Pablo Nieto
Ya es Navidad y Robert Zemeckis no ha querido pasar lo oportunidad de recordándonoslo, invocando el espíritu de Charles Dickens y su lección de humanidad al avaro Scrooge con el fin de darle una segunda oportunidad. Por supuesto, hablamos de “Cuento de Navidad”, con permiso de Frank Capra y su “¡Qué bello es vivir!”, la historia navideña por antonomasia para la pequeña y la gran pantalla. En esta ocasión, el formato elegido es una técnica digital denominada motion capture por la que Zemeckis hace tiempo que viene apostando, como ya ocurrió con “Polar Express” o “Beowulf”. En esta enésima revisitación del clásico de Dickens, el matrimonio Silvestri–Zemeckis vuelve a unirse para renovar sus votos y proclamar su fidelidad eterna desde que allá por 1984 firmaran la entretenida “Tras el Corazón Verde”.
Ni que decir tiene que en los últimos años, el volumen de trabajo de Alan Silvestri, por voluntad propia, ha disminuido considerablemente. Dejando a un lado incursiones de interés ciertamente cuestionable como “G.I. Joe” o la saga “Noche en el Museo”, sólo Zemeckis sigue estimulando el espíritu creativo de uno de los más brillantes compositores que ha dado Hollywood. Y así, aún con el inolvidable recuerdo de esa magistral fantasía musical navideña que es “Polar Express” nos llega “A Christmas Carol”, un score donde, aunque el compositor no renuncia a las raíces navideñas de la historia, debe ahondar también en las perturbadoras visiones y pesadillas del avaro Mr. Scrooge.
La partitura arranca con la soberbia “A Christmas Carol Main Title”, pieza sinfónica plagada de referencias a canciones típicas navideñas, arregladas y adaptadas al inconfundible estilo de Silvestri, quien a través de súbitos crescendos de los metales, coros angelicales, dinámicos movimientos de las cuerdas y una base armónica donde las campanillas repiquetean su metáfora de la Navidad, nos regala un paseo por los momentos más reconocibles de clásicos como “Deck the Halls”, “Good King Wenceslas”, “God Rest Ye Merry Gentlemen”, “Hark the Herald Angels Sing” y “Ding Dong Merrily On High”. Precisamente “Deck the Halls” y “Good King Wenceslao”, serán tomados como referencia para construir el tema central, quintaesencia del sonido Silvestri, tal y como apreciamos en cortes como “Let Us See Another Christmas” y la soberbia “Flight to Fezziwigs”.
La quietud de “The Ghost of Christmas Past” y “Touch My Rob”, donde las arpas y los coros nos quieren trasladar en el tiempo a “Polar Express”, mientras reproducen fragmentos melódicos de canciones como “O Come All Ye Faithful” y “Hark the Herald Angels Sing”, anteceden a las tenebrosas visiones de Mr.Scrooge dibujadas en la partitura por medio del habitual cacofonismo disonante utilizado por Silvestri (“Marley´s Ghost Visits Scrooge”), trazado a través del violín de René Mandel (lo que es, sin duda, un herrmaniano homenaje de Silvestri en la línea de “La Muerte os Sienta tan Bien” o “Lo que la Verdad Esconde”). Otros cortes como “Another Idol Has Replaced Me” o “The Clock Tower”, incidirán en esa tensión, llevada a su zenit a través de la percusión y los metales en las contundentes piezas de acción “Carriage Chase” y “Old Joe and Mrs. Dilber”.
Antes del giro dramático del score con “Who Was That Lying Dead?”, merece la pena destacar el corte “The Dark Chamber”, donde Silvestri parece trasladarse a los campos de calabazas Jack O´Latterns dibujados por Danny Elfman, momento en el que la partitura alcanza su clímax, al tiempo que Mr. Scrooge sufre su transformación definitiva, redescubriéndose como ser humano y apreciando su vida desde una dimensión bondadosa y terrenal. Así las piezas “I´m Still Here” y “Ride On, My Good Man”, son el “Aleluya” musical con el que Silvestri corona su partitura, precediendo a la balada “God Bless Us Everyone”, co-escrita con su habitual colaborador Glen Ballard, para que en esta ocasión se luzca Andrea Bocelli, con la que cerrará a su vez este álbum, el primero que el compositor ve editado en I-Tunes, siguiendo la última moda de Disney. Un score por encima de la media en los tiempos de mediocridad general en los que vivimos instalados y que, aunque lejos de los mejores trabajos del compositor, resulta ser pieza fundamental para dotar de vida a la a veces excesivamente fría y desangelada propuesta de la motion capture de Zemeckis.
24-diciembre-2009
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