Frederic Torres
Grata sorpresa la que nos ha deparado FSM al rescatarnos esta obra de un primerizo John Williams, por cuanto arroja de luz acerca de la formación dramática del compositor en una época en la que el predominio de sus partituras para comedias, como mandaban los cánones impuestos por Henry Mancini, era la imperante (“How to Steal a Million”, “Penelope”, “Not with my Wife, You Don´t!”, “Fitzwilly”, etc.) Unos años después de “Diamond Head”, también ubicada en un escenario insular, aunque en un contexto temático y dramático diferente, podríamos considerar esta “None But the Brave” como el paso necesario en su progresión creativa hacia la consolidación como compositor principal de la industria hollywoodiense de las siguientes décadas, cuyo punto real de arranque situaríamos en “The Poseidon Adventure”, ya en los setenta, y con la que, paradójicamente, guarda más de un punto de contacto.
Y ello porque la vertebración dramática establecida con el lenguaje musical, más allá del colorido temático y/o paisajístico (en el caso que nos ocupa, el enfrentamiento en una isla perdida del Pacífico entre un grupo de soldados norteamericanos y japoneses), es similar y perfectamente reconocible en este primer tramo de la trayectoria del hoy ya más que consagrado autor, en cuanto que deudora y ejemplo de la esmerada aplicación de las enseñanzas de André Previn, por aquella época mentor del compositor. Así, tanto en una partitura como en otra, la utilización de un tema dramático de características trascendentes como melodía central es potenciado por su, paradójicamente, austera utilización a lo largo del metraje del film, quedando más atenta la partitura al desarrollo incidental de las acciones puntuales de la historia, con una utilización orquestal deudora del “fondo sonoro” clásico hollywoodiense, que a la complacencia espectacular del leit-motiv. Es de este modo que la puntual aparición del tema central realmente consagra como “importante” el momento fílmico que sustenta, aportando todo su significado pleno sin renunciar a la espectacularidad del mismo.
La mayor parte de cortes del disco deviene en el tipo de características apuntado, destacando, decimos, el mayor o menor color paisajístico (el contexto militar, el exotismo insular o el folklore japonés) según el contexto dramatizado, sobresaliendo “Ship in Sight/When Enemies Meet/Okuda Whistles/Kuroki´s Challenge/Connection” por el desarrollo descriptivo de la acción, o “The Dream of Hope is Ashes/Hirano´s Problem” por su inicio plenamente sinfónico. La anécdota acaece en “Okuda and the Shark”, donde se describe el ataque de un tiburón sin que nada en su ilustración anticipe algún detalle primigenio de la concepción musical de la partitura que tanta fama dio posteriormente al compositor. El tema central aflora en forma de solo de trompeta en “The Enemies Repair”, junto a ciertos toques musicales nipones que describen humorísticamente la cotidianeidad de la idiosincrasia oriental en “Uneasy Peace/Okuda and Craddock”, en el momento de la separación en “The Separation” y, por supuesto, tras el epatante crescendo final, en la conclusión de la película. Son cuatro momentos que puntúan el armazón argumental, puesto que describen la soledad inicial, la posibilidad de convivencia pacífica, la separación e imposibilidad de la misma y la reflexión final sobre las posibilidades humanas de superación de cualquier tipo de conflicto bélico.
El método de trabajo, como se ha dicho, sigue los parámetros dramáticos del empleado por Previn, al que se le recuerda como un brillantísimo compositor de grandes temas cinematográficos pese a que, a poco que uno escuche con cierto detenimiento sus grabaciones musicales (o la propia música en la película), se encontrará con un uso bastante exiguo del leit-motiv y un más que comedido empleo de la espectacularidad de los temas centrales (más allá, decimos, de la merecida fama granjeada con algunos de ellos), al igual que ocurre con la presente partitura de Williams, o la citada sobre la catástrofe del Poseidón. Sin llegar a resultar opacas, no son partituras de una gran brillantez, en el sentido espectacular del término, sino más bien ajustadas a sus respectivas acciones fílmicas, resultando menos oscura, por sus más amplios referentes contextuales (el enclave paisajístico y la situación bélica), la presente grabación que comentamos.
Destacar finalmente la resolución de dos secuencias musicales de potentes características emotivas, muy del estilo de Previn, que acontecen en “Kuroki´s Reflection” y “Mahoney´s Reflection/Mahoney´s Analysis”, propiciadas por sendos momentos del film en donde los soldados de uno y otro bando se entregan a la nostalgia recordando lo gratificante del paisaje físico y humano dejado atrás, en cada uno de los “hogares” correspondientes, y en donde el color contextual logra, gracias a los efectos del contrapunto (en este último tema, incluso, contando con el recurso de la combinación de voces musicales, uno de características incidentales graves y tensas superpuesto a otro de tendencias diegéticas), un efecto especialmente evocador a partir de dicho paisaje musical, basado simplemente en una serie de referentes-cliché sobre lo que el público mayoritario entiende por música oriental y occidental. Al igual que ocurría en “The Four Horsemnen of Apocalypse”, en la secuencia de la invasión (desfile) nazi por las calles de París, es uno de esos raros momentos de efectividad musical que consigue plenamente su objetivo sin alardear de recursos musicales enfáticos y sí jugando, con “buena vista”, sobre aquello que el espectador pueda reconocer del plano musical representativo de cada una de las “civilizaciones” enfrentadas.
El tema central ejecutado con un solo de piano a cargo del propio Williams (una especie de demo, imaginamos), junto a la música del tráiler, muy efectiva y dinámica, y a un par de temas alternativos del prólogo del film, amén de alguna exótica pieza diegética, podrían haber cerrado el disco complementándolo adecuadamente. Sin embargo, hay más: la adición de la única grabación musical existente hasta la actualidad de la película, recogida en la cara A del single de vinilo de la época a cargo de The Jack Halloran Singers (y con la complicidad de la batuta de Morris Stoloff), perfecto exponente ilustrador del “efecto Mancini” al permitirnos escuchar los arreglos pop a los que el tema central debió someterse para su comercialización. La inclusión de la cara B de dicho single como tema que cierra el presente compacto incorporando otro arreglo pop (con los mismos artífices), en este caso del tema central de la partitura del gran David Raksin para “Sylvia”, concluye de un modo un tanto extraño (y casi podríamos pensar que extravagante) la audición del mismo. Tal vez habría que haberse omitido en aras de una mayor coherencia temática. Aunque de haber sido así, posiblemente estaríamos cerrando esta reseña con alguna blasfémica alusión purista a la exclusión del tema en cuestión.
7-septiembre-2009
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