José-Vidal Rodriguez
Mucho se ha hablado y escrito sobre uno de los fenómenos comerciales más contundentes del cine de los 80. La traslación a la gran pantalla del cómic nacido de la pluma de Bob Kane, no solo reportaría pingües beneficios a una Warner que apostó muy fuerte por el proyecto, sino que consolidaría definitivamente a uno de los creadores más personales del último cine norteamericano, el inclasificable Tim Burton. Peleado hasta la saciedad con los productores Jon Peters y Peter Guber, el californiano firmó, a sus 30 años, un relato que despertó tantos detractores como confesos admiradores, iniciando una saga de la que últimamente ha cogido el testigo Christopher Nolan. A nuestros efectos, el “Batman” de 1989 ayudó sobremanera a reafirmar el talento de un colaborador habitual de Burton, un compositor todavía “novato” al que le cayó en sus manos la partitura más compleja hasta entonces abordada en su filmografía.
Por aquel final de los 80, Danny Elfman era un autor aún semidesconocido en el Hollywood de las grandes producciones. Su bagaje artístico (fuera del liderazgo en el grupo de música new wave, Oingo Boingo), se reducía a puntuales intervenciones en varias series de televisión, así como a la creación de un puñado de partituras para comedias ligeras (“Midnight Run”, “BeetleJuice”, las entregas de “Pee-Wee” o la infumable “Summer School”), que poco tenían que ver con la ambición e importancia de este nuevo proyecto. Con estos antecedentes, es obvio que el reto de Elfman se hallaba en demostrar a la productora su capacidad y versatilidad a la hora de afrontar un trabajo grandilocuente, plenamente sinfónico y necesitado de un mayor peso musical que el proyectado para cualquiera de sus incursiones anteriores (si exceptuamos el “Scrooged” de 1988, donde ya se vislumbran algunos de los recursos aplicados en adelante por el californiano). Visto el resultado final, no cabe la menor duda de que el compositor cumplió con creces los objetivos, convenciendo así a todos aquellos que veían en Elfman un autor de poco nombre como para afrontar con garantías esta auténtica superproducción. “Batman” no solo continua siendo su entrada a la industria por la puerta grande, sino que además podemos hablar sin reparos de una partitura emblemática que revitalizó, de algún modo, el ámbito musical del cine de “superhéroes”, situando durante años a su responsable como una nueva -y solvente- referencia de calidad dentro del género.
La aproximación musical a la historia, no podría entenderse sin hacer mención a la peculiar impronta gótica con la que Tim Burton dibujó Gotham, la ciudad ficticia en donde se desarrolla la acción. Un estilo visual y una puesta en escena que serían rápidamente consideradas como auténticas “trademarks” del director en sus posteriores cintas, y que influye sin duda en el envoltorio sonoro de la presente. Como aspecto fundamental para reforzar esta estética, el cineasta ganó la batalla contra los productores en orden a consolidar como referente sonoro la música incidental, pese al gran peso que, a priori, iban a tener las canciones compuestas ex profeso por Prince, confiando por tanto en el buen hacer de Elfman para dotar a Gotham de ese sabor añejo y decadente.
Para la figura del héroe enmascarado, el compositor escribe una aplastante e imperecedera marcha a metales y percusión, dominada por un motivo de cinco notas que se convertirá, desde su aparición misma en los títulos de crédito, en el emblema musical del murciélago. Siempre fiel a aquella impronta gótica y sombría, el heroísmo es tratado por el autor desde una perspectiva, en principio, poco común: asimilando perfectamente la idea de Batman como “guardián nocturno”, el californiano presenta su tema dentro de un tono que abraza la oscuridad antes que el triunfalismo, recurso con el cual logra conectar además con la idea de personaje atormentado por los luctuosos hechos de su pasado. La aparición de este motivo se convierte lógicamente en constante, enfática y en determinados instantes hasta reiterativa, algo que Elfman ayudará a mitigar a través del excelente desglose temático con el que engalanará posteriormente el score.
