No puede decirse que ésta haya sido una mala añada musical aunque, y ya comienza a ser una constante, el verdadero interés ha estado lejos de producciones que huelen no sólo a mainstream - a pura fórmula comercial -, sino a un tipo de cine independiente y de autor que observa los valores del discurso musical con no pocas suspicacias. El buen gusto ha marcado distancias con este tipo de producciones que tienden a bascular entre un sinfonismo hueco, huérfano de buenas ideas y desarrollos; a articularse sobre una potente base rítmica, machacona y repetitiva, donde el compositor parece ejercer de mero dj; o a sustentarse sobre una ambientación musical que, sin capacidad narrativa, se limita a recrear un escenario emocional de fondo. Elegir no es tarea fácil, pero la lista final confeccionada ha adoptado como punto cardinal el aspecto puramente musical, sin dejar de lado en el juicio la propia sustantividad de un estilo donde el aspecto narrativo resulta especialmente relevante (nada extraño si tenemos en cuenta que no son comparables con los mismos parámetros una ópera y una sinfonía, o ésta y una sonata). Tampoco es nuestra función ejercer de adivinos, querer enmendar la plana a directores, montadores, productores, ni, faltaría más, al músico, sobre la bondad discursiva de su escritura, de hacia dónde quieren o no quieren llevar a sus criaturas, de cómo las visten y pasean. Una vez presentada la obra en un formato de consumo (digital o físico), el resultado debe tener entidad desde un punto de vista musical, no convertirse en simple suvenir de una película.
Partiendo de la importancia capital del discurso musical a la hora de emitir valoraciones, lo primero a reseñar es la falta de originalidad y riesgo del actual cine comercial norteamericano, lo que ha llevado a nombres, hasta ahora recurrentes en este tipo de listas, a pisar este año suelo pantanoso. Sin duda y de todos ellos, Alexandre Desplat, por su condición de líder indiscutible del panorama actual, es el caso más relevante al encadenar ya varios años sumido en una preocupante crisis creativa. Quizás su personalidad y estética únicos le han acabado jugando una mala pasada. Su música no es que se haya estancado, a pesar de su falta de evolución - analicemos la carrera de Williams estos años y veamos un ejemplo perfecto de madurez, incluida la menor "The BFG", a años luz de tanto ´lugar común´ -, sino que parece haber entrado en barrena de tanto mirarse al ombligo. El triunfo del estilo como tarjeta de visita. Obras como "American Pastoral" y "The Light Between the Oceans" son un vulgar reflejo de su plausible talento. A tiempo de reverdecer laureles, la situación debería exigir una profunda reflexión por su parte. Un trabajo nada desmerecedor, especialmente por su inteligente uso de voces polifónicas, es el "Arrival" de otra vaca sagrada actual, el islandés Johann Johannsson. Pero más allá de ese interesante logro, el cuerpo sonoro de la obra se sustenta sobre una insignificante capa de timbres, electrónicos y orgánicos, marca de fábrica que ha elevado a este autor a un estatus que no merece, por el simple hecho de ´tener una personalidad´. Algo decepcionante, por las expectativas creadas, puede también catalogarse el esperado regreso de la compositora Mica Levi, tras la original "Under the Skin", con "Jackie", lo último de Pablo Larraín. Con una evocadora e imaginativa estructura tímbrica, a Mica le falta un largo trecho para acercarse al Greenwood que usa de referente - inolvidables esos románticos pasajes schoenbergianos de "Inherent Vice" -. Por otro lado, los esfuerzos sinfónicos de Giacchino o Newton Howard han deparado interesantes fuegos de artificio que sólo revelan el extraordinario oficio de sus autores. "Doctor Strange" o "Fantastics Beasts…" son como ese chicle que irrumpe con todo su sabor en el paladar y que tras veinte minutos entre molares e incisivos no ves el momento de quitártelo de encima. "Rogue One", está un peldaño por encima de aquellas al mezclar con sabia destreza una cohorte tarareable de buenos leitmotif y un sonido reconocible identificativo de la saga, pura nostalgia que deja un insuficiente resquicio a la originalidad y la sorpresa. Menos disfrutable, "Gods of Egypt" de Marco Beltrami, combina momentos de gran construcción melódica con otros de estruendo y transición desechables. Peor le ha ido a Hans Zimmer, con un "Batman v Superman" algo más interesante que la furibunda reacción crítica cosechada y un "Inferno" absolutamente horrible. Aunque lloremos la pérdida de un compositor como James Horner, no parece que como moneda de cambio debamos reivindicar su flojísimo homenaje a "The Magnificent Seven" - terminado con el mismo desacierto por su colaborador Simon Franglen -, y es que al compositor de "Braveheart" hacía ya varias décadas que ni estaba ni se le esperaba.
