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FIMUCITÉ 8: Bienvenidos al futuro Por Miguel Ángel Ordóñez |
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Determinado, sin excesivas prisas, a ir acrecentando su leyenda, FIMUCITÉ en su octava edición ha dado un sustancial paso al frente al lograr convocar en la isla no solo la presencia del mayor número de compositores desde su nacimiento en 2007 (Goldenthal, Paul Williams, García Abril, Loduca, Holdridge, Morris, Gaigne, Reyes, Ivars, Ortí), sino por atreverse con la programación del concierto sinfónico (como siempre, el gran rédito del festival) más complejo hasta la fecha, un comprometido espectáculo que contaba, entre otras viandas, con la aparatosa presencia de una mesa de mezclas en el escenario capaz de disparar una base rítmica de samplers y efectos dispares en tiempo real mientras la orquesta era dirigida con claqueta y precisión quirúrgica. Todo un reto que no traicionaba una de las constantes de estilo del festival en estos largos ocho años: la música por encima de la pasarela. El resultado estuvo por encima de las expectativas. Un lujazo disfrutar de estos alardes cuando están presididos por criterios tan claros como los de calidad y respeto al público.
El primero de sus conciertos grandes, el del viernes, se dedicó íntegramente a la música para la televisión, aprovechando su nueva edad de oro. Un concierto novedoso que, a priori, se presentaba como una perfecta mezcla de estilos musicales gracias a un ecléctico y bien estructurado repaso a parte de su historia, oferta por encima de otras consideraciones más tentadoras que tendieran a armarlo en función de una programación que sólo tuviera en cuenta los compositores invitados de turno. Condensar la historia musical de la televisión en dos horas resulta un ejercicio baladí y aunque se echaron en falta títulos de enjundia [algún Goldsmith (Masada, QBVIII) o un medley dedicado a los 60 con los trabajos de Williams para Allen, el Star Trek de Courage y Roddenberry, u otros hits instalados en la imaginería popular], lo programado resultó apetecible y representativo. Puestos a mirar con lupa, hubiera sobrado por importancia y espacio (¡esto no es Córdoba!) una intervención por cabeza de artistas invitados como Morris y Loduca (tuvieron a su cargo dos largas suites de su obra televisiva), lo que hubiera contribuido a aliviar el, a la postre, mayor hándicap del concierto: su larguísima duración final (por encima de las tres horas).
Como en los últimos tres años, los Premios de la Crítica Musical Cinematográfica, organizados por esta web y que agrupa a los 32 profesionales y docentes más importantes dedicados a la disciplina en España, abrían el concierto en el Adán Martín tinerfeño. Pascal Gaigne, compositor francés afincado en España desde hace 30 años, recogía el premio a mejor compositor nacional 2013. Indeciso por la complejidad y la "potencial" escasa conexión popular de su último y fantástico trabajo en Last Life of Lucifer, el francés eligió una obra más tonal, "La Chanson de Roland", para ilustrar la entrega de su premio. La suite sonó elegante y bien balanceada tras su tensa estructura en la que enfrenta metal y cuerda, pero no resultó representativa del Pascal valiente, intelectual y oscuro de la película de Rinnekangas por la que, esencialmente, había sido galardonado. El otro premiado, Víctor Reyes, presentó una suite del segundo movimiento de su espectacular "Grand Piano", mejor banda sonora para la crítica en el pasado 2013. Sophia Unsworth, pianista de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, mantuvo una confrontación de altura con la partitura resultando ganadora a los puntos gracias a algunos momentos de ejecución espectacular. En su globalidad la obra sonó modélica, a pesar de interpretarse sin percusiones (de todos es conocido el gusto de Reyes por controlarlas mediante el añadido de samplers). Sin duda, una de las triunfadoras de la noche.
La gala de la televisión se iniciaba con una breve retrospectiva a los 70 (Los Ángeles de Charlie) y los 80 (El Equipo A) bajo la dirección de un Lee Holdridge, fantástico toda la noche, sobrio y pleno de matices a la batuta. Tras ellos, el concierto se adentró en las melodías de corte épico de Al Este del Edén y Norte y Sur, y en el romanticismo cálido de El Pájaro Espino, lo que supuso la primera intervención de la flautista Sara Andon, intérprete de una tesitura interesante que, sin embargo, cae continuamente en el manierismo con sus excesivos y calculados gestos cómplices hacia el público. El tema central de Cuentos Asombrosos sonó deslavazado convirtiéndose en el único momento de la noche en el que Hooldridge no logró domeñar los metales y percusiones de la OST. Una bien resuelta suite de Isabel, de Federico Jusid, con los coros brillando a gran nivel, pasaba el testigo al homenaje centrado en la figura del turolense Antón García Abril, a quien la organización entregaba un premio FIMUCITÉ y cuyo nombre pasaba a asociarse al premio en adelante. Entrega emotiva en la que el maestro se mostró encantado con el cariñoso recibimiento que le tributó el público tinerfeño asistente al concierto. Con Diego Navarro a la batuta, la música de Antón nos recordó una formulación clásica de la composición: el don de la melodía, la sutileza de las formas, la elegancia de los contrapuntos, un curso al buen gusto. En especial, la suite en cuatro movimientos que preparó específicamente para este concierto dedicada a su trabajo para la serie El Hombre Y La Tierra; las cuatro estaciones representadas a través del lirismo (primavera), las formas scherzantes (verano), el impresionismo (otoño) y la gravedad tonal (invierno). La elección de las imágenes de acompañamiento no estuvieron a la altura desaprovechando la ilustración de una música muy gráfica y sugerente. Ese fue el preludio de sus reconocibles temas para Fortunata y Jacinta y Anillos de Oro, ambos estructurados sobre un tema y variaciones (en el segundo título, excesivo por su escasa progresión armónica) montados en forma de concierto para piano donde Unsworth volvió a rallar a gran altura. El tema central de la serie de Félix Rodríguez de la Fuente, brillante pero acelerado de más en algún compás, sirvió de colofón al cierre de la primera parte del concierto.
La segunda parte, por momentos más anodina, tuvo sus mejores bazas en su arranque con la magnífica interpretación del tema central de La Bella y la Bestia y la canción de Luz de Luna (brillante interpretación de Fran León), ambas a cargo de Holdridge. A partir de entonces, la sucesión de compositores invitados a dirigir no casó con la solemnidad de la noche porque convirtió el concierto en un vaivén de famosos que Tenerife, francamente, no necesita. Trevor Morris (Los Tudor y Los Borgia) y Joseph Loduca (Xena y Spartacus) estuvieron discretos, a la altura de unos trabajos populares en audiencia pero centrados en fórmulas musicales insustanciales. Dichas entradas contribuyeron a alargar un concierto por momentos interminable (la suite Sean Callery, o el aburrido pero efectista tema de John Lunn para Downton Abbey), pero la complicidad de Holdridge con la orquesta deparó aún grandes momentos como el tema de Hermanos de Sangre, con los metales a gran nivel, y la clausura con la hermosísima Fantasía para Flauta y Orquesta, basada en Las Nieblas de Avalon, que Hooldridge traía bajo el brazo y a la que Andon pretendió robar brillantez con sus numerosos cambios de atuendo.
La jornada final, el plato fuerte de esta octava edición, se centraba en un homenaje al 75 aniversario de Batman con un concierto titulado por la organización como "Sinfonía de Gotham". Como aperitivo, Paul Williams recibía un premio FIMUCITÉ y la organización nos regalaba, como sorpresa inesperada, una deliciosa canción de su magistral "Phantom of Paradise", en la que Fran León volvía a demostrar su tesitura vocal. Tras un arranque vintage centrado en la melodía televisiva compuesta para el personaje por Neal Hefti en 1966, la primera mitad de la obra lo formaban las dos primeras películas de la serie compuestas por Danny Elfman y la aportación de Shirley Walker a la película de animación de la Warner Batman: Mask of a Phantom (1993). A pesar de la decisión con la que el maestro Navarro acometió los pasajes de acción, en cortes tan ágilmente resueltos como "Clown Attack", la percepción general no fue del todo satisfactoria, básicamente porque las suites no parecían rematadas. El primer Batman excesivamente largo y con demasiados parones que diluían el efecto Elfman entre tema y tema; el segundo (Batman Returns) despachado con poco mimo y centrado en el uso de coros, que por otro lado, estuvieron poco brillantes durante la sesión, apagados y con una tesitura demasiado corta. La suite dedicada a Walker sonó ágil pero la selección de temas volvía a carecer de empaque. Aunque poco podía reprochársele a la ejecución, a la noche parecía faltarle alma.
Qué equivocados estábamos todos, Diego y su equipo se había reservado lo mejor del festival tras el descanso. La suite especialmente ensamblada por Elliot Goldenthal de sus Batman Forever y Batman and Robin para esta Sinfonía, valían su precio en oro. Consciente del espacio y del reto, Navarro impulsó a su orquesta a niveles espléndidos en el "Fledermasusmarschmusik" mientras el metal resaltaba las virguerías de la composición poniendo toda la carne en el asador en las escenas de persecución. Lástima de cierta lentitud y falta de sensualidad en el tango dedicado a Dos Caras, pero pronto el "Gotham City Boogie" volvió a poner las cosas en su sitio. Las últimas piezas, aceleradas y de una dificultad rítmica endiablada fueron coser y cantar para una OST muy inspirada. La coda final hizo tronar una de las ovaciones más prolongