José-Vidal Rodriguez
Cuando en el año 2000, un primerizo John Powell se unía a Harry Gregson-Williams para escribir el score de “Chicken Run”, probablemente no era consciente del éxito rotundo que le esperaba gracias a una partitura con la que se coronarían en el ámbito de la animación moderna. Con la saga de “Shrek” como siguiente punta de lanza, la reputación ganada por ambos les convertía en un tándem de solvencia demostrada en la recreación musical del nuevo -y sofisticado- cine de animación. Roto ya el vínculo creativo, los senderos de ambos autores siguen unidos de uno u otro modo al género, aunque Powell es con diferencia el que más réditos está logrando en el mismo.
En esta ocasión, el británico vuelve a demostrar con sus solventes resultados, el por qué de su saturada agenda en lo que a filmes animados se refiere (ya está trabajando en otros dos proyectos tales como “Mars Needs Moms!” y “Happy Feet 2 3D”, y acaba de anunciarse como el compositor de “King of the Elves” para el 2011), aunque de paso vuelve a dar la razón a aquellos que le ven en la actualidad como autor encasillado entre dos ámbitos: el mismo Powell que últimamente deambula por la nadería más exasperante en sus constantes incursiones en el cine de acción (baste citar su reciente y mediocre “Green Zone”), ofrece sin embargo su mejor cara a la hora de musicar simpáticos personajes digitales (últimamente apadrinados por la productora que más ha requerido sus servicios, la Dreamworks), escribiendo en este caso partituras que, con el divertimento y la socarronería por bandera, compensan de algún modo sus tibios resultados recientes en otros campos.
Basada en un libro infantil obra de Cressida Cowell, la cinta aprovecha las posibilidades del 3D para encandilar a la audiencia a través de una comedia dirigida a todos los públicos: Berk es una isla habitada por rudos vikingos que tiene, como peculiaridad que la hace única, la presencia en sus alrededores de numerosas especies de dragones al acecho de la comunidad. A todo habitante de la isla se le inculca desde la niñez el odio y la lucha contra estos seres y se le previene de los estragos que provocan en el pueblo, aún cuando las causas reales de este enfrentamiento con el hombre sean bien distintas de las aparentes. Así, el joven y temeroso Hipo (antítesis de todos los valores vikingos) descubrirá, gracias a su hermosa relación con un dragón impedido para volar de nombre “Desdentao”, un nuevo punto de vista sobre estos seres y la posibilidad de afianzar una convivencia pacífica con ellos.
En un relato cargado de buenas intenciones, Powell se desenvuelve, una vez más, como pez en el agua. Ahonda en fórmulas que ya le han otorgado un cierto sello de identidad, las lleva a sus últimas consecuencias y, como resultado, logra trasmitir lo que al menos se le exige a un autor de su caché, esto es, un digno grado de satisfacción final en el oyente. Su discurso, pletórico de energía, entusiasmo y, todo sea dicho, rozando los límites de la auténtica aparatosidad orquestal, presenta las virtudes del londinense a la hora de abordar el cine animado. Su impecable estructuración temática, así como la coherencia lograda en el desarrollo e interacción de los numerosos motivos que pueblan el encargo, son las principales bazas a las que se aferra Powell para culminar este interesante envoltorio sonoro para las desventuras de Hipo. El logro a la hora de trascender con su música el estrecho ámbito de las secuencias, denota el carácter de obra sumamente entretenida aunque, eso sí, menos ambiciosa de lo que parecen augurar sus formas (las mismas que, como veremos en determinados instantes, pueden llegar a saturar al oyente ante la reiterada exaltación de lo bombástico).
Así, con esta notable sobrecarga sinfónico-coral (que ha requerido la intervención de hasta diez orquestadores, ahí es nada) presidiendo la audición, el score incide de manera enfática en los tintes épicos de la historia (siempre condicionados a la espectacularidad del 3D), presentando la idea central de aires medievos en “This is Berk”, que ejemplifica a las claras el afán del autor por sobredimensionar ciertas secuencias a través de la estridencia, plasmada normalmente por el poderío de unos metales ejecutados aquí con suma exigencia. Las excesivas formas que presenta esta idea principal (adoptadas posteriormente en numerosos cortes), funcionan igualmente como recurso ligado a la idea de masculinidad y bravura de la que hace gala este poblado vikingo, reapareciendo incluso en momentos en que la debilidad y temor del protagonista se desvanecen ante sus nuevos logros (“This Time For Sure”, o la parte final del “New Tail”).
Dentro de este primer tema con el que arranca la obra, el autor ya apunta otra serie de motivos fundamentales en el filme: la frase introductora a trompa, que con posterioridad se erige en el tema de aparición clave en la relación de Hipo con el dragón “Desdentao”; la trascendencia de las sonoridades de raigambre celta, que aparecen aplicadas para describir el marco geográfico de la isla vikinga y de sus gentes (“See You Tomorrow”, The Vikings Have Their Tea”); y el breve anticipo del leitmotiv de Astrid, una aguerrida adolescente y amor platónico del protagonista que propicia los momentos más bellos del score, y que remiten al esplendido tema compuesto para la princesa Fiona de “Shrek”. El corte “Romantic Flight” desarrolla íntegramente esta idea, ofreciendo no sólo un respiro sentimental a la energía global del encargo, sino también uno de los instantes de mayor empaque expresivo de todo el filme.
Tras esta presentación de los motivos angulares, Powell irá desgranando y armonizando uno tras otro a lo largo del score, con la fortuna de generar una sensación de uniformidad que se acentúa, sobre todo, comprobando su perfecto encaje con las diversas situaciones de la historia. En este sentido, mención especial merecen las escenas en las que el joven protagonista empieza a entrenar en el vuelo a su dragón recién “domesticado”. Mientras que con anterioridad la música ya había consolidado la relación entre ambos (a través del corte “Forbidden Friendship”, con trazos inequívocos de influencia zimmeriana), es en cortes como el majestuoso y algo excesivo “Test Drive”, o el mencionado “Romantic Flight”, donde la mano de Powell se desenvuelve con mayor clarividencia a la hora de transmitir la necesaria plasticidad a estas escenas.
Ante un adecuado balance de material de calado más incidental (“Not So Fireproof”, “The Downed Dragon”), los apuntes de música bombástica de la primera mitad del compacto, acaban por desbordarse en los bloques dedicados al asalto final de los vikingos a la guarida de los dragones. “Ready The Ships”, “Battling The Green Death” y “Counter Attack” se convierten de esta forma en enérgicos tour-de-force de un pulso rítmico endiablado, donde el londidense y su ingente legión de arreglistas, moldean una vigorosidad, amplitud y énfasis (con la intervención trascendental de los coros), a niveles pocas veces escuchados en trabajos anteriores del autor. Algo que no es óbice para reconocer la irrupción, en ciertos instantes, de una saturación en los metales que difícilmente supera lo tolerable en la audición aislada.
En definitiva, la entusiasta resolución de este “How to Train Your Wagon”, demuestra el grado de desenvolvimiento que John Powell ha adquirido en el género de la animación. A pesar de su paulatino encasillamiento en este ámbito (fuera de sus incursiones en el cine “testosterónico”, urge verle abordando otros registros), no cabe duda que el inglés le tiene tomada la medida a estas historias para todos los públicos, apelando a unas propuestas ya conocidas, funcionales y convertidas incluso en clichés propios del autor, que sin embargo destilan una eficacia fuera de toda discusión. Si a ello le unimos las enormes posibilidades ofrecidas por unas secuencias que piden a gritos vitalidad, el resultado global de la partitura no sólo logra satisfacer plenamente a sus seguidores, sino que ofrece 70 minutos de entretenimiento pleno, complementado por puntuales momentos ciertamente estimulantes dentro de este Hollywood del “pop corn”.
3-mayo-2010
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