Pero también cabe hacerse eco de un ramillete de trabajos de autores todavía con filmografías grises pero con ganas de hacerse hueco en una industria no especialmente preocupada por el talento. Tal es el caso de "Tale of a Lake" y "Rolli and the Secret of All Time" las propuestas sinfónicas del finés Panu Aaltio para este 2016. Melodías pegadizas, esqueletos armónicos en la tradición de Sibelius, gran despliegue colorista con sabio manejo de las diferentes secciones orquestales, a Aaltio se le echa en falta algo de complejidad, menos ganas de agradar al respetable. Tres cuartos de lo mismo puede decirse de George Kallis en su interesante "93 Days", o de Cimini en la deslumbrante pero hueca "Dark Waves". Entre los mejores trabajos de 2016, se hacen un importante hueco el "Cezanne et Moi" del últimamente reivindicable Eric Neveux, quien ha sufrido una gran transformación desde la estupenda "Il était une forêt"; la lírica, minimalista y étnica "L´histoire de l´amour" de Armand Amar, en la línea de trabajos como "Ce que le jour doit a la nuit" y "Le premier cri"; la lección de escritura para cuerda, ligeramente disonante siempre danzabile, de la sorprendente "A jamais" de Bruno Coulais; la delicada y elegante "Mountain Cry", con otro francés, Nicolas Errera, haciendo juegos florales con la escala pentatónica; el original empleo de voces en la excesivamente indie "Swiss Army Man" a cargo de la pareja Andy Hull & Robert McDowell; la árida e intelectual "The Invitation" del siempre interesante Theodore Shapiro; el sentido y desnudo minimalismo del sueco Matti Bye en "Den Allvarsamma Leken"; los documentales "1916 The Irish Rebellion" de Patrick Cassidy, "Paper Lanters" de Chad Cannon y, sobre todo, "Born in China" de Barnaby Taylor, brillantes en su desarrollo dramático y en su apuesta consonante por la emoción desprovista de elementos puramente cosméticos; o la sorprendente mezcla de folk y sinfonismo en la lúcida "Pete´s Dragon" de Daniel Hart.
Entre los compositores españoles, destacar el buen año profesional de Fernando Velázquez, con resultado algo desigual, un compositor muy dotado desde el punto de vista melódico (el tema principal de "Un monstruo viene a verme") que ha obtenido su mejor logro con la cinta de animación "Ozzy", por lo desenfadado de la propuesta y la compleja articulación de todos sus escenarios musicales. Impecables Alberto Iglesias y Pascal Gaigne, de los que hablaremos más adelante, pero que citamos ahora para reconocer el gran hacer del primero en la supradramática "Julieta", donde se incrusta a la imagen con milimétrica eficacia y a la que adorna con pasajes de austero herrmanismo y ese sonido tan personal, asociado al mundo almodovariano, de lírico ´night noir´; y de los fantásticos resultados obtenidos por el francés no sólo en "El olivo", dotado de un magnífico tema central con muy alta depuración técnica de su estilo, sino en "Circles & Stones", su última colaboración con el finés Rax Rinnekangas , donde como el revolucionario clandestino de fin de siècle, Satie, se cita en una obra, sin desarrollo ni transición, consistente en una sucesión de instantes prolongados que abrazan un buen puñado de ecos y disonancias extrañamente hermosas. También subrayar aciertos relevantes como el de "Neruda", en la que Jusid da muestras de ser un compositor mucho más complejo y camaleónico de lo ofrecido hasta ahora; "Mi panadería en Brooklyn", un Godoy en forma gracias a un tema sencillo y luminoso, de esos suyos tan característicos, aquí deliciosamente orquestado por su colaboradora Vanessa Garde; o para celebrar la irrupción de Vicente Ortiz Gimeno con "Cuerpo de élite" y especialmente con la televisiva "Lo que escondían sus ojos", obra solvente y sorprendentemente madura con un tratamiento preciosista de la cuerda. Balance, sin duda, austero para un año en la industria española - si es que la hay - con más sombras que luces.
