José-Vidal Rodriguez
Cuando Jim Abrahams y los hermanos Jerry y David Zucker se lanzaron en 1980 a escribir y dirigir “Airplane!”, quizás no fueran conscientes de la enorme repercusión que la cinta tendría para el ámbito de la comedia a lo largo de la década. No resulta aventurado afirmar que el trio de cineastas inauguró un nuevo y exitoso subgénero explotado hasta nuestros días, y que no sólo propició pingues beneficios en taquilla, sino que aglutinó a una enorme legión de seguidores de lo que algunos dieron en llamar las “gags movies”. Y es que bajo una apariencia argumental extrema (el vuelo 209 de la Trans American pierde a todos los pilotos y vuela sin control, para desesperación de sus singulares pasajeros), los directores moldearon una sucesión ininterrumpida de situaciones absurdas con las que parodiar el cine de catástrofes, abriendo la veda además a esa práctica -tan habitual en la actualidad-, de incluir constantes referencias satíricas a cintas y mitos sociales de la época.
Para reforzar esta peculiar línea argumental, y en la búsqueda de un contraste sonoro que exagerara aún mas los tintes paródicos del largometraje, la intervención del maestro Elmer Bernstein resultó sin duda providencial, de tal suerte que al instante le convertiría (algunos creen que a su pesar), en poco menos que el compositor estandarte del nuevo cine de comedia ochentero con ciertos medios (“Stripes”, “Hont Tonk Freeway”, “Spies Like Us”, “Ghostbusters”...), gracias en gran parte, a un acercamiento musical que igualmente marcó a otros colegas de profesión cuando abordaron cintas similares (véase Basil Poledouirs en “Making the Grade” o el galo Maurice Jarre, la nueva elección de Abrahams-Zucker-Zucker para su posterior “Top Secret”). Pese a que la génesis de estas ideas data dos años antes, concretamente del filme de John Landis “Animal House”, Bernstein perfecciona aquí una fórmula que pasa por abstraerse del caracter disparatado de la película, y dotarle en cambio de una música sinfónica, solemne y enfática, con la que rehuye en gran medida los tópicos tradicionales en las técnicas compositivas para la comedia. De esta forma, ni la partitura tiene una pretensión “ligera”, ni remarca lo que la imagen ofrece, resultando de todo ello una obra que ejerce de contrapunto sonoro y otorga una coartada de seriedad a una sucesión de chistes que, debido a ese contraste, resultan más impactantes.
Ya en el “Main Title”, Bernstein presenta los mimbres fundamentales sobre los que se desarrollará el resto de partitura. Dejando a un lado la socarrona introducción presidida por el imprecedero “Jaws Theme” de John Williams, el corte da paso a las siete notas a metal o “tema A”, que reutilizará el autor como el principal motivo con el que presagiar el supuesto peligro y nerviosismo de ciertos instantes (“Mayday”, “Where The Hell is Kramer?“, ); frase ésta a la que seguirá el “tema B” -el que a priori actúa como idea central-, melodía old-fashioned con la que Bernstein introduce como referente los viejos temas de Alfred Newman (con la mirada puesta lógicamente en su “Airport” de 1970). Sus acordes harán acto de aparición de forma bastante comedida, en cortes tales como “News” o el dramático “Runway is Niner" (unused) / "The Gear is Down and We´re Ready to Land".
El único fragmento capital de la obra que no es incluido en los títulos de crédito iniciales, es la esplendorosa frase que conforma el tema de amor aplicado al atormentado ex-piloto Ted Striker y a la azafata Elaine. De nuevo en el contexto de esa exageración sinfónica, Bernstein se saca de la manga lo que no es sino uno de sus mejores love themes de la década, de tal peso sonoro dentro del trabajo, que llega incluso a ensombrecer al “tema B” en su propósito de acaparar la atención del espectador. Sabedor de las enormes posibilidades de la melodía, el autor hará uso de la misma con insistencia, pero reconduciéndola armónicamente a registros que amplían el colorido del trabajo, como por ejemplo el bucólico “Kiss Off” (con un brillante lamento del solo de violín); la orquestación para salón desarrollada en “Love Theme from AIRPLANE!”; o la gloriosa rendición coral del “From Here to There” (cuyo título e imágenes a las que acompaña, realizan una jocosa referencia al “From Here to Eternity” de Fred Zinnemann)
Alrededor de estas ideas que cohesionan de algún modo una partitura con múltiples motivos (algunos de ellos con una duración que no supera ni los 30 segundos), Bernstein construye un sólido score de forma y fondo elaborados, en donde el marcado tono de urgencia constituye la nota predominante. Es la forma de recordar al espectador, fuera de los gags que pueblan la trama, el peligro inminente en el que se encuentra el vuelo 209. Perfectos ejemplos del calado dramático que adquiere la música, lo constituyen tanto la constante inclusión de inesperados stacattos, como la insistencia del autor por los ostinatos de intenciones opresivas y de notable capacidad descriptiva. Ello explicaría el tono tenso, sombrío y hasta agobiante del “Zip / Eggs / Roger, Take Over” o el “Crasher”, corte éste que aúna con claridad estos dos recursos, conformando además uno de los temas en donde mejor funciona el contraste de prominencia sinfónica, con respecto a la hilarante secuencia del aterrizaje final. Algo que Bernstein vuelve a conseguir con “Lisa / Farewell / Take Off / Another Meeting”, con la presentación de una frase que logra transmitir incluso emotividad, a aquel ridículo gag de la despedida de dos enamorados a pie de avión.
Todo lo anterior no es óbice para que Bernstein dé rienda suelta al desenfreno con algunos motivos que sirven para marcar los territorios de la verdadera comedia, permitiéndose alguna que otra licencia musical al disparate. De este modo, a la ya mencionada introducción del “Jaws Theme”, el newyorkino utiliza además dos piezas preexistentes con fines burlescos y resultados a la postre magníficos: la marcha del equipo de Notre Damme, que reserva para los títulos de crédito finales, contagiándose así del surrealismo del filme; y la conocida “Obertura 1812” de Tchaikovsky, con la que el autor clausura la trama en el corte “Resolution / Tag”, no sin antes haber despertado una sonrisa en el oyente, mediante la distorsión introducida en el coro que antecede a la mencionada obertura.
Tras la audición de los 37 cortes que aglutina esta completísima edición, la conclusión parece evidente: la partitura de “Airplane!”, sin constituir un prodigio irremplazable, supone en cambio una nueva demostración de personalidad y dominio del lenguaje visual por parte de Elmer Bernstein. Tanto por el caracter casi pionero del score en el modo de abordar estas gags movies, como por la inclusión de alguno de los momentos líricos más afortunados del maestro en la década (véase el excelente tema de amor), el álbum adquiere el marchamo de obra necesaria para entender la profesionalidad de un autor capaz de salir más que airoso de un proyecto de tales características. Un trabajo en definitiva, altamente disfrutable que después de 19 años ve la luz por fin en su formato íntegro, para regocijo de los seguidores del maestro y de los aficionados a la verdadera música de cine.
27-julio-2009
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