José-Vidal Rodriguez
Norma Rae, viuda treinteañera con dos hijos nacidos de diferentes relaciones, lleva una gris vida junto a su padre en un pequeño pueblo al sur de los Estados Unidos, en donde su existencia gravita, como la de casi todos los vecinos, en torno a su tediosa jornada de trabajo en la fábrica textil de la comarca. Toda esta rutina cambia con la llegada al pueblo de un sindicalista, dispuesto a instaurar por primera vez en la factoría un comité de representación de los trabajadores, para así tratar de combatir el caciquista ámbito laboral de esta industria local. La admiración que Norma siente por esta lucha de los derechos sindicales, y su propósito de buscar el aliciente definitivo que dé sentido a su lineal vida, le llevarán a despojarse de su carácter conformista, involucrándose de lleno y en primera persona en aquel propósito de defender al obrero frente a los abusos empresariales.
Protagonizada de forma convincente por una Sally Field cuya interpretación le reportaría el primer Oscar de su carrera, “Norma Rae” se presenta como un sencillo, directo e interesante relato del casi siempre solvente Martin Ritt, acerca de temas tales como la tenacidad, la defensa de las creencias y la reafirmación de la libertad individual, valores representados simbólicamente a través de la cruzada sindicalista en la que se enfrasca la protagonista. Una película que, atendiendo a su temática, narración y puesta en escena, bien podría haber firmado en nuestros días Ken Loach, cuya visión del cine presenta no pocos paralelismos con esta cinta: la moralina de compromiso social subyacente, su asumido tono semidocumental con el que tocar directamente la conciencia del espectador, o el peso absoluto de los actores sobre cualquier otro aspecto técnico, son algunas de esas analogías. Pero a los efectos que nos interesan, todos estos recursos condicionarían, de manera francamente notable, la concepción y uso de la música original escrita para esta producción de 1979.
Si David Shire ha sido normalmente considerado un músico maltratado por la industria, quizás este “Norma Rae” suponga, contradictoriamente, la excepción y la confirmación a esta tradicional aseveración. Por un lado el autor de Buffalo, a punto de alcanzar el cenit de su carrera a finales de los 70, obtendría el Oscar a la mejor canción original por la magnífica “It Goes Like It Goes”, sintonía principal del filme con letra de Norman Gimbel, e interpretada por la dulce voz de Jennifer Warnes, otra artista nada ajena al resplandor de la estatuilla dorada (no en vano, estaban por llegar dos galardones más por sendas canciones co-interpretadas por ella: las populares “Up Where We Belong” de “Oficial y Caballero” y “I´ve Had the Time of My Life” de “Dirty Dancing”). Sin embargo, pese al rotundo triunfo de la canción, el score de Shire (breve, pero cercano a los 40 minutos de duración para una cinta de algo menos de dos horas), fue cercenado en postproducción de forma ciertamente extrema, hasta el punto de que tan sólo se incluyeron unos siete minutos de música en el montaje final, sumando las dos apariciones de la oscarizada canción, como prólogo y epílogo del filme. La razón principal del rechazo de casi toda la partitura, es achacable a la insistencia de Martin Ritt por imprimir a la narración una fuerte impronta de realismo, volcando el peso de la historia en las esforzadas interpretaciones del elenco principal. De esta forma, la versión integra del score de “Norma Rae”, rescatada ahora por el sello Varèse Sarabande en su edición limitada a 1500 ejemplares, sólo puede analizarse en su justa medida abstrayéndose de la decisión final de Ritt, algo que obliga a relacionar los diversos cortes con las secuencias a las que a priori iban a servir de acompañamiento.
Shire, aun sin conocer el destino que correría su partitura, se muestra, de entrada, particularmente cauto con el efecto y propósitos buscados a través de su aportación musical. Haciendo especial hincapié en las sonoridades sureñas como lógico referente localista, en las que el country, el honky-tonk o el pop conforman los estilos sobre los que se mueve buena parte del score, el compositor se sitúa en un claro segundo plano y marca distancias en el terreno emocional. Shire, haciendo gala de una indudable profesionalidad, cumple el expediente de manera correcta, sin acudir a alardes preciosistas que puedan interferir más de lo necesario en la narración, y confiando en la aparición solista de la trompeta y la guitarra acústica las bases sobre las que ofrecer una mirada melancólica de la rutinaria vida de Norma Rae. Sin un desarrollo motívico y temático claro (con independencia de la mencionada balada “It Goes Like It Goes”), el músico acude a una frase contenida en el corte “Country Rock”, para emplearla en más de una ocasión a lo largo del score con marchamo de idea recurrente.
Lo anterior no es óbice para que Shire busque moldear puntualmente la acción, cuando ésta parece necesitarlo (el fanfárrico “Triumph”, la desangelada tensión transmitida por el corte “Vote Counting”, momento clave de la cinta en el que se decide la creación o no del sindicato textil), en una partitura que no pasa de ser sino un desigual retrato de tintes pseudo-diegéticos, que se centra en el entorno geográfico de la protagonista (“The Lobby”, “Church”, “Leaflets”), y no ahonda ni por asomo en los efectos psicológicos que se derivan de su lucha sindical. Su asumido segundo plano y la palpable contención emocional del compositor, parecen diluir ideas a priori interesantes, convirtiendo los esfuerzos de Shire en un trasfondo sonoro plano que pasa bastante desapercibido. De este modo, la decisión de Ritt, en su apuesta por prescindir de la música en gran parte de la trama, se presenta como un recurso apropiado teniendo en cuenta el acabado del filme.
Con estas premisas, el lector ya podrá imaginar el posible público al que va destinado el compacto: completistas y seguidores acérrimos de Shire. Para el resto de aficionados, la audición de este “Norma Rae” se antoja poca cosa. Aún así, gracias a la elegancia con la que Shire afronta algunos pasajes de la partitura y a la hermosa canción central, ganadora del Oscar, merece la pena dar una oportunidad a un score, sin duda, “maldito” en la filmografía del autor.
6-agosto-2009
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