José-Vidal Rodriguez
1987 fue uno de los años más irregulares en la carrera del Goldsmith de los ochenta. Enfrascado ya de lleno en la fusión electrónico-orquestal de la que tan buen partido sacó en multitud de scores, ese mismo año presentaría dos productos fallidos como “Rent-A-Cop” y “Extreme Prejudice”, mientras que simultáneamente compondría una obra venerada durante largo tiempo por sus seguidores, la excelente “Lionheart”, última de las colaboraciones con el cineasta Franklin J. Schaffner antes de su fallecimientos dos años más tarde. Sin alcanzar la rotundidad de aquélla, pero no exenta de una clase y elaboración indiscutibles, se sitúa “Innerspace”, el cuarto de los scores escritos por Goldsmith en 1987 y que además supone la quinta colaboración con Joe Dante, otro de sus directores “fetiche” al igual que lo fue Schaffner. Remake del “Fantastic Voyage” de 1966, interesante cinta que reinventó el género de ciencia ficción a través de un fascinante viaje al interior del cuerpo humano, “Innerspace” se presenta, en cambio, como una comedia de aventuras (género ampliamente revisitado por su director) con visos de blockbuster, pero que recibió sin embargo un sonoro descalabro en taquilla tan sólo mitigado por su curioso éxito en el mercado del VHS.
Dejando a un margen las cualidades artísticas del largometraje, lo cierto es que su partitura deja a las claras de nuevo el grado de disfrute y entendimiento que Goldsmith alcanzó en la práctica totalidad de las ocasiones en que fue requerido por Dante. El discurso del maestro, no libre de cierto grado de previsibilidad, se cimenta sin embargo sobre mimbres que confieren gran solidez al conjunto: la alternativa orquestal-sintética, resuelta en todo momento de forma francamente estimulante (unas texturas electrónicas que sentarían la base para las usadas, con más medios, en su posterior “Total Recall”); un sentido rítmico tan afortunado como solía presidir este tipo de partituras del californiano; y sobre todo, el gran acierto del encargo, que no es sino la creación de un vasto ramillete de leitmotivs que identifican y asimilan tanto personajes como situacione y generan una sensación de notable coherencia durante los 78 minutos del álbum.
Tratándose como vemos, de un trabajo temáticamente pletórico, sorprende por contra la escasa trascendencia (aún en su corrección) de su tema central. Y no desde luego por su limitada utilización (no en vano, uno de los defectos del score es la excesiva reiteración en el mismo), sino por tratarse en realidad de un motivo derivado directamente de un temp track, en concreto de las cuatro notas finales que conforman la famosa fanfarria del “The Natural” de Randy Newman. Presentado a sintetizador y cuerdas en el “Main Title”, el motivo será explorado con recurrencia, sin apenas sufrir variaciones, a lo largo y ancho de la partitura, lo que trasmite una sensación de estatismo inusual en el maestro californiano, todo un experto en la evolución y desarrollo de sus main themes. Goldsmith acude siempre a esta frase para acentuar las heroicidades de los dos protagonistas del filme: el decadente Tuck (Dennis Quaid), alcohólico piloto de pruebas en plena decadencia, quién por error acabará miniaturizado e introducido en el cuerpo de Jack (Martin Short), un asustadizo e histriónico dependiente de supermercado que deberá ayudar al piloto a salir de su propio organismo.
Sentado el leve hándicap anterior, no cabe duda que la globalidad del trabajo destila un grado de elaboración digno de elogio. Frente a la comicidad y disparate de numerosas secuencias, Goldsmith centra sus esfuerzos, por el contrario, en la aproximación a una pléyade de registros bien distintos al de la pura comedia. De este modo, el arranque de la partitura nos presenta una electrónica servil, asociada a la imagen antiheróíca de Tuck en “Take Him Home / Broken Toe”, apareciendo además los esbozos del eficaz love theme en el retrato de su difícil relación de pareja con Lydia (una Meg Ryan que tres años más tarde se casaría con el propio Quaid). Posteriormente, la música comienza a abrazar senderos de incertidumbre (“State of the Art / The Charge”) y una tensión in crescendo más propia de su soberbia “Poltergeist” (“Optic Nerves“ y “No Messenger”, con unas brillantes emulaciones sintéticas de los latidos del corazón de Jack), tan pronto como la misión de miniaturización es saboteada y Tuck es inyectado por accidente en el cuerpo del dependiente. Es a partir de entonces cuando Goldsmith, haciendo interactuar los numerosos motivos que pululan por el score, derrocha su habitual maestría y dinamismo en la escenificación de la acción, a través de cortes tales como “The Injection”, No Fun“, “A New Man“ o el “Stop the Car”, sugestivo tour-de-force que supone además el clímax del trabajo en lo que a la recreación del frenetismo se refiere.
Pese a esta clara apuesta del autor por la aventura y la acción, la diversidad motívica del score permite disfrutar también de ciertos fragmentos introspectivos destacados (el mencionado love theme, versionado en el bello “A Close Look“ y que funcionará además como radiante final feliz en “Disangage”), incursiones del compositor en una vertiente cercana al suspense (“What Is It?”), ejercicios de música atonal y grotesca (“Woman in Red”), e incluso pequeñas concesiones a esa vis cómica del filme, de la que Goldsmith normalmente rehuye en buena parte de los cortes (los pizzicatos de la curiosa persecución a bicicleta del “Gas Attack”, el corte “Retransformed", o el homenaje al spaghetti western en el leitmotiv de “The Cowboy”, todo un antecedente del tema usado en su posterior “The Burbs”). Todo este caleidoscopio tímbrico, unido a la sensacional variedad de frases e identificadores, siempre encaminada a presentar un fiel retrato sonoro de cada suceso y personaje, consiguen erigir a Jerry Goldsmith como un factor clave en la progresión narrativa de la historia.
Agotada completamente a los pocos días de su lanzamiento, esta edición íntegra de La-La Land viene a añadir cerca de 50 minutos adicionales con respecto al compacto publicado anteriormente por el sello Geffen, más preocupado en incluir las canciones del filme que el propio score incidental. La pulcra presentación y remasterización de este “Innerspace” (que sin embargo, no logra evitar el molesto sonido del metrónomo “infiltrado” en los micros de las sesiones de grabación), invitan a disfrutar de una partitura tan eficaz en la cinta como sumamente entretenida en su escucha en disco. En definitiva, un trabajo que pese a sus ligeros defectos, hará las delicias de los seguidores de uno de los Goldsmith más inspirados, sin duda, de la última mitad de los 80.
7-enero-2010
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