José-Vidal Rodriguez
Curioso resulta el caso de Christopher Young. En este nuevo milenio llamado a consagrar a jóvenes promesas de la composición, el de New Jersey está sin duda viviendo una segunda juventud creativa, justo cuando multitud de colegas se encuentran o bien en una asumida “fila B” del panorama musical yanqui o, en el peor de los casos, retirados definitivamente de una industria que injustamente les jubiló antes de tiempo. Young no sólo es uno de los pocos autores de la década de los 80 que ha resistido esta “limpieza selectiva”, sino que su supervivencia artística ha discurrido (y aquí radica lo verdaderamente meritorio) en torno a una coherencia y continuismo casi totales con respecto al estilo que le hizo popular entre los aficionados y le convirtió en sinónimo de garantía para no pocos directores.
Dentro de esta situación privilegiada, y en un año provechoso para sus intereses (con obras como “The Uninvited” o la sugestiva “Drag Me to Hell”), la partitura que compone para este biopic del científico Charles Darwin, no consigue sino reafirmar el excelente estado de forma que atraviesa actualmente el norteamericano. De la mano de Jon Amiel, cineasta con el que parece entenderse a la perfección, Young ahonda esta vez en unos registros de calado íntimo e introspectivo (tan poco habituales en un autor normalmente orientado al terror y la acción), escribiendo una partitura que embellece y realza de forma espléndida el espíritu emocional de la cinta, en esa visión de los meses anteriores a que un Darwin, enfermo y sumido en una lucha de contradicciones entre ciencia y fe, publicara la que se calificó como “la más genial idea de toda la historia del pensamiento”: el tratado de “El Origen de las Especies”.
En este sentido, el discurso del compositor queda absolutamente subordinado a esta serie de rasgos argumentales. Su música no es ni más ni menos que la traslación al pentagrama de esa lucha interna del protagonista, una pugna entre la entrega incondicional a sus teorías sobre la selección natural y el temor ante las consecuencias que sus tesis causarían a la religión de la época (“lo que mantiene unida la sociedad es la Iglesia, una barca tambaleante pero que al menos flota”, según sus propias palabras), reticencias que se ven aumentadas por la influencia de su puritana esposa Emma. Teniendo en cuenta, además, que el filme hace especial hincapié en el profundo abatimiento del naturalista tras la muerte su hija primogénita Annie, el score acierta igualmente en el reflejo de este sentimiento, mediante el desarrollo de una aflicción empapada por grandes dosis de melancolía, pero tratada siempre de forma más sugerida que expresa (ya que Darwin parece encontrar consuelo y orientación en sus alucinaciones “fantasmagóricas” sobre la pequeña).
Bajo esta rúbrica general, la obra presenta un tono contenido, subrayándose desde un punto de vista lírico la desazón del científico en forma de ideas recurrentes, frases elípticas y otros recursos que denotan un cierto grado de minimalismo en las propuestas de Young (baste escuchar fragmentos del “Cunning Gunning” o el “Partly Part” para apreciar esta repetición intencionada de bloques, como modo de potenciar las dudas y tormentos del protagonista). No obstante lo anterior, la variedad motívica se convierte en el auténtico sello de identidad del encargo, una diversidad no sólo achacable al talento del compositor, sino también a la propia estructuración narrativa del filme, cuyo guión realiza un recorrido por relatos y vivencias pasadas de Darwin (rememorados normalmente a raíz de los flashbacks de su hija), que abren camino al autor para el despliegue de todo un arsenal de ricas y coloristas ideas. Ejemplos de lo anterior lo constituyen dos cortes aparentemente alejados de esa tonalidad global como son “Fuegian Children”, fusión magnífica de sonoridades victorianas y celtas, o el melancólico tratamiento del “The Giant Sloth Of Punta Alta“.
Pese a la existencia de un destacado motivo central -de exquisita distinción al violín- en el corte “Creation” (aún con la irrupción de una frase a maderas demasiado deudora del “Sneakers” de James Horner), se hace imprescindible señalar que la cohesión de todas las ideas expuestas en el álbum no descansa tanto en su unificación alrededor de dicho tema principal, sino que al contrario Young confía en el uso del color y la paleta orquestal como medios para dotar de continuidad a un grueso de cortes que, por otra parte, poseen una marcada sensación de sustantividad propia. De este modo, la orquestación básica se circunscribe a la sección de cuerdas y maderas, con intervenciones solistas de piano y violín, en una concepción camerística con la que confiere, desde la honestidad y sencillez de formas, un elevado grado de cercanía y sensibilidad a la práctica totalidad del score. En especial, los temas dedicados a los recuerdos de Annie y sus apariciones a Darwin, destilan una gran profundidad al piano, representada sobre todo por el hermoso motivo asociado a la pequeña en “The Ghost Pavane”.
La maravillosa coda final conformada por los temas “Knowing Everything I Now Know” y “Humility and Love“ (destinados a propósitos redentores para el naturalista, y magnifico contraste a la contenida amargura oída hasta entonces), ofrece cerca de 12 minutos de auténtico éxtasis lírico abrazado a la emotividad. Un bloque de tal fuerza conmovedora, que irremediablemente trae a la memoria los mejores momentos de la obra más popular del Young melódico, “Murder In the First” (un sensacional trabajo claramente inspirado, todo sea dicho, en el “Fantasia on a Theme by Thomas Tallis” de Vaughan Williams). Con todas estas virtudes, y pese a no alcanzar el grado de catarsis ofrecido por aquella partitura, “Creation” se erige sin duda en una las obras más completas de la filmografía reciente del compositor, bellísima en su audición aislada y altamente expresiva a la hora de complementar el discurso emocional del filme. La acertada edición del compacto, que excluye varios fragmentos marcadamente descriptivos en favor de una audición más ágil (aún a costa de no respetar el orden cronológico de aparición de los temas en la cinta), viene a ofrecer al oyente otra muestra de lo que todavía es capaz de ofrecer uno de los pocos autores de los 80 que, sin renunciar a sí mismo, ha sobrevivido dignamente a los brutales cambios compositivos en la industria hollywoodiense del nuevo milenio.
1-marzo-2010
|