Para desdoblar la otra personalidad del héroe, la del acaudalado e introvertido Bruce Wayne, la música tiende a humanizarse de algún modo, hasta el punto que una de las sintonías de Prince (bien por imposiciones, o bien por elección propia), es utilizada como leitmotiv para describir su relación amorosa con el personaje de Kim Basinger. Esta especie de “love theme”, presenta en sus arreglos orquestales un color tenue e impreciso, en aras de subrayar las dudas del protagonista ante un acercamiento que supondrá revelar por primera vez su identidad oculta. Por otro lado, el descenso a los infiernos de Wayne (aquellos flash-backs del asesinato de sus padres), conllevan el desarrollo de uno de los escasos instantes expresamente dramáticos del score: el corte “Dream”, en donde coros, piano (muy presente a lo largo del score) y solos de cuerda, emulan con solvencia el tormento del protagonista ante tan desgraciado suceso.
Más atractivo, si cabe, es el acercamiento antagónico a la figura del Joker. Elfman rehuye en todo momento dotar al personaje de un trasfondo tenebroso o maléfico expreso, enfatizando por contra la excentricidad del enemigo mediante formas atípicas y brutalmente coincidentes con la imagen histriónica que, tanto Burton como Jack Nicholson, planearon para el filme. De hecho, no sólo le dota de más de un identificador motívico indirecto, sino que la descripción de las excentricidades del Joker conforma los momentos musicales más “luminosos” y lúdicos de todo el score, dando por tanto una vuelta de tuerca a los clichés habituales en el género. De esta forma, su presentación a través de un hermoso vals (“Face-Off“, desarrollado posteriormente en “Waltz To The Death”), el uso de la sintonía “Beautiful Dreamer” (canción original del siglo XIX usada en multitud de scores tales como "Gone with the Wind" o "An American Tail") funcionando a modo de lema del curioso “romanticismo” del personaje, o la incrustación de diversas frases en clave circense y bufonesca, dan buena cuenta del semblante abiertamente grotesco con el que Elfman dibuja el maniqueísmo del Joker.
Para terminar de cerrar un círculo temático realmente sugestivo, los bloques de acción descubren a otro Elfman inédito hasta entonces, que demuestra sin embarga gran soltura en estos cortes vigorosos. Entre ellos, mención especial merece la estimulante cadencia de cuerdas y piano servirá de fondo al “Shootout” (el antiguo “First Confrontation”), de las mejores piezas en lo relativo a su sincronía visual; el uso coral presagiante en “Descent Into Mystery”; las apabullantes acotaciones al tema central en el extenso “Batwing II / Batwing III”; o por último, el homenaje a Bernard Herrmann con el que el compositor adorna armónicamente el “Cathedral Chase”, recreando con una figura de tres notas el tortuoso ascenso a la torre en la que se producirá el enfrentamiento final entre héroe y villano (“Showdown I / Showdown II”).
La-La Land Records presenta una edición en doble compacto en la que se incluyen, además de una innecesaria remasterización del álbum original editado por Warner Bros., la totalidad de las pistas compuestas por Elfman tal y como suenan en el filme. Esto supone la ocasión de escuchar unos 20 minutos de música inédita (descartada en el CD de la Warner por su marcado carácter incidental), así como una serie de bonus tracks incluídos al final del segundo CD, consistentes en pistas menores (“News Theme” y “Joker´s Commercial”, curiosamente recuperadas en sonido mono) y tomas alternativas de diversos bloques (atención a la hilarante versión coral del “Beautiful Dreamer” incluida por sorpresa en el corte final “Main Title (alt. 2)”). Pese a la exuberancia y exquisitez del álbum, es justo señalar las ligeras variaciones que sufre el sonido en el primer CD (hasta tres tipos de masters se usaron para su secuenciación), y alguna que otra deficiente transición entre pistas. Leves defectos éstos que no deberían deslucir una edición destinada a los aficionados más rigurosos, y que hará además las delicias de los amantes de esta primera gran obra compuesta por un Elfman en su mejor momento creativo. Tal es así que tan sólo habría que esperar un año más para atender a su obra cumbre, "Edward Scissorhands".
9-septiembre-2010
|