Ignacio Garrido
Reinventar un género tan manido y visitado como es el terror, más en la actualidad la sub-modalidad vampírica con el resurgir popular de los chupasangres gracias a la saga "Crepúsculo" en cines o la "Sangre fresca" televisiva, se antoja ciertamente complicado a la hora de aportar un mínimo de elementos interesantes o novedosos. Más todavía para los compositores encargados de abordar dichas películas una y otra vez, teniendo que soportar con estoicismo e infinita paciencia la ristra de clichés y tópicos bajo los que ven sepultado su trabajo a la hora de conseguir definir unas mínimas líneas de expresividad no coartadas por el temp-track o los parámetros fundacionales de este tipo de cine: véanse las recientes "Wolfman" de Danny Elfman o la propia "New Moon" de Alexandre Desplat.
Como correcta producción australiana que es, "Daybreakers" cuenta en su apartado musical con el primero de la lista de músicos de cine más importantes de las antípodas, Christopher Gordon, autor que precisamente nunca ha destacado por ser especialmente rupturista o innovador para con ningún género. Todo lo contrario, más bien encontramos en él a un autor de líneas clásicas y acusado filtro convencional, que se mueve no obstante con brillantez y soltura a la hora aplicar su conocimiento orquestal (sus exquisitas orquestaciones son una de sus características más notables) y envidiable gusto melódico, en prácticamente cualquier género al que se ha aproximado. No hace falta reinventar la rueda cuando se es realmente bueno, basta con saber hacerla girar adecuadamente. Y Gordon sabe.
No sólo es responsable de uno de los mejores trabajos del pasado año con la formidable "Mao´s Last Dancer", sino que pese a su cercano silencio discográfico, fue autor a principios de la pasada década de una de las mejores partituras televisivas en la historia del medio, la incomparable "On the Beach", al tiempo que nos dejaba su buen quehacer en la comedia con "When Good Ghouls Go Bad", su inteligente aproximación a la aventura marina de época con "Master & Commander" y un admirable trabajo previo para el terror vampírico con "Salem´s Lot".
Se podrían establecer ciertos puntos de conexión entre este último y el actual "Daybreakers" aunque tan sólo fuese por su temática, pero conocedor de su oficio, Gordon aplica estructuras equidistantes a la hora de ilustrar dos mundos muy diferentes pese a estar poblados ambos por criaturas de la noche. Dando cuenta del alcance y pretensiones de la presente historia, el australiano opta por una masiva aproximación orquestal y coral, donde la suntuosidad instrumental se da la mano con el buen gusto sinfónico (tan denostado hoy día pese a que muchos lo quieran -falsamente- escuchar en naderías de la talla de "Avatar", "G.I. Joe", "Terminator Salvation" o similares bodrios post-modernos) y la construcción coherente de un espectacular viaje hacia la luz, con un inicio tan prometedor, como atractivo desarrollo y apoteósico final.
El arranque del escueto (pero generosamente nutrido en cuando a duración, esta vez sí, muy agradecida gracias a la uniformidad de la obra) disco editado por la compañía Lionsgate, con "Inmolation", es evocador y rotundo. Un crescendo ominoso y lúgubre, que explota en un tutti que rememora los gloriosos momentos del Goldenthal de (especialmente) "Alien 3", "Sphere" o "Final Fantasy". Los inevitables pasajes atmosféricos pronto aparecen en el trabajo durante pistas sostenidas y lúgubres como "Nightfall", o de modo algo más afligido en "Humans" con intervención de figuras lastimosas a la cuerda. No obstante se mantiene un discurso compacto, elaborado y lineal en todo momento, que se torna en amenazador y agresivo con "Subsider", donde destaca una ominosa intervención coral, para saltar a la acción más agresiva y contundente con "On the Run", un arrollador fragmento percusivo que junto a su homólogo posterior "Ambush", recuerda en gran medida a las adrenalínicas piezas de Bear McCreary para la serie "Galactica".
Para la ilustración de los restos de humanidad superviviente, el músico nos entrega en "The Winery and the Cafe" una hermosa y delicada melodía de filiación inconfundible, sobre la que las cuerdas y las maderas realizarán una rendición emotiva y conmovedora antes de tornarse dicha pista en un crescendo coral desasosegante. Este tema que apela a la esperanza del ser humano tendrá su lógica continuación en la espectacular pista "Fermentation Tank", donde fanfárricas intervenciones a los metales anuncian la conversión de vampiro a humano del protagonista, que se logrará a lo largo del vibrante corte "Resurrection", donde se continúa dicha idea superpuesta a una rítmica obsesiva que se mantiene con la interactuación de una pulsátil y efectiva electrónica junto a poderosa percusión.
Asimismo la intervención coral más impresionante la tenemos en "Dought", un terrorífico e impactante fragmento atonal deudor del mejor Ligeti, que contrasta con la emoción incontenible de "In the Sun", a modo de dramático réquiem previo al estallido final, de nuevo potenciado por unos soberbios coros. De este modo se alcanza el clímax de la partitura con el tour de force de más de once minutos "Spreading the Cure". Una excelsa pieza a incluir automáticamente entre lo más destacado de toda la carrera de Gordon, donde realiza un recorrido magistral por todos los registros del género. Desde su inicio de tintes clásicos con patéticos chelos, pasando por el estallido percusivo más apabullante aunado con coros, hasta la épica aparición del tema humano con variación heroica para metales incluida, el corte fluye y evoluciona con fuerza incontenible gracias a una construcción sinfónica impecable. Salvajes intervenciones atonales de la orquesta dan paso a la recuperación del tema de apertura, dando estructura circular a la aventura y cerrando una pista memorable.
Por último y para los créditos finales (¡cuánto tiempo hacía que nadie se molestaba en componer una pieza autónoma para los títulos de crédito de una película recopilando y dando estructura a todos los elementos temáticos y motívicos escuchados a lo largo de la cinta!¡Bravo!), el tema "Daybreak" concluye la más que notable aportación de un Christopher Gordon en plena forma, que no sin evadir del todo algunos clichés ("Blood Lust"), consigue cumplir muy por encima de la media con un trabajo que no sólo aporta emoción, unidad y espectáculo a las imágenes, sino que ofrece al aficionado una audición de primer orden y un disco obligado para cualquier amante de las bandas sonoras de calidad.
5-abril-2010
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