12 son los títulos que he elegido como los más sobresalientes de este 2016. Se exponen a continuación por orden alfabético:
Ah-Ga-Ssi (The Handmaiden) - Jo Yeong-wook (cd editado por CJ E&M)
Quizás la mejor película a la fecha de Park Chan-wook, "La doncella" es una buena simbiosis de inocencia, erotismo y perversidad en la Corea de los años 30 invadida por los japoneses. Esos mismos sustantivos pueden aplicarse a la partitura musical firmada por Jo Yeong-wook, habitual en el cine de Park y autor de obras de interés como "Oldboy" o "Sympathy for Lady Vengeance". Su trabajo en "Ah-Ga-Ssi" es muy lírico, de un arrebatador romanticismo y de una calculada elegancia. Liderando, como director musical, un equipo de compositores a su cargo, algo muy habitual en la industria coreana, sorprende la cohesión de una obra en la que prima la belleza formal a partir de una heterogénea serie de poéticos temas de corte minimalista, en ese deseo, tan asiático, de abandonarse completamente a la magia de una armonía o a una sucesión de notas. Yeong-wook logra a partir de una terna de apasionados cortes, donde el invitado principal es la cuerda, que disfrutemos con intensidad del simple placer sensual que nos produce lo que oímos en un intento de eternizar ese estado, un deseo de hacer detenerse el tiempo en un momento de deleite como si sobre él se estableciera un larguísimo calderón para así atraparlo y conservarlo. Y a fe que la táctica da resultado. Uno acaba tarareando sus temas como si formaran parte de un recuerdo aparcado desde siempre en la memoria… ¿o en realidad se trata de un recuerdo más real con cosas de Zimmer, Iglesias, Richter...? Trivial digresión.
El faro de las orcas - Pascal Gaigne (cd editado por Quartet Records)
En "El faro de las orcas", asistimos a un episodio de la vida de Beto Bubas, el guarda de una reserva marina dedicada a las orcas: su encuentro con Lola, una española que se presenta en su inhóspito y solitario reino con Tristán, hijo autista que parece haber dado muestras de emoción al ver a Beto con las orcas en un programa televisivo de National Geographic. Gaigne, en el que quizás sea el mejor año de su carrera – pleno de madurez creativa -, ha completado varias obras de indudable peso (el thriller jazzístico “Plan de fuga” se estrenará finalmente a finales de abril de 2017) de entre las que destaca, este maravilloso título. De arrebatadora sensibilidad, serena y frágil, Gaigne centra la mirada en una sucesión de diálogos concertantes - fascinantes los que entablan piano y madera - como la cámara de Olivares retrata los de Beto y Lola, Beto y el paisaje, Beto y Tristán o Beto y las orcas. Bajo la omnipresente figura del personaje central, Gaigne construye un dúctil tema central que modela en función de todas esas necesidades. El tema es simplemente antológico: quebradizo, bello, nostálgico, profundo; pero toda la cohorte de motivos secundarios que le rodean así como el color de una orquesta que simula la calma del mar, la mirada de unas orcas que escuchan el drama humano sin juzgarlo, son de una elegancia y concreción admirables. Una de las obras más hermosas del año.
