Frederic Torres
Es opinión de cierto sector de la crítica que “Revolution” fue una película un tanto adelantada a su época (en la carpetilla del disco se llega a hablar de una cierta anticipación del espíritu de la actual era Obama!!) y que ese fue el motivo por el cual resultó un desastre económico absoluto en la época de su estreno (mitad de la década de los 80). Hay otro sector que cree merecido dicho fracaso por cuanto la película, lejos de anticipación alguna, más bien redundaba en una realización ampulosa, lastrada además por una trama excesivamente expuesta a diversos maniqueísmos sobre los personajes protagonistas (de entre los que la supuesta muerte y reaparición posterior del personaje de Nastassja Kinski sin mediar explicación alguna sería un buen ejemplo) rebasando ampliamente las cotas de verosimilitud fílmica necesarias para la credibilidad de una historia. Como quiera que sea, lo que nadie duda fue la voluntad de parte de los artífices del film (especialmente del director Hugh Hudson) para dotar de un toque especial a las características musicales de su película. Habiendo conseguido unos años antes con “Chariots of Fire”, su debut cinematográfico, un Oscar (entre otros) a la mejor partitura para Vangelis, músico especialmente significado en el uso de los sintetizadores, en un trabajo contrapuntístico con las imágenes “de época” del film (principios del siglo XX) que sorprendió y cautivó tanto al público como a la crítica, probablemente el director pensara en buscar un efecto parecido para su nuevo proyecto, aunque desde parámetros completamente diferentes, pues en esta ocasión se trataría de contar con un compositor de inquietudes claramente contemporáneas para ilustrar un tema tan intrínsecamente norteamericano como la propia revolución de las colonias, mediante la que obtuvieron la independencia ante la metrópoli inglesa. John Corigliano, el elegido, ofrecía esas posibilidades por cuanto sus inquietudes como compositor vanguardista cuadraban a la perfección con los propósitos de la producción, toda vez que, además, el músico acababa de lograr con su primera aproximación cinematográfica, una nominación al Oscar a la mejor partitura por su novedoso y arriesgado (por atonal) trabajo para “Altered States”, último proyecto por aquel entonces del siempre excesivo Ken Russell.
Con estos antecedentes y premisas, el resultado fue una partitura excepcional, esta sí, adelantada a su época, que debido al ya mencionado escaso éxito de la película, no tuvo el reconocimiento que merecía. Prueba de ello es, precisamente, esta esperadísima edición comercial de la partitura, 25 años después de su creación, que, por fin, hace justicia a uno de los mejores trabajos del autor, se trate de composiciones propiamente cinematográficas o no. Y ello porque el registro musical de la misma está concebido como una especie de suite que consigue una fluidez impropia de la generalidad de los trabajos cinematográficos, debido a la obligada y propia secuenciación que cualquier film impone. No es el caso y Corigliano desarrolla uno tras otro, sin prisas pero sin pausas, los temas centrales de su creación expuestos en su máxima coherencia temática y cronológica, permitiendo al melómano disfrutar mucho más merecidamente el fruto artístico de su genialidad. Así, tras una breve, pero reveladora introducción orquestal, de potencia inusitada, el compositor nos ofrece el bellísimo tema dedicado a la protagonista Daisy (Kinski), una melodía de características contemporáneas matizada por el empleo de la flauta irlandesa (tin wisthle), que dota de una personalidad propia al personaje gracias a su representación musical.
A ella siguen el impresionante “War Lament”, un réquiem iniciado con la cuerda en pianissimo que acaba configurándose en un adagio de maneras shostakovitchnianas, reconocible sobre todo por el peculiar uso de los arcos de uno y otro compositor; “Foxhunt”, una pieza, en principio, de características meramente paisajísticas dado que se enmarca en la opulenta metrópoli británica durante el desarrollo de una de sus típicas cacerías, utilizada como contrapunto a la cruenta guerra que vivida en las colonias y que, dada precisamente dicha dualidad, acaba convirtiéndose en una estremecedora secuencia musical “a dos voces”, donde la parte más dramática acaba superponiéndose a la inicialmente más dinámica en un efecto expresivamente conseguido; “Children’s Theme” y “Abduction of Ned”, su inmediata continuación, que destacan gracias, de nuevo, al empleo de la flauta irlandesa y de los solos de violín (especialmente en el segundo de ellos, de claro contraste musical con la secuencia del secuestro) por su especial sensibilidad, volviendo a utilizar el dramático recurso de las “dos voces” en “Forest Search: Attack”, entrecruzando la cuerda y el poderoso metal con la madera y la percusión en una atonalidad que refuerza la dimensión de las imágenes a las que sustenta.
Tras el breve y evocador “Journey to the Hogan”, que muestra el abatimiento del protagonista (Al Pacino) por los sacrificios realizados, “Lovers (Ned & Bella, Daisy & Tom)/ Attack/ Field of the Dead” muestra idílicamente a los enamorados antes de su desencuentro respectivo y destaca por la nueva utilización del tema de Daisy pero también, por la inclusión de una bella voz solista femenina para la coda final, que dota de una especial relevancia y emoción la reflexión del espectador/melómano por el sacrificio de vidas humanas mostrado en la pantalla, incluyendo supuestamente el de la protagonista femenina. “Searching for Daisy/ End Title”, que se constituye como el bloque musical más largo de la grabación (alrededor de 8 minutos de duración), comienza con un preludio sostenido de las cuerdas hasta que una puntuación de la percusión da paso a un crescendo protagonizado por el metal y las arpas, desbordando la emoción musical por el reencuentro con la “desaparecida” amada, para concluir con diversos solos de clarinete y oboe interpretando consecutivamente el tema central y el de Daisy. Es el brillante colofón de una obra musical concebida desde una perspectiva contemporánea, pero participada de un bien asimilado romanticismo (también en lo que respecta a sus claves nacionalistas) que deriva en la consecución de unos resultados musicales plenamente vigentes y capaces de hacer disfrutar al melómano perdurablemente.
11-marzo-2010
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