ofrecida en estos dos compactos sigue la estela de lo ya realizado a lo largo y ancho de la partitura (incluyendo el gusto por la broma en la titulación de los fragmentos musicales homenajeando títulos de conocidos films preexistentes tales como “Smokey and the Bandits”, “Helen of Joy”, “Jacob´s Ladders” o “Love in a Time of Pneumonia”), con las dosis correspondientes de scherzos, pizzicatos, arpegios, percusión selvática (o, mejor dicho, “simiesca”, dado que como ha sido habitual en bastantes momentos musicales de la serie, el homenaje al Jerry Goldsmith de “Planet of the Apes” está muy, pero que muy presente) para significar los momentos de acción, suspense e intriga respectivos que, obviamente, pueblan también este tramo final del relato, así como el uso de la nota suspendida de piano (o arpa) introduce el lirismo que aporta la cuerda propio del cruce de relaciones entre los diversos personajes protagonistas. En este sentido, los parámetros quedan establecidos desde el primer instante musical, comenzando “A Sunken Feeling” con una minimalista y un tanto misteriosa introducción, repetida hasta en tres ocasiones, para dar paso al habitual juego de vertiginosos ascensos y descensos de la cuerda así como a los potentes scherzos que nos prueban, una vez más, la máxima establecida a lo largo de toda la serie que reza aquello de que “nada es lo que parece”. De nuevo la sombra de Goldsmith planea sobre este dinámico planteamiento, pues el recuerdo de partituras de similares postulados musicales como “The Omen” o “The Twilight Zone: The Movie” está presente aunque bien asimilada por el hacer de Giacchino, quien de nuevo vuelve a utilizar la The Hollywood Studio Symphony especialmente potenciada en la cuerda (característica específica y verdadera imprenta personal de la partitura), compartiendo protagonismo con el metal (únicamente trombones), amén, claro está, del piano y de la percusión, más algún añadido exótico como el ukelele o la guitarra.
Obviamente, el compositor presenta novedades temáticas en esta última temporada, además de reutilizar hábilmente (es decir, de forma contenida y exenta de abuso alguno) motivos ya conocidos de las anteriores. De este modo, nos entregamos al lirismo introducido en el segundo tema del disco, “Heavy Metal Crew”, así como al destacado solo que protagoniza al respecto el violín (dedicado al personaje de Richard) en “None the Richard” (que recuerda tremendamente al ejecutado con el violín chino para el tema de Spock en “Star Trek”). Pero, sin duda el motivo “importante” de la temporada es el dedicado al santuario de la isla que escuchamos por primera vez en “Trouble Is My First Name”, de características “místicas”, en la línea de los del “Pozo de Almas” o del “Caballero del Grial” que John Williams concibiera en su partituras de la saga de Indiana Jones. El papel del metal aquí (los susodichos trombones) es determinante (por su justa ampulosidad) para conferirle esa distinción especial, cuasi religiosa, con la que el tema se impone hegemónicamente a lo largo de la temporada. Su recurrencia, debida a los vericuetos de la trama argumental, será constante y el disco lo refleja (“The Lighthouse”, “Jacob´s Advocate”, “And Death Shall Have No Dominion” –este combinado con el solo de violín del tema de Richard-), pero dado que la extensión permite un mayor detenimiento en cada episodio (de hecho, los trece primeros fragmentos musicales del primer disco pertenecen todos al primero de todos, “La X”), su presencia queda mejor perfilada e integrada en el conjunto del relato musical toda vez que no disminuye su importancia.
Sin embargo, curiosamente, es “Temple and Taxi”, perteneciente al siguiente episodio, “What Kate Does” (con tan sólo dos fragmentos), el que, de alguna manera (y el metal no es ajeno a ello) despierta la curiosidad del melómano al encontrarse con una sonoridad diferente, inhabitual, por lo novedoso de la predominancia de los trombones (aunque el piano, la percusión y los scherzos de la cuerda estén igualmente presentes), rompiendo la homogeneidad estética construida con las características escalas ascendentes y descendentes de la cuerda, toda vez que relegando a un segundo plano esos habitualmente potentes scherzos protagonistas de tantas secuencias de la serie. De hecho, esa voluntad de potenciar detalles novedosos está presente en muchos de los fragmentos musicales del disco, tanto en su vertiente dinámica (los juegos de la percusión en “Jacob´s Ladders” hasta alcanzar un potente crescendo –que posteriormente dará paso a un no menos enérgico scherzo-, la combinación de la percusión con la guitarra en “Door Jammer” o la gravedad de los violonchelos, prólogo de un nuevo arrebato de la cuerda scherzando, en nutritiva combinación con los trombones y la percusión, de “Sundown”, por no hablar de prácticamente todos los fragmentos pertenecientes al episodio “Happily Ever After”, vinculados al intrigante suspense propiciado por el rítmico balanceo resultante de la combinación entre la cuerda, los trombones, la percusión y el piano), como en la de mayor lirismo (el mencionado tema dedicado a Richard, pero también la bella canción de cuna que contrapuntea la tonalidad misteriosa de “Catch a Falling Star”, así como los hábiles recordatorios –caso del bello “Karma Has No Price” o “Shepharding Sun”- que recuperan temas de anteriores temporadas).
Los dos extensos fragmentos con los que finaliza el disco (incluidos y, por tanto, repetidos exactamente igual en el siguiente volumen limitado) intentan dotar, como se ha dicho, de cierta unidad y coherencia al discurso musical, cuando en realidad se convierten en un (no tanto) involuntario prólogo del posterior volumen (editado sin solución de continuidad a éste) centrado exclusivamente en los cuatro últimos y determinantes –para bien y para mal- episodios de la serie. En ellos, el compositor gozará del privilegio de exponer detalladamente su propuesta musical sin atender a las exigencias siempre reductoras de la obligada selección de fragmentos musicales a los que habitualmente debe someterse la edición comercial del disco de una temporada televisiva (como demuestra el segundo disco de la edición limitada, dedicado exclusivamente al doble episodio final –y con una duración de nada menos que una hora y veinte minutos-, mientras que en el presente disco solo encontramos los mencionados quince minutos del par de cortes seleccionados). Lo interesante para el aficionado será que dicho privilegio expositivo venga acompañado por unos resultados musicales de calidad que lo hagan merecedor del mismo. Como es el caso.
9-diciembre-2010
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