Geroy (Hero)- Eduard Artemyev (cd editado por Electroshock Records)
El actor ruso Yuriy Vasilev trata, en esta su segunda película como director, sobre la capacidad del amor inmortal para trascender cualquier época y situación alienante. Aquí la I Guerra Mundial convierte un amor incondicional en una división en bandos e ideas, dos familias rotas a través del tiempo que quedarán definitivamente unidas cien años más tarde y en brazos de otra generación. Eduard Artemyev demuestra su sólida formación orquestal - la otra pata de su ´doble vida´, junto a la experimentación electrónica que le hizo célebre en el cine de Tarkovski y en sus álbumes conceptuales - en esta pieza vintage en la que se apoya sobre una triple estructura temática, presente también en parte de la filmografía de su cineasta de referencia a lo largo de las últimas cuatro décadas, Nikita Mikhalkov. Por un lado, un tema de amor que recuerda el lirismo nostálgico de obras como "El barbero de Siberia" o "Quemado por el sol"; por otro, un glorioso vals de elegante formulismo que nos retrotrae a la etapa de "Unos días en la vida de Oblomov"; por último, un tema de créditos que evoca sensación de urgencia y fatalismo apoyado sobre un largo ostinato de cuerdas rítmico, evocadores acordes de trompeta y un discreto acompañamiento electrónico, ingredientes en su mayoría presentes en la comedia dramática "Autostop". El secreto es, a estas alturas, hacerlo parecer todo nuevo y único, reinventarse. Artemyev a punto de cumplir los 80 y viviendo una segunda juventud. Si no lo creen, documéntense con títulos recientes como "Doctor Zhivago", "12" o "Sunstroke".
I Am Not Madame Bovary - Du Wei (no editada en formato alguno)
"Yo no soy Madame Bovary" es la discutida cinta ganadora de la Concha de Oro en la última edición de Zinemaldia, una comedia satírica sobre el caprichoso poder del estado en China retratado a través de un encuadre reducido a un molesto ojo de buey, con el fin doble de contrastar el sencillo mundo del personaje protagonista frente al esquematismo cuadriculado de la burocracia del país y de recrear el formato tradicional de las pinturas chinas. Du Wei, la compositora asignada al proyecto ha rendido homenaje a la protagonista a través de sonoridades sencillas, con un tono gentil y lírico. Para ello emplea instrumentación autóctona - erhu, taiko, pipa -, y alterna una composición asociada a la ópera china tradicional, siguiendo los principios de su transición entre escenas, con un tratamiento musical más contemporáneo y actual, sin valerse nunca de gestos grandilocuentes. Wei ignora por completo las reglas de la comedia y centra la mirada en el drama kafkiano de su carácter central valiéndose de sutiles contrapuntos para añadir complejidad al mismo. Wei, que no es neófita en el campo de las bandas sonoras y que ha tenido trabajos tan destacados como "The Warrior and the Wolf ” y "A Dream of Red Mansions", irrumpió en la escena clásica una década atrás y es autora de una de las obras más importantes de la música de concierto china en esta década, la pieza para orquesta "The Last Gold of Expired Stars". Obra delicada y hermosa.
Kai Luo Xua Yuan (The Cairo Declaration) - Ye Xiaogang & Chad Cannon (cd editado por Movie Score Media)
Nacido en 1955, Ye Xiaogang es una de las voces más importantes de la música contemporánea de su país, con una obra de concierto donde prima el sonido occidentalizado, basado en una muy peculiar disposición de las líneas cantabiles y el volumen de la sonoridad, la pasión por los matices irisados y los contrastes, y por la superposición polifónica - todo ello sin perder el amor por la tradición a la que abraza abiertamente en obras como el Pipa Concerto o la Great Wall Symphony -. Chad Cannon es un joven compositor que tras su experiencia en el campo de la orquestación (como ejemplos, el "Godzilla" de Desplat o "El Hobbitt" de Shore) ha dado el salto al terreno compositivo suscitando la atención crítica. Juntos, firman uno de los mejores trabajos orquestales del año. A la vieja usanza, la escritura está llena de matices y el conjunto funciona claramente como una compilación de piezas programáticas sobre la II Guerra Mundial - el film narra el encuentro en 1943 entre los jefes de estado chino, americano y británico para el reparto del Pacífico -, cada una con un principio y fin, con una estructura cerrada y una muy rica armonía donde la mano de Ye se nota alargada. Presidida por esa gran variedad temática, la obra nunca pierde de vista la perspectiva dramática, funciona como un ejemplar totum revolutum sostenido sobre un color, con casuales guiños a la tradición musical asiática (taikos, shakuhachi), donde realmente sobresale el empleo de cobres y percusiones.
La La Land - Justin Hurwitz (cd editado por Universal Music Group)
Gran expectación la despertada por el último proyecto de Damian Chazelle tras la espléndida "Whiplash", con Ryan Gosling y Emma Stone a la cabeza del reparto. Sin duda, "La La Land", es la gran favorita para ganar el Oscar. Si un término puede definir a la perfección el trabajo de Hurwitz en este imprescindible musical es el de vitalidad. El compositor toma como referente al Legrand de las películas de Demy y consigue una muy hábil combinación de jazz rítmico, big band y orquesta romántica con un incontenible estilo danzabile al que resulta materialmente imposible resistirse. La gran habilidad de Hurwitz pasa por lograr que el resultado no caiga en el pastiche ni sea una mera réplica de un estilo – un modo de vida - al que pretende homenajear, sino un relevante fresco sonoro con personalidad propia. Frente a un variado material temático del que sobresale su flexible tema central (para Mia y Sebastian), que Hurwitz moldea entre modos mayores y menores, y una cohorte de estándares de jazz de enorme dinamismo, cuatro de los cinco números musicales suponen una energética apuesta llena de fantasía y vivacidad, aunque Hurwitz se ancla en exceso sobre la misma progresión de acordes en el desarrollo de todos ellos. Un trabajo deslumbrante, una postal de optimismo radiante, una hábil maniobra de evasión en los tiempos que corren.
La Tortue Rouge - Laurent Perez del Mar (cd editado por Quartet Records)
Una de las grandes sorpresas del año ha sido la irrupción del francés Laurent Perez del Mar, compositor con varios años de carrera ya a sus espaldas. Especialista en otras obras de animación tras sus trabajos en "Zarafa" y "Loulou", ganadora del César en 2014 en esa categoría, Laurent firma una partitura brillante que se mueve en una atmósfera tenue y volátil entre piezas orquestales con imponente acompañamiento de soprano - a cargo de Julia Wischniewski - y pasajes impresionistas con un empleo muy debussiano de la cuerda. No cabe duda que a ello contribuye la completa ausencia de diálogo en un filme donde el comentario musical ejerce de canalizador de la emoción desde la imagen al público, el único elemento que modela nuestra percepción del mismo. La técnica no resulta sencilla, ya que necesita de la búsqueda del ritmo musical adecuado que funcione en paralelo a la imagen y que ayude no sólo a darle fluidez, sino aire en las transiciones. El autor lo logra con la amplificación gradual de las emociones a partir de sutiles subidas de modo menor a mayor y la inclusión de pequeños momentos de clímax en las piezas para conseguir una modulación que mantenga expectante al espectador. Su gran habilidad reside en partir de una ambientación en calma y sacudirla mediante agitaciones orquestales en las que preside una elegante sobriedad formal. Laurent traduce la animación, da vida a su poética imagen, le da coherencia interna, potencia su movimiento, acompasa el balanceo de las olas. Y todo sin que se note un ápice.
(M)uchenik (The Student) - Ilya Demutsky (no editada en formato alguno)
Una de las sorpresas del último festival de Cannes, donde acaparó la atención de la crítica tras su proyección en la sección Un certain regard, (M)uchenik, cinta del director ruso Kirill Serebrennikov sobre un estudiante en plena crisis mística que está convencido que el mundo está en manos del mal y que sólo una lectura integrista de las escrituras será capaz de salvarnos, viene firmada en su apartado musical por Ilya Demutsky, una de las más firmes promesas del panorama soviético, compositor de tan sólo 33 años y ya con varios ballets compuestos para el Bolshoi en la mochila. Demutsky escribe una partitura árida e hipnótica que ha recibido hace menos de un mes el reconocimiento de la Academia del Cine Europeo con el premio al mejor score 2016. Compuesta íntegramente para cuerda, piano, percusión y arpa, la partitura se articula alrededor de un tema de cuatro notas en línea ascendente para violín, que a medida que el protagonista se desvincula del mundo que le rodea, adoptará un discurso más sombrío en viola y chelo. Sobre un ambiente profundamente insano, dominado por pizzicatos en la sección más grave de la cuerda, ostinatos melódicos y rítmicos que acompañan al protagonista en su particular encrucijada mística y arpegios al arpa empleados como frase contrastante, Demutsky no renuncia a una belleza fría expuesta por una cuerda que emerge sobre una estructura bitonal de doble capa proyectando hacia el subconsciente un colchón de notas tenidas atonales, deformantes, desafinadas, que circunstancialmente toman el control del discurso y acaban por sembrar un profundo desasosiego. Obra corta pero soberbia.
Spain in a Day - Alberto Iglesias (cd editado por Quartet Records)
Alberto Iglesias vuelve a dar muestras de su inagotable creatividad firmando uno de sus mejores trabajos. Curiosamente para un filme pequeño, un documental compilado y firmado por Isabel Coixet sobre historias cortas rodadas por los españoles un día concreto de sus vidas, un 24 de octubre. Obra tan apasionante como apasionada, Iglesias da muestra de una escritura tan sencilla y honesta como madura y elegante. Luminosa y colorista, de una gran elaboración en el plano horizontal da muestra de vocación estática en el vertical. No pretende engañar en su propuesta de fresco natural y vívido, seduciendo a través de su variado elenco de temas no encontrados al azar sino en la reflexiva mesa de un psicólogo de las notas. Aunque tiene algo de encanto calculado, resulta inevitable dejarse arrastrar por su panegírico guión de amplios optimismos evocados y leves recuerdos reprimidos. Una invitación a levantarse un día más y ¡vivir! Sin duda, Iglesias es uno de los que mejor representa hoy día en el cine los principios del genial Takemitsu. Como en sus obras, da rienda suelta a tanta libertad poética como coherencia estructural. Como el gran intérprete Kazuo Fukushima aseguraba: una sola nota tenida en una flauta es capaz de atravesar el mundo de las sombras y llegar al espíritu de los muertos. Alberto escribe con esos pensamientos y convierte la música en lo que es: un medio de trascendencia.
The Birth of a Nation - Henry Jackman (sólo en descarga digital, sello Atlantic Records)
He de confesarles cierto placer culpable con este compositor desde los comienzos de su carrera, incrustado en el inacabable e impersonal equipo de Hans Zimmer. Hay algo en sus progresiones rítmicas, en el uso del color y en las posibilidades de sus melodías que llevan a pensar que acabará por explotar con el proyecto adecuado. Reconozco que a día de hoy ha sido una causa perdida porque la mayor parte de su filmografía es un culto a la nada, el camino más corto hacia el éxito. Pero ese proyecto por fin ha llegado. "The Birth of a Nation" es, sin duda, su mejor trabajo a la fecha, el más personal. Mucho tiene que ver una película que se aleja bastante de los proyectos estereotipados a los que ha visto ligado su nombre en los últimos años, cercenada cualquier posibilidad de riesgo. Aquí el compositor británico lo cifra todo a la emoción, en un trabajo a caballo entre lo místico, lo arcaizante y lo étnico; una suerte de misa africana para orquesta, coro y percusión autóctona, donde se muestra tan comedido como efectivo, firmando uno de los grandes cortes musicales del año (On To Jerusalem). Con una escritura sencilla, Jackman decide dar el salto al otro lado del espejo demostrando que lo suyo también puede ser el efectismo dramático, la narración sosegada a partir de un vocabulario camerístico, la elegancia. Sólo se le echa en falta a este cóctel una brizna de complejidad, menos cobardía en los contrapuntos consonantes, algo más de mala baba. Pero el punto de partida es tan notable que con esmero y cuidado formal el acabado ralla el sobresaliente.
The Childhood of a Leader - Scott Walker (cd editado por 4AD)
¿Cómo definir la segunda incursión del polifacético Scott Walker - cantante, productor, músico y compositor - en el mundo del largometraje tras la ya lejana y ambigua "Pola X" de Leos Carax? ¡Una marcianada! Inédita aún en nuestro país, esta atroz crónica del surgimiento del fascismo - en la línea de "La cinta blanca" de Haneke - es un retrato ominoso de un mal emergente que glosa el ego aterrador de todos los dictadores del siglo XX a través de la figura de un adolescente americano que vive en Francia en 1918. Walker no esconde, en esta obra musical breve pero impactante, el perfil terrorífico del carácter central a través de un rotundo comentario centrado en cuerda y metal, con efectos insanos en las tesituras más grave de las primeras (chelos y contrabajos), empleadas también como improvisada percusión, y alienados staccatos en los segundos. Este retrato desasosegante de la maldad tiene un marcado sentido rítmico y presupone un acto de liberación de la propia creatividad. Y es que una vez alguien ha dejado atrás la senda de lo acostumbrado, e incluso de lo tolerado - su música ha recibido críticas, no positivas precisamente, por confrontarse meridianamente a la imagen -, asume una función que, en principio, no le interesaba lo más mínimo frente a sí mismo y frente a los demás, que pasan a observarle con recelo por cómo se aleja de ellos. Con esta obra desasosegante y a priori de limitados recursos, que se ve lastrada por su escaso desarrollo temático y por una endeble propuesta increíblemente simple, a Walker, creador de atmósferas imposibles, le importará un comino esas críticas cuando su carrera poco o nada debe al cine. Respiren hondo y suéltense la melena. Si lo hacen, el viaje junto a Walker se antoja, cuanto menos, provocador.
The Witch - Mark Korven (cd editado por Milan Records)
Compositor canadiense de amplio recorrido, Korven consigue en "The Witch" su trabajo más redondo y una de las obras más prominentes e hipnóticas de todo el 2016. Bajo el paraguas de una historia de terror que se desarrolla a finales del barroco temprano, 1630, Korven fija sus constantes musicales sobre las características centrales del período: la policoralidad, aquí a partir de una alternancia vocal de sus once miembros de coro; y la monodía acompañada, situando un instrumento como foco central del interés musical, en este caso y a tono con la comunidad rural epicentro del relato, el hurdy gurdy y la nyckelharpa, a los que arropa con chelo y un aterrador waterphone que funciona como contrapunto sobrenatural. La vuelta de tuerca de Korven reside en convertir una instrumentación que, si bien y a priori casi podría asociarse al período, emerge con un timbre y un desarrollo modal absolutamente avant-garde, generando una profunda perturbación a partir de una muy sofisticada orquestación minimalista. Si la instrumentación solista apela a posiciones humanistas, la formación coral se erige como el componente asociado a lo demoníaco, sin perder cierta evocación mística, para alcanzar una especie de negra semántica de lo etéreo. Sin duda, la gran aportación de Korven, hasta el punto de modelar tono de horror a este inclasificable thriller psicológico, se cifra en su asfixiante empleo de voces solistas superpuestas que declaman como si fueran instrumentos, una especie de gran piano de timbres vocales. Es como si Korven reactivara determinados aspectos del acervo lingüístico que pertenecen a la música desde tiempos remotos, mientras en paralelo disimulara esa tendencia a partir de elementos completamente distintivos que sirvieran de medidas contrarrestantes. Para que se hagan una idea, Ligeti vestido de Händel en una fiesta de disfraces.
30-diciembre-2016
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