Pablo Nieto
Con “Pasiones en Juego”, Hollywood nos traslada a la final de Winbledom en 1979, donde la leyenda argentina Pancho González se enfrenta al joven y desconocido jugador revelación del torneo, Christensen. A través de flashbacks que se intercalan entre cada uno de los disputados y emocionantes sets, se nos cuenta la vida y amores del playboy americano con una atractiva mujer madura, que a su vez mantiene una relación con un hombre acaudalado que vive en Montecarlo. Aunque el argumento parezca una precuela de “Match Point”, la cinta es un oportunista y olvidable híbrido que trata de aprovechar el tirón de films deportivos como “Rocky”, con el aderezo de una historia de amor a lo “Love Story”, de la cual coge prestada a su protagonista, Ali MacGraw. Al final, este film del británico Anthony Harvey, conocido por su trabajo como editor de Kubrick en “Telefono Rojo, ¿Volamos Hacia Moscú?” y por haber adquirido cierto prestigio dirigiendo con sobriedad y tacto a dos monstruos, Katherine Hepburn y Peter O´Toole en “El León en Invierno”, termina por convertirse en una película donde el único interés es ver los golpes de leyendas del tenis como Guillermo Vilas, Pancho Gonzálex, Ion Tilliac, Ilie Nastase o el mismísimo John McEnroe. Para los que prefieren un score antes que un ace, siempre quedará para el recuerdo una imponente y entregada partitura de Jerry Goldsmith.
El score ha tardado 30 años en tener una edición oficial, afectado sin duda por el fracaso comercial del film, pero la espera ha merecido la pena ya que donde muchos encuentran un trabajo menor, compuesto en un año (1979) en el que Goldsmith regaló dos obras maestras como “Alien” y “Star Trek”, en realidad nos enfrentamos a una obra notable. Un trabajo imponente y preciso, con un tema central (“Players”) memorable, de marcado acento latino (que lo acerca a “Bajo el Fuego”), reconvirtiendo el sonido de trompeta típico de ranchera en la guía de una fanfarria de ritmo vertiginoso y épica melodía, utilizada para describir la lucha en la pista entre los dos tenistas en la final del histórico Grand Slam británico. Así quedará acreditado en su reprise en “Winning Streak”.
Sin embargo, por encima del poderío orquestal del tema, tenemos que destacar la delicadeza con la que afronta Goldsmith la historia de amor a dos bandas de la protagonista, sabiendo captar la esencia de la historia y mostrando aquello que es incapaz de hacer Harvey: pasión, dudas, sensualidad. Esa es a fin de cuentas la función del compositor, implicarse en la historia, tapar defectos, explotar virtudes y desarrollar la trama cuando el film es incapaz de hacerlo.
Por un lado se nos presenta la amargura de una mujer infeliz, deprimida con la vida que le ha tocado vivir, y que a sus cuarenta años ve como las posibilidades de encontrar el amor verdadero son cada vez más escasas. Goldsmith construye una pieza que será presentada en “Unhappy Woman”, a través del oboe y un triste contrapunto de guitarra española, con el soporte añadido de las cuerdas. Un sonido característico, donde prima la contención, del que se impregnan otros pasajes como “Night Meeting” o “Which One”, y que se desarrolla sustituyendo el oboe por la trompeta en “A New Life”, para alcanzar su cenit dramático a través de una poderosa versión orquestal con protagonismo, de nuevo, de la trompeta en “The Boat”.
En contraste con el anterior, destaca el emocionante tema de amor con el que Goldsmith trasciende las imágenes en esa relación imposible entre la madura MacGraw y el joven galán Sean Paul Martin (malogrado hijo de Dean Martin). Un tema que es apuntado con delicadeza en “New Freedom”, a través de flauta, piano y un acompañamiento de afiladísimos violines, resaltando la emoción del primer y casual encuentro de los protagonistas. El piano hará las veces de introductor en “The Pleasure Circuit”, narrando el nuevo amor de la pareja en México, hasta que es sustituido por la marimba, la guitarra española, las flautas de pan y la orquesta en el crecimiento emocional del mismo, un flashforward de lo que será el antecedente romántico-musical de “Los Últimos Días del Edén”. Inspiración que Goldsmith repite a la hora de describir el primer encuentro sexual de la pareja a través del magnifico “The Beedroom” (de nuevo, como antecedente del tema de amor de “Bajo el Fuego”) o en la sublime suite final de “A Final Decision”.
La edición se completa con tres bonus tracks incluyendo versiones con imperceptibles variaciones de los cortes “The Promise” y “The Bedroom”, así como la primera coda del tema central con el propio Goldsmith indicando su arranque. Como complemento, la edición se cierra con una versión disco del tema de amor, como corresponde al auge de este tipo de grabaciones en la época. La pieza es incapaz de romper la armonía de un score compacto, donde la simplicidad de una orquestación, que busca resaltar los leit motivs, consigue distraer la atención del espectador hacia la música y no hacia las imágenes. No es descabellado pensar que el propio Goldsmith se sintiera sabedor de la necesidad de olvidar segundas intenciones y coartadas psicoanalíticas a la hora de acompañar un guión de encefalograma plano.
8-abril-2010
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