José-Vidal Rodriguez
A estas alturas, no cabe duda que el alemán Roland Emmerich es uno de los prototipos más claros de cineasta entregado sin concesiones al Hollywood palomitero, a los fuegos artificiales sin fondo y a las historias manidas que tengan como acicate un mensaje “proyanki” llevado hasta los últimos extremos. Ejemplos en su filmografía no faltan (incluida la última y espectacular “2012”), pero en el caso de “Independence Day” (tercero de sus filmes auspiciado por un gran estudio, tras “Soldado Universal” y “Stargate”), todas aquellas características se concentran en más de dos horas de producto indigesto, insalvable y, a la postre, insultante a la inteligencia de cualquier espectador que acuda a la sala medianamente sobrio. Todos los tópicos del “espíritu” americano, de un patriotismo que roza lo radical, se unen para ofrecer esta visión sonrojante del viejo tema de la invasión alienígena, y de cómo la humanidad se une (en torno a la bandera americana, obviamente) para contrarrestar el poderío de estos intrusos. Por supuesto, el éxito de la cinta en taquilla fue demoledor, y el despropósito parece que no va a quedar aquí, ante el reciente anuncio de que el director de Stuttgart rodará dos secuelas de este auténtico megahit de mitad de los 90.
Frente a un subproducto pirotécnico de este calibre, el apartado musical actúa una vez más de salvavidas artístico del filme, demostrando que hasta en las peores plazas, un músico con profesionalidad puede salir más que airoso de un becerro de estas características. Y es que el británico David Arnold, le debe gran parte de su popularidad, al menos la inicial (se le echa de menos en la actualidad), al dúo formado por Emmerich y su productor ejecutivo Dean Devlin, quiénes le descubrieron a la industria gracias a la oportunidad brindada en otro blockbuster, “Stargate”, para el que el inglés escribió un sugerente trabajo en el que ya apuntalaba su habilidad a la hora de recrear grandes fastos sonoros con la épica, la melodía y la ampulosidad orquestal como baluartes fundamentales. Justo lo que precisaba un filme como “Independence Day”, no sólo por los apuntes de su pretenciosa temática, sino por la necesidad de hacer pasar por “grande” y trepidante lo que en realidad no es sino un corolario de ramalazos narrativos de tintes parvularios.
Lo cierto es que Arnold continua la senda estilística iniciada en “Stargate” (sinfonismo poderoso, énfasis continuo y utilización reiterada de los coros, entre otros aspectos), presentando una mayor madurez en lo concerniente al desarrollo de una espléndida estructuración temática, que se convierte sin duda en el alma mater de la partitura. Consciente Arnold de la necesidad de identificar musicalmente personajes y situaciones frente a los lastres argumentales de la historia, el autor planifica el encargo sobre tres niveles bien diferenciados, a los que arranca unos resultados más que solventes: en primer lugar, la música incide en la amenaza alienígena que primeramente acecha (“1969: We Came In Peace, “S.E.T.I. - Radio Signal “) y luego acaba por asediar al planeta. La solución adoptada por el inglés, aún previsible, no deja de ofertar plena eficacia a la primera mitad del metraje, en la que trata de incidir en el desánimo de la humanidad ante una invasión a la que no puede dar respuesta. Por ello, al oscuro y apocalíptico identificador musical de los extraterrestres (una frase de seis notas de aparición constante, que podemos escuchar, por ejemplo, en “First Sighting“), el compositor asocia bloques de marcada tensión (“Awac Attack“), desasosiego y, posteriormente, acude a una introspección lírica con la que apelar a la pérdida de esperanza (“Aftermath”, “Evacuation”), bordeando registros trágicos en un pasaje destacado como “El Toro Destroyed”, de impecable factura coral. De esta forma, el inglés deslinda claramente los caracteres del “bien” y el “mal”, los enfrenta y los hace interactuar a lo largo de todo el trabajo de manera francamente coherente.
No en vano, como contrario al motivo de los invasores, Arnold ensalza la valentía de la humanidad (entendida ésta como el símbolo de los omnipresentes USA), a través de un discurso abiertamente patriótico, con la americana muy presente al estilo del James Horner de “Apollo XIII”, partitura ésta que, según revelan las notas del compacto, actuó de temp track en la presente. Esta nueva impronta marca el punto de inflexión con el que el compositor enfatiza la tenacidad de los humanos y su recuperación de la esperanza de poder hacer frente a la invasión. Probablemente el momento en que esta flema patriota se dibuja con más nitidez (y mayores paralelismos se observen con el trabajo de Horner), sea en el corte “The President´s Speech”, que pretende dar emotividad al ridículo discurso de arenga de Bill Pullman, mediante una frase que continua el trasfondo milistarista de buena parte del score, para culminar in crescendo y desde la nobleza, con la melodía que actúa de principal motivo asociado al “bien” (la misma que suena a modo de marcha en “International Code”). Dentro de esta línea heráldica, también se sitúa el fragmento de marchamo más triunfal de todo el score, la fanfárrica frase con la que Arnold arranca los magníficos “End Credits” (la misma que había tenido una aparición estelar en el segmento “Russell Casse-Pilot”), un tema que influiría ligeramente al inglés a la hora de componer el main theme de su posterior “The Musketeer”.
En cuanto al tercer núcleo temático destacado, que actúa además como nexo de unión de los anteriores, el británico nos deleita con algunos instantes de acción especialmente sugestivos y perfectamente encajados en las secuencias a las que sirven de soporte. Con las características orquestaciones de su inseparable Nicholas Dodd, en donde la percusión (con especial insistencia en los taiko drums) y las trompas (hasta 13 usadas, ni más ni menos) cobran gran protagonismo sobre la aparatosidad orquestal planteada, cortes tales como. “Firestorm”, “Base Attack” o el extenso “The Launch Tunnel / Mutha Ship / Virus Uploaded”, nos muestran varias de las virtudes -y algunas sombras- ya apuntadas en “Stargate” en lo referente al tratamiento del frenetismo y la acción: un discurso masivo en medios, retentivo en leitmotivs, estridente y excesivo por momentos, pero enormemente efectivo en su conjunción visual.
Responsable de la aparición de uno de los bootlegs más populares de los últimos años (de procedencia española, según cuentan), la partitura de “Independence Day” se beneficia ahora de la presente edición doble de La-La Land Records, que amplia los algo más de 50 minutos del álbum original de RCA y ofrece la totalidad de la música escrita para el filme, junto con innumerables versiones alternativas con las que se rellena la duración del segundo compacto. Ocasión perfecta para acercarse al trabajo francamente destacado de un David Arnold que por aquél entonces se hallaba en el mejor momento de su carrera. Y es que tan sólo un año más tarde, entraría por la puerta grande de la franquicia “Bond”, gracias a esa ejemplar partitura llamada “Tomorrow Never Dies”.
20-mayo-2010
|