José-Vidal Rodriguez
La filmografía del director argentino Juan José Campanella es quizás una de las más variopintas del panorama latino actual. Capaz de enternecer al espectador con dos largos tan destacados como “El Hijo de la Novia” o “Luna de Avellaneda”, su tino tras la cámara empezaba a situarle a la cabeza de la industria hispanoamericana. Pero su carrera desde entonces, tomó un rumbo inesperado hacia el mundo de la televisión yanqui, en el que su talento ha sido aprovechado en algunas de las series norteamericanas más populares de los últimos tiempos (“House”, “Law & Order”...). Su vuelta al cine con “El Secreto de Sus Ojos” acaba por constatar todas las virtudes que Campanella fue apuntalando en filmes anteriores. Y es que la historia que nos narra engancha al espectador desde el principio: Benjamín Espósito, secretario de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que le conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista. Su obsesión con el brutal asesinato de Liliana Colotto, ocurrido en 1975, le lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su autor, sino también una profunda historia de amor con una compañera de su juzgado, a quien ha deseado fervorosamente y en silencio durante años. Alrededor de este argumento, Campanella rueda un honesto y sólido thriller sin artificios, bendecido por las magníficas interpretaciones del elenco principal (genial Ricardo Darin), que trasmiten al espectador una empatía absoluta con respecto a la trama. Sin lugar a dudas, el director firma su mejor obra hasta la fecha, que además le ha valido el Oscar a la mejor película extranjera.
Pese a las fructíferas colaboraciones pasadas con Ángel Illarramendi, el cineasta argentino ha contado esta vez con un equipo de compositores de su tierra natal: el veterano Emilio Kauderer, viejo amigo de Campanella y uno de los máximos exponentes de la música de cine argentina (autor de aquella deliciosa partitura para “Un Lugar en el Mundo”); y el joven Federico Jusid, bonaerense de nacimiento, pero que curiosamente viene desarrollando su carrera en España poniendo fondo musical a teleseries tan populares como ”La Familia Mata”, “La Señora” o “Gran Reserva”. Aún no figurando acreditado en el álbum el grado de participación de cada uno de los músicos en los temas del álbum, lo cierto es que el nivel de entendimiento entre ambos parece total, dotando al conjunto de una firme sensación de cohesión.
Ambos autores parten de una idea que se mantiene casi incólume a lo largo del score: la contención musical, plasmada no solo en las formas (pese a la intervención de la Bulgarian Symphony Orchestra, la sensación camerística predomina sobre cualquier exceso instrumental), sino también en el verdadero fondo de la obra, empapada en todo momento por unas intenciones totalmente serviles para con las imágenes. Con esta ausencia de virtuosismos o concesiones para la galería, es el piano, como recurso de gran expresividad a la hora de afrontar registros introspectivos, quien toma las riendas de la práctica totalidad del score para evocar, funfamentalmente, la soledad de los protagonistas principales, fusionándose con las cuerdas (con especial intervención del cello solista) para reafirmar la aflicción existente en sus respectivas vidas: el personaje de Espósito (Darin) sufre al ocultar su atracción por Irene, y al mismo tiempo admira el amor que Ricardo Morales sentirá, durante el resto de sus días, hacia Liliana, su esposa asesinada. En este cruce de sentimientos y de heridas pasadas, Kauderer-Jusid optan por dotar a la partitura de un fuerte tono nostálgico, que en no pocos instantes roza lo elegiaco. Es la forma de reafirmar ante el espectador la mirada al pasado que realiza el personaje de Darín y que marcará enormemente su presente.
El tema central, escenificando a la perfección la melancolía pretendida por la música, encuentra su base en una retentiva melodía de mimbres sencillos (“Main Theme”), en la que se confirma el carácter camerístico con el que los dos autores afrontarán el grueso de la obra. Sus apariciones más expresas aluden a momentos más o menos claves en la relación entre Espósito e Irene (“Her Eyes”, “The Train Leaves”, “Farewell”), aunque no cabe duda que esta idea musical acaba también asimilándose narrativamente al binomio Ricardo-Liliana. Y ello pese a que la joven posea un identificador musical propio (“Liliana´s Theme”, “Crime Scene”) el cuál apela, también desde una sugerente sensación de desazón, a su hermosa inocencia (“Liliana´s Music Box”), cortada de raíz por su terrible asesinato. Junto a estos dos motivos, Kauderer-Jusid crean también un tema de trasfondo elegíaco (“Sandoval´s Choice”, “In the Cage”), que viene a acompañar alguno de los instantes más dramáticos del filme, en especial su espléndido e imprevisible final, en el que la desgarradora frase pronunciada por Morales, ”usted dijo perpetua”, encuentra en el corte “The Doubt” un acompañamiento musical muy acertado al dolor y sentir de la secuencia.
Aun cuando estas tres ideas son las auténticas referencias del score, el dúo Kauderer-Jusid muestran igualmente su buen hacer en cortes como el minimalista y obsesivo “Gomez”, o el “Passion”, acudiendo a una inicial agitación a las cuerdas para enfatizar la escena aérea de aquel estadio de fútbol lleno hasta la bandera. Por contra, algun que otro pasaje como “Unwrapping the Truth”, no consigue sino pasar de puntillas por la partitura, ante su más que convencional planteamiento.
Los poco más de 40 minutos de material para un metraje de más de dos horas, demuestran el comedido uso que Campanella hace de la música, máxime teniendo en cuenta la falta de inclusión de varios cortes en el montaje final, decisión que parece funcionar en determinados instantes de la narración (en particular, la exclusión del bloque “The Elevator” y el consiguiente uso del silencio, aumenta considerablemente la angustia de esta escena del ascensor). En definitiva, la partitura de “El Secreto de sus Ojos” transita, desde una honestidad diga de ser destacada, por los cauces de un intimismo y una mesura que no impiden poner de relieve la acertada predisposición de sus autores. Quizás algunos puedan ver en este score unas propuestas demasiado sencillas, y que incluso rocen la simpleza. Pero ni la sofisticación es sinónimo de calidad, ni el presente filme podría entenderse sin la estimulante aportación musical del dúo Kauderer-Jusid a este relato de gran calado emocional.
22-julio-2010
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