Frederic Torres
Hace pocos años se nos hubiera antojado harto difícil la edición en disco compacto de ciertas bandas sonoras que como la presente, por sus características menores y por lo desconocido del trabajo fílmico que sustentan, no arribaron a ser conocidas más allá de un círculo muy (pero que muy) reducido de espectadores (y nos referimos a los destinatarios originarios –el público norteamericano-, porque por estas latitudes la película ni llegó a estrenarse en salas comerciales). El rescate, perpetrado en el adecuado marco de la colección Varèse Club, nos ha permitido, pese a la habitual edición limitada a mil copias (equivalente a su “desaparición” en menos de 24 horas), disfrutar en las mejores condiciones posibles de esta obra inédita de Alex North que, repetimos, pocos hubiéramos podido llegar a pensar tenerla en la mano algún día.
Y decimos disfrute por cuanto no otra cosa es la sensación que el melómano obtiene de la escucha de cualquiera de las obras de North, sean éstas desconocidas o conocidas, menores o no. Este “Hard Contract”, única película dirigida por S. Lee Pogostin, un escritor televisivo absolutamente desconocido por estos lares (y puede que también por otros, a la vista de los comentarios en la carpetilla del habitual Robert Townson), pertenece, sin ninguna duda, al primer grupo de aquéllas e, incluso, va más allá, por cuanto a su condición menor cabe unir la de rareza absoluta dada la conjunción de diversos y, cuando menos, extraños factores. En primer lugar porque en la mente del aficionado, tal como acertadamente comenta Townson, este título sólo tiene “presencia” en la memoria cinéfila por pertenecer a la filmografía, precisamente, de North. Ningún otro elemento cinematográfico, nos dice Townson, pese a su interesante elenco actoral (capitaneado por James Coburn y Lee Remick, secundados por una principiante Karen Black o unos veteranos Burguess Meredith, Sterling Hayden, Patrick Mcgee y Claude Dauphin) y a su exótica trama, que se desarrolla mayormente en la España de finales de los sesenta, logran establecer mérito artístico alguno, más allá de la partitura creada por el compositor para tan extravagante andamiaje.
Así las cosas, Townson, uniéndose a la fiesta, redondea la “rareza” proponiendo la recuperación misma de la partitura en un formato harto curioso configurando la grabación según las condiciones de sonido, presentándonos primero aquellos cortes que han podido sobrevivir en formato estéreo, seguidos de los rescatados en mono, pero repitiéndose gran parte de ellos en uno y otro sistema de audio, con lo que nos encontramos con la mayor parte de la partitura doblemente presentada en el disco, dificultando la escucha (por la reiteración) que significa dicha opción. Tal vez hubiese sido más interesante, como se ha hecho en otras ocasiones, complementar los cortes en estéreo con aquellos inéditos, en sistema monoaural, en aras de procurar una audición cronológica y coherente al melómano, antes que entrar en veleidades puristas de esta índole.
Como quiera que sea, la cuestión es que nos encontramos con una interesante partitura de North para esta especie de thriller romántico (por lo que deducimos de la trama argumental desgranada en la carpetilla), tal como destila el propio “Main Title”, con un tema melódico al piano (omnipresente en toda la partitura), ligeramente triste y con un solo de trompeta a cargo del famoso trompetista de jazz Carroll “Cappy” Lewis, en la línea, para entendernos, de lo que más tarde crearía Jerry Goldsmith en el tema central de “Chinatown”. Un final atonal y desasosegante nos introduce en el siguiente corte, el de la presentación del protagonista, “Cunningham”, que profundiza en esos derroteros al crear una atmósfera turbia y malsana con la que North, toda vez que describe al personaje, consigue que al posible espectador le asalten toda una serie de dudas sobre el alcance de la personalidad del mismo. Será la dinámica principal (y más interesante) de esta oscura, toda vez que cálidamente triste, partitura.
El tema de “Sheila”, la otra protagonista de la película, está construido, en cambio, sobre una bossa nova, mucho más rítmica y melódica, pero siguiendo la línea de “tristeza” esbozada en el tema central. En esta perspectiva más lírica, puesto que la partitura rezuma atonalidad por todos sus poros musicales, cabe encuadrar también “How to Kiss” y “All about God”, pese al final nuevamente atonal de este último. “Skin” también consigue, a través de un mayor dinamismo, que las emociones afloren antes de encontrarnos con la particularidad sonora de la melancolía que desprende “Rape”, conseguida con la combinación de un piano y una guitarra eléctrica.
Los temas diegéticos, “Torremolinos” y “Hotel Lobby”, los despacha North con unos nuevos arreglos de algunos de los temas diegéticos que ya empleara en “The Racers”, allá por 1955, encontrándonos, en cambio, con la paradoja que dos de los temas más interesantes que recoge la presente grabación fueron desechados para su inclusión en la película. Se trata de “Hands”, que recrea una atmósfera absolutamente onírica, toda vez que inocentemente “celestial”, contando para ello con unas sonoridades logradas con el xilófono, la celesta, las campanitas, etc., y, más destacable aún, el corte “Number One Man”, de arreglo jazzístico, que con el piano, la batería (con una fabulosa utilización de las escobillas) y la percusión consigue un crescendo trepidante que, desgraciadamente, no llegó (según Townson) a utilizarse en el film. Lo curioso del caso es que se trata de una versión del tema “Moon Rocket Bus” que pertenece a la partitura, también rechazada, de “2001: A Space Odyssey”, con lo que en ninguna de sus dos versiones el tema, pese a su extraordinaria calidad, logró acceder a su verdadera función, cual debió ser acompañar las imágenes cinematográficas para las que fue creado.
No obstante, ello sí nos sirve para constatar que una idea musical originaria, asociada, en el presente caso, a una temática de desplazamiento (ilustrar el viaje del protagonista al encuentro del primero de los tres que tiene encargados en su “misión”, en la película que nos ocupa; viajar en una lanzadera espacial al punto de encuentro con el monolito descubierto en la Luna, en “2001”), pueda tener resoluciones “paisajísticas” diferentes gracias a la genial habilidad al alcance de algunos pocos compositores. Es una delicia, en manos del gran Alex North, poderlo comprobar en este perfecto ejemplo.
14-septiembre-2009
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