Ignacio Garrido
Hablar de Jerry Goldsmith siempre es un placer que se degusta con fruición, más todavía en los tiempos que corren. Si además se trata de la recuperación de alguno de sus trabajos olvidados de los setenta, ahora más necesarios que nunca, el asunto se convierte en deleite.
El aficionado de raza suele tachar como la mejor época del californiano la transcurrida entre la mitad de los sesenta y el final de los setenta. Sin embargo, la generación a la que pertenece el grueso de mitómanos más jóvenes del músico se suele decantar por retardar la gloria de Goldsmith hasta pasado el ecuador de los omnipresentes ochenta. No le veo el problema a sentenciar que lo mejor del autor de “Bajo el Fuego” se extienda los veinte merecidos años desde el inicio que le otorgan los primeros y el tardío final de los segundos.
La variedad de su poblada filmografía en esos años incluida, advierte no solo la estilización y perfeccionamiento de una de las voces más importantes de la historia de la banda sonora, sino también la adaptación de un compositor siempre en evolución, capaz de reflejar tanto el sino de los tiempos que le tocaron vivir, como la perdurabilidad de la esencia de un arte apasionante que late incluso en el interior de trabajos menores como “El Puente de Cassandra”.
Sigue resultando asombroso su vertiginoso ritmo de composición en los años siguientes a conseguir su único Oscar, destacando al que se circunscribe el título que nos ocupa, 1977 (“La Isla del Adiós”, “McArthur”, “El Callejón Infernal” o “Alerta Misiles”) y por supuesto el siguiente, 1978, para un servidor – como ya apunté en alguna otra reseña del maestro – el mejor de toda su carrera profesional. Más todavía, si atendemos a la enorme calidad vertida en todos y cada uno de los films, por muy mediocres que estos fuesen, en los que se vio involucrado por aquel entonces.
De nuevo y para un amigo, en este caso el hueco pero solvente George Pan Cosmatos (recordemos “Rambo” o el intento fallido de “Tombstone”), Goldsmith resuelve una historia a medio camino entre la acción, el suspense paranoide y conspirativo tan del gusto del periodo y la superproducción – de medio pelo en este caso – de desastres con reparto estelar multitudinario. Virus gubernamental desatado, movilización militar, así como historias románticas y dramáticas confluyentes todas en un tren, cuyo fatídico destino se aborda musicalmente con el marcado contraste entre un melancólico tema central y la contundencia de unos soberbios pasajes rítmicos.
El arranque se produce de modo dramático con “Main Title”, una melodía de resonancias románticas y cierto tono trágico que se cierra inquietante con cuerdas disonantes y atonales, un tema bello y afligido al que Goldsmith volverá a recurrir a lo largo de la partitura en varios momentos puntuales y tempranos como “Husband & Wife”, “New Bedside Manner” o su versión más delicada e intimista en “Safe Living”. Dicha melodía entronca con la estela, aún sin alcanzarla, de los numerosos y memorables temas de amor que escribiría por aquel entonces, como los de “Chinatown”, “El Viento y el León” o “Capricornio Uno”, quedándose más cerca del de “Coma”, por ejemplo, que de éstos.
Inmediatamente se dará paso al estilo musical con auténtico peso específico dentro del trabajo, la característica acción desatada y agresiva del autor. “Break-In”, el primero de los muchos destacables cortes adscritos a este género, resume las virtudes del músico en dicho campo: escritura polirrítmica y sincopada, percusión brutal y metales agresivos que, en este caso, se cierra de modo similar al legendario “The Dogs Attack” de “La Profecía”. Pistas de análogo calado las encontraremos en “Searching the Train”, de pulsátil desarrollo e intrincados arabescos en las cuerdas, “Helicopter Rescue” (citando algo de la estructura del soberbio corte “Steam Rolling” de su pretérita “Breakheart Pass”, que más tarde volvería a adaptar para su “The Game” de “Rambo III”) o el extraordinario tour de force de “The Climber”, un prodigio de violenta construcción dramática in crescendo.
El suspense aliñado de puntuales efectos sintéticos, tan caros a la moda setentera (recordemos “La reencarnación de Peter Proud” o “La fuga de Logan”), aparecerá en “The Train Station”, “Disease Spreads” o “The Bridge” a modo de complemento para sinuosas cuerdas y maderas, amén de sonidos acústicos experimentales como los escuchados en su fusión con los electrónicos en “Here We Go”. Incluso en pistas como “The Train Arrives” o “I Can´t Go”, Goldsmith acercará su sequedad expositiva a la del Fielding coetáneo, con marciales ritmos percusivos contrapunteados por lacerante cuerda y metales.
No obstante el californiano mantiene su sello autoral intacto en todos y cada uno de estos aspectos, demostrando una sutil y escalofriante mano para el terror contenido en momentos como “Aftermath” o “Rusting Bridge” donde aparecerá ese curioso efecto oscilante que el compositor emplearía años antes en “El Premio” y que se convertiría en parte de la esencia motívica de “La Sombra” años después.
La trama se resuelve con una intensidad musical insostenible en “Kaplan´s Death” y de modo definitivo y liberador en “The Passengers Escape”, recapitulando el tema central de modo sentido con trompeta solista y coda con tutti orquestal para la conclusión del score en “The Cassandra Crossing-End Titles”. De este modo y con un aceptable sonido en mono, se incluye en el primer disco de la presente edición comentada la partitura íntegra de Jerry Goldsmith para una cinta algo intrascendente, cuya banda sonora en formato cd era ya un artículo incunable para sus seguidores no excesivamente veteranos.
Como complemento a esto se incluyen en dicho disco pistas alternativas de algunos pasajes, más o menos importantes, con mezclas alternativas (también en mono) prácticamente inapreciables, maniobra ya conocida por los aficionados sabedores de las estrategias comerciales de la antaño apreciable casa Prometheus, que últimamente parece querer subirse al carro de las grandes, reverdeciendo laureles a base de reeditar trabajos preexistentes con mejoras cuantitativas (podríamos darle el aprobado en este aspecto) y cualitativas (definitivamente suspenso) respecto a las ediciones previas. Además, la inclusión del álbum original como medio de ampliar el lanzamiento a doble disco, se ve absurdamente estirada con la aparición de dos innecesarias versiones con y sin acompañamiento instrumental de una canción completamente ajena al compositor y de limitadísimo interés a los (dudo de su existencia) fanáticos de la película o de la melodía en cuestión. Banda sonora por lo tanto altamente recomendable para seguidores o cualquier buen aficionado (pues desglosa todo el jugo de la fiereza orquestal polifónica de Goldsmith en el género de acción, amén de crear un hermoso tema central), pero edición bastante prescindible para los que ya poseyeran la original italiana, en cuya ajustada selección se incluía el grueso de la música realmente destacable que el maestro compuso para este pequeño pero rescatable título del setenta y siete.
23-febrero-2009
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