Ignacio Garrido
Juan Bardem sigue siendo uno de los músicos de cine españoles más ignorados y desconocidos por el aficionado, aunque sea al mismo tiempo uno de los más camaleónicos y elegantes de cuantos trabajan en tierras patrias. Un autor que tras lograr el Goya con la deliciosa “Al Sur de Granada”, no ha conseguido hilar todo el éxito que merece, debido quizás a su poca presencia en las pantallas, quizás a que no ha renunciado a seguir manteniendo una ética profesional que le impide caer en el mercantilismo y el cliché fácil.
A esto se suma la invisibilidad de un estilo de composición pulcro, detallado, sin amaneramientos y de una capacidad de síntesis realmente destacable. Un tipo de autor en vías de extinción que ha existido en todos los frentes y épocas, desde el Hugo Friedhofer de la era dorada, a la discreta artesanía de un Michael Small en pleno resurgimiento sinfónico, pasando por el elegante clasicismo actual de George Fenton. Compositores discretos, miméticos para con las historias a acompañar con su música, y sobre todo esto último, siempre creando música, sin excesos, con profesionalidad, con talento. Lo dicho, un rara avis en los tiempos que corren.
La película que nos ocupa versa sobre el tratamiento que un psicólogo realiza a una chica que cree ser la reencarnación de la protagonista de un cuadro de época de El Prado y que ve en el médico al amor que ella contempla en dicha pintura. Los elementos con los que Bardem juega, serán pues un romanticismo de tono melancólico y orquestación barroca para ilustrar las ensoñaciones pretéritas de la joven, al tiempo que une ambas con soltura a través unos dinámicos tintes minimalistas con figuras al piano que recuerdan al mejor Gaigne.
El tema central de “Títulos Iniciales” se desarrolla como una suerte de vals, con tintes volátiles y de cierto carácter ensoñador, que da paso al empleo del clavicordio como elemento de traslación temporal en “Primera Lección de Virginal”. La acertada mezcla de estos elementos surge en “Segunda Lección de Virginal” y la sutil variación del tema central la tenemos en “Pensando en Julia”. Un nuevo e intenso motivo para cuerda, de connotaciones tanto obsesivas como románticas, aparece en “Los Dos Lados”, mientras que el lirismo se desata en la bellísima “Tercera Lección”, uno de los pasajes más destacados de la partitura, cuya calidad e intensidad continúa con la arrebatada pieza “El Fuego”.
Alcanzado el ecuador de la obra, destacan de aquí en adelante la maravillosa brevedad barryniana de “Cuido Tu Sueño” y “Dormir”, tanto como la progresión en el tratamiento temático, sucesivamente más dramático y desesperado de “... y tirar la llave” o lo abiertamente esperanzador de “¿Lo Intentamos?”, para cerrarse con una magnífica revisitación circular del tema inicial en “Títulos Finales”.
“Amores Locos” es, por lo tanto, una obra trabajada al detalle, rica, técnicamente exquisita y si bien no ofrece sorpresa alguna (Bardem nunca ha destacado por ser original ni rupturista en ningún género), se consolida como una banda sonora de esas que ya no abundan por el panorama contemporáneo; expresiva, emocionante, concisa y directa, uno de los mejores trabajos de su autor hasta la fecha.
El disco, un pulcro producto editado por una filial de la creciente Quartet Records, permite degustar el placer de comprar discos en tiempos de la descarga digital. Cuidado digipack con notas del compositor y reproducción de fragmentos de las partituras originales con los temas destacados, así como detalles técnicos y fotografías a color. Una delicia que demuestra que no hay que estar en duermevela cada dos semanas para conseguir no quedarse sin el último Intrada, cuando en nuestro país se pueden conseguir, a poco que se tengan un mínimo de ganas y buen gusto, excelentes bandas sonoras.
13-agosto-2010
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