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16/06/2017 Review del libro "Bernard Herrmann: Cumbres Borrascosas"
Hace unas cuantas décadas comenzaron a surgir por estos lares los primeros festivales, encuentros y congresos de música de cine (Sevilla, Valencia) que tuvieron entre sus benignos efectos colaterales, congregar a todos aquellos que hasta el momento habían estado viviendo su afición de un modo inconexo y aislado, fidelizando definitivamente una pasión que de este modo obtenía el estatus oficial del que hasta ese momento había carecido. Aquellos primeros eventos tuvieron continuidad en los cada vez más abundantes conciertos programados en grandes Auditorios que como el de Barcelona, y en los últimos tiempos también el de Bilbao, vieron desfilar primeros espadas de la especialidad como Jerry Goldsmith, Maurice Jarre o Elmer Bernstein (actividad que ha proseguido hasta la actualidad, con la reciente visita de Danny Elfiman y Alexandre Desplat, en uno, y de James Newton Howard, en el otro)). Después, ya en el nuevo milenio, se sucedieron los Festivales de Úbeda (que después se celebró en Córdoba y ahora ha recalado en Málaga con el nombre de MOSMA), el Soncinemad madrileño y el FIMUCITÉ tinerfeño. El primero y el último siguen en activo y por lo que parece gozan de buena salud, aunque el MOSMA se encuentre en sus primeros pasos y deba perfilar mejor su personalidad, algo que el festival tinerfeño ya ha consolidado holgadamente. En cualquier caso, se ha ido cimentando una afición no solo fiel sino también experta y ávida por acudir al encuentro concertístico, además de tener acceso a las figuras que visitan de forma regular nuestras salas de concierto, pero que también ha sustentado en justa proporción el elevado número de revistas virtuales especializadas que a lo largo de estos últimos años han servido de barómetro a un interés que va más allá de la acción contemplativa y del conocimiento de primera mano de sus ídolos.
El lógico y siguiente paso a todo este movimiento ha revertido en la apuesta editorial por la temática, convirtiendo lo que hace tan solo unos años era un erial bibliográfico en castellano en un goteo continuo de novedades ensayísticas que van desde el análisis generalista de la especialidad a la minuciosa disección de la obra y discografía de los más grandes maestros de la disciplina, cuando no a la traducción de alguna biografía escrita o descrita en primera mano. Es el caso de la editorial madrileña T&B, que en pocos años ha publicado varios libros dedicados a compositores tan relevantes como Miklós Rózsa, de la mano de Antonio Piñera (”Una vida, dos pasiones”); James Horner, firmado al alimón por Piñera y Antonio Pardo (”El don de la inmortalidad”); Alex North, a cargo de quien suscribe la presente (”El viajero impenitente”); o Jerry Goldsmith (”Música para un camaleón”), del propio Christian Aguilera, quien ahora se ha atrevido con otra figura de máximo nivel como la de Bernard Herrmann, con toda seguridad uno de los compositores más importantes de la historia de la música de cine debido a su contrastada calidad técnica, y a la importancia de los proyectos en los que participó. Aguilera, un veterano de la crítica cinematográfica que ha publicado un cuantioso número de ensayos dedicados tanto a directores (“Joseph Leo Mankiewicz: Un renacentista en Hollywood”, “Stanley Kubrick: Una odisea creativa”), como a fenómenos cinematográficos de diversa índole (”La generación de la televisión. La conciencia liberal del cine americano, El mundo de la ciencia. 50 películas fundamentales”), incluyendo la perspectiva musical (donde no solo ha afrontado el reto de escribir el referencial estudio sobre Goldsmith, sino que también ha hecho lo propio con un género como el rock –”Historia del rock sinfónico: Un viaje musical por el mundo de las bandas británicas”-, que ha tenido continuidad en otro dedicado al rock neo-progresivo –”Historia del Neo-Rock Progresivo (1982-2016)”-, y que culminará a medio plazo con una tercera entrega), firma ahora este estudio sobre Herrmann, que acertadamente subtitula “Cumbres Borrascosas”, única ópera del compositor, a modo de acertada metáfora sobre su apasionada personalidad y su ambivalente querencia por dedicarse al mundo de la música “culta”, habiendo desarrollado en gran parte su trayectoria profesional en el de la aplicada.
Es esta una circunstancia que lo empareja de alguna manera con otra figura fundamental de la música cinematográfica del pasado siglo cual fue Alex North, nacidos ambos en el mismo año pero en contextos geográficos completamente diferentes y distantes. Y si bien, North revolucionaría el panorama cinematográfico musical con la introducción del jazz en la estructura dramática de aquello que se conoce como score (música incidental) en 1951, con Un Tranvía Llamado Deseo, el conocido film de Elia Kazan que abriría nuevos horizontes formales en las maneras de entender esta especialidad musical, Herrmann hizo lo propio una década antes a través de su asociación con Orson Welles y su mítica Ciudadano Kane. Fue un año en el que el debut del compositor se saldó con la nominación a la mejor partitura por esta última y por la consecución de la preciada estatuilla, el Oscar, por su siguiente trabajo, El Diablo y Daniel Webster. Así pues, ambos debutaron con una doble candidatura a los preciados premios (aunque North nunca la obtuviera), y actuaron, como subraya con acierto Aguilera, como compositores caracterizados por una fuerte personalidad que trataron de vincularse solo con aquellos proyectos que les eran especialmente atractivos desde un punto de vista intelectual, pues se trataba de artistas con una querencia especial por el arte dramático y la literatura. Aguilera explica de un modo pormenorizado cómo se produjo la asociación de Herrmann con Welles, y cuáles fueron los primeros referentes tanto temáticos como formales de su vida creativa, sin escatimar anécdotas que contextualizan con adecuación el relato, de manera que el lector asiste de un modo estructurado y ordenado al análisis de todas y cada una de las obras resultantes del genio del compositor obteniendo una perspectiva integradora, en la que cada detalle sobre la producción del film cuenta a la hora de establecer los parámetros del trabajo resultante.
A pesar que, como se ha señalado, el autor del texto tiene sus preferencias en la música rock, como demuestra su generoso proyecto en tres entregas que abarca desde la ya lejana década de los setenta hasta alcanzar la actualidad (además de un libro monográfico dedicado a Neil Young, subtitulado Una leyenda desconocida), demuestra un dominio en el análisis de la relación entre la imagen y la música que ya validó con sobrada solvencia su anterior proyecto sobre la inabarcable obra de Goldsmith. El grado de minuciosidad es ahora, si cabe, mayor, dado que cuantitativamente la obra de Herrmann permite (como también ocurría con North) un acercamiento más detallado y puntilloso. Su experiencia como crítico cinematográfico, ensayista y escritor otorga fluidez a la lectura del texto cuya aproximación se realiza desde una perspectiva más acorde a esa condición genérica y no tanto desde la revisión discográfica, un tanto ausente del libro aunque entre los diversos anexos (que comprenden un útil índice onomástico y la completa relación de todos los trabajos del compositor, cinematográficos o no), se incluya la relación con los consiguientes números de referencia para que el curioso e interesado lector pueda acceder a la revisión discográfica del compositor. Un libro esperado que cumple con las expectativas levantadas dada la importancia capital de la obra del músico en cuestión, que se redondea con un par de textos introductorios a cargo de dos de los especialistas más reconocidos del panorama estatal, como son el veterano Joan Padrol (crítico de la revista Dirigido por) y Roberto Cueto, que completan la correcta edición de la especializada editorial, profusa en fotos (en blanco y negro) de los films analizados. Un trabajo, en definitiva, que establece una perspectiva muy certera de la vida y de la obra de Herrmann, que a la postre resulta ser el primero publicado en castellano (como lo han sido también el resto de títulos editados por T&B) sobre el compositor en cuestión y que esperemos continúe animando el panorama editorial de la música de cine. Ensayos como el presente lo merecen.
16-junio-2017
Frederic Torres
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