Ignacio Garrido
En los tiempos de la -demonizada por los "artistas" y por intereses sgaenómicos varios- descarga pirata, el mp3 y las ediciones limitadas (de cada vez más limitado interés), la producción discográfica de banda sonoras se encuentra actualmente en una tierra de nadie, en la que campan a sus anchas los escasos supervivientes del medio como auténticos señores de los mares del sur (Fake, Townson, etc..). Mientras, un sinfín de compañías antes desconocidas por el aficionado de raza (¿donde quedaron las entrañables Silva Screen, GNP Crescendo, Bay Cities y similares?...pregunta retórica por supuesto) inundan los vericuetos de las novedades que las majors dejan libres.
Si Disney reniega del formato físico, pese a desdecirse con el mimado Newman senior o las ventas seguras del próximo Burton/Elfman, y los cdr oficiales comienzan a proliferar de modo alarmante ("Traveller´s Wife" de Danna o el último Shore son prueba de ello), las filiales tipo Summit del "New Moon" que nos ocupa, se encargan de obrar a modo de bote salvavidas. Aunque a veces uno no sabe que es mejor, si el remedio o la enfermedad, ya que todo esto viene -de nuevo- a otra llamada de los viejos tiempos (¿tan adultos somos ya los amantes de la música de cine surgidos de los ochenta con efecto retroactivo?...otra pregunta retórica claro), en este caso la referida a la edición discográfica, a la producción del cd, a la selección del contenido, a la audición vamos.
No cabe duda que el trabajo de Alexandre Desplat para la populosa y millonaria nueva saga vampírica de moda es más que correcta, es de hecho un trabajo estupendo, lleno de matices y aportaciones sustanciales a su inocua y descafeinada predecesora burwelliana. Pero su calidad intrínseca choca de pleno con su lanzamiento en cd. Cansado ya de ese relleno continuo, más cercano al horror vacui de los productores sabedores de la nada que ofrecen los silencios de estos productos diseñados con la taquilla del primer fin de semana en mente, que a una auténtica suspensión de descreimiento heredera de los mejores espectáculos/tour de force musicales de sagas como la original galáctica de Williams o los anillos de Shore, hasta el menos exigente aficionado musical cinematográfico claudicará más tarde o más temprano ante la escucha de compactos como este "New Moon", y no por el nivel medio del producto, sino por lo inoperante de su escucha completa.
Discos de casi ochenta minutos à la Horner, suponen en casos como el que nos ocupa (y en general en casi cualquiera de los últimos años), un error conceptual mayúsculo, con el que las mejores ideas de la obra pierden fuerza por los cuatro costados. De haberse producido y seleccionado las pistas con un buen ensamblaje temático, el disfrute e impresión general de la partitura habría ganado muchos enteros. Pero como se apunta arriba, dados los tiempos que corren, el formato físico parece algo casi sacrosanto a lo que cds como este parecen hacer un (flaco) favor.
En cualquier caso y centrándonos en Desplat, con este trabajo demuestra otra vez porqué ha sido el más sobresaliente compositor del pasado año 2009. Tras un atracón de títulos de una fluidez y uniformidad constante: desde la elegante "Coco Avant Chanel", a la simpática "Fantastic Mr. Fox", la deliciosa "Julie & Julia" o la soberbia "Cheri" (así como varias obras patrias; "Un Prophete" y "L´Armée du Crime"), el parisino se subió al carro de las grandes superproducciones americanas del año con el segundo capítulo de la serie de novelas adolescentes de Stephanie Meyer. Dirigido en esta ocasión por un conocido del músico, el director Chris Weitz, responsable del comienzo de la que debiera haber sido otra saga de éxito para la que él mismo realizó una magnífica composición, "The Golden Compass".
El compositor aporta de entrada en, precisamente, el corte "New Moon", todo ese supuesto arrebatado romanticismo del que hace gala la historia de amor imposible entre Bella y Edward, al que tímidamente se acercó Burwell en el film fundacional, lográndose aquí un arranque pletórico con una melodía agitada y profunda para cuerda, cargada de un inusual tono operístico que envuelve, bellísima, cierto poso desesperado y trágico. Un tema que se retomará puntualmente a lo largo de la obra en fragmentos como "Adrenaline" o "You´re alive".
Los pasajes que se podrían haber obviado para la edición discográfica surgen pronto con "Bella Dreams" o "Blood Sample", donde el ambiente atmosférico y los rasgos pulsátiles, con los que tan bien se lleva Desplat, se apoderan de un discurso narrativo o musical apenas interesante. Sin embargo el galo sabe como llevar rápidamente a su terreno una historia con muchas más posibilidades que su predecesora, creando en "Volturi Waltz" un tema siniestro, malsano, un vals de tono inicial cercano a lo grotesco, pero que pronto se torna poderoso y amenazador, en la mejor vena del "Drácula" de Williams. Lo mismo ocurre con la emotiva pieza "Edward Leaves", en la que se desgrana con envidiable pulso melódico la partida del protagonista, punteada con el tema central.
Cambiando de tercio tenemos "Werewolves", donde a modo de creciente suspense e intercalando inquietantes efectos orquestales con elementos acústicos solistas (guitarra eléctrica, piano), se completa un sugerente pasaje. Y como muestra corolaria de la irregularidad del disco tenemos su continuación en "Wolves V. Vampire", que ejemplifica la bipolaridad de la creación con el ambiente sostenido industrial americano de película de terror convencional alcanzando hasta la mitad de la pieza, para dar paso a un arrollador ejercicio de acción y agresividad orquestal, de una contundencia y sonoridad nada hollywoodiense, en la línea de aquel formidable trabajo del autor para "Hostage".
Mención aparte merecen los cortes "To Volterra" y "The Volturi", los dos pasajes más extensos de la composición con más de y casi nueve minutos, respectivamente. El primero es sin duda el momento álgido de la partitura, un elaborado crescendo rítmico salpicado de intervenciones fanfárricas al metal y filigranas en las cuerdas que se unen para crear un clímax apocalíptico imponente. El segundo por el contrario resulta ser el más intrascendente del conjunto durante sus primeros cinco minutos, para acto seguido convertirse en el mejor fragmento de acción, de una fiereza salvaje, cerrándose con unos singulares efectos electrónicos que recuerdan curiosamente a la sonoridad de los mundos paralelos de "The Golden Compass".
Momentos en los que pese a la firma evidente del francés en sus formas poco aportan al conjunto como "I Need You", "Victoria" o "The Cullens", hacen aflorar de nuevo la sensación de altibajo dentro de la composición, al tiempo que otros más sentidos y delicados como "Dreamcatcher", "Marry Me Bella" o el cierre circular con la versión más arrebatadora del tema central en "Full Moon", hacen que nos congraciemos de nuevo con la sensibilidad de un Desplat que demuestra oficio y talento en cualquier proyecto que caiga en sus manos.
Lo dicho, con media hora menos de duración en el disco, esta banda sonora no habría sido mejor, pero sí que nos lo habría parecido en el momento de escucharla aisladamente de las imágenes a las que pertenece y desde luego se disfrutaría mucho más.
28-enero-2010
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