Miguel Ángel Ordóñez
David Buttolph pertenece a esa estirpe de compositores que trabajando para la Fox durante los 30 y los 40, se veían inmersos en la frenética producción musical del estudio. Como Cyril Mockridge, Earle Hagen, David Raksin, Richard Hageman o Hugo Friedhofer, componían sus propios scores en pocas semanas mientras les eran asignadas labores de arreglistas o se dedicaban a rellenar los huecos o a componer fragmentos que el jefe del departamento musical de la productora, Alfred Newman, les asignaba según el ritmo de trabajo. Muchas de las partituras de Newman cuentan con música adicional de estos auténticos artesanos que como tantos otros trabajaban en el oscurantismo. Hoy día muchos de ellos no cuentan con la difusión que han tenido otros compositores cuya obra sí ha sido parcialmente editada.
A Buttolph se le deben esfuerzos tan loables como “Pasión de los fuertes” o “Misión de audaces” de John Ford, “El beso de la muerte” de Robert Aldrich, “Juntos hasta la muerte” de Raoul Walsh o “La soga” de Alfred Hitchcock. Apasionado por el jazz, completó sus estudios musicales en Europa entre los 21 y 25 años. De vuelta a los Estados Unidos, su país de origen, en 1935 hizo su debut en el cine como arreglista para la Fox, compañía que no abandonará hasta 1947 para convertirse en free-lance pero con especial participación en la Warner.
“The Foxes of Harrow”, es su último film para la Fox. Basada en una novela del escritor afroamericano Frank Yerby, relata, en tono de pasión y lujuria, la insoportable relación marital entre Stephen Fox (Rex Harrison) y Odalie D´Arceneaux (Maureen O´Hara) en el marco de una hacienda de Louissiana, con el trasfondo de la esclavitud y de las relaciones adúlteras del señor de Harrow con una salvaje esclava (Suzette Harbin como Belle) y con la vulgar Desiree (Patricia Medina). Sin incidir en los problemas de la esclavitud, John M. Stahl dirigía con la solvencia acostumbrada. Con una sólida carrera como productor y director en el mudo, su paso por la Universal había dejado obras del interés de “Sublime obsesión” e “Imitación de la vida”. Con contrato con la Fox desde 1943, había dado para esta su mejor cosecha dentro del melodrama, del que era un auténtico maestro, con inolvidables títulos como “Las llaves del reino”, “Que el cielo la juzgue” o “Ambiciosa”.
Buttolph centra sus esfuerzos en la concepción de dos temas centrales de vocación diversa. El asociado a Stephen, como señor de la Hacienda, es poderoso en su despliegue del metal sobre amplio registro en la cuerda, mientras el que acompaña a Odalie, es apasionado, sensible y nostálgico, fruto del amor no correspondido que sufre. Ambos abren el score en el corte “Main Title” y mientras el primero es utilizado en contadas ocasiones, en especial cuando la hacienda capta los planos de la película asociando así la vida de su propietario al exclusivo interés en la salud económica de su negocio (el algodón) (“Just Enough Time To Build”), el de Odalie reaparece en cuanto la cámara se fija en su presencia, con tono inocente cuando llega a Harrow con su familia (“Opening of Harrow”), dulce y sensible durante la petición de mano (“Nothing Here But Love”), apasionado en su noche de bodas (“Wedding Night”), triste cuando reflexiona sobre el engaño que sufre de su cruel marido (“Toasting Ettienne´s Birthday”).
Junto a estos magníficos temas, el cuerpo de la partitura oscila entre momentos de disimulada tensión y suspense (“Rescued From the Sandbar”), meros ejercicios de acción (“Riding Alter Lily”) y el sorprendente uso de tambores asociados a unos esclavos creyentes en la magia negra (el inicio de “Just Enough Time To Build”,”My Son No Eslave”, “The Sugar Croop”), que confieren un aire muy exótico al score.
A destacar igualmente, la presencia de varios cortes diegéticos entre los que destacan “Erzilee” (homenaje al nacimiento del hijo bastardo de Stephen) y “Wade in the Water” (canto póstumo al hijo nacido de la unión con Odalie), espirituales arreglados por Jester Hairston, así como la primera canción en la carrera de Maureen O´Hara, donde da muestras de ciertas dotes para el canto, “Pauv piti momselle zizi”, basada en un tradicional creole arreglado por Arthur Wynter-Smith. Alfred Newman colabora en la partitura con dos valses creados originalmente para “Dragonwyck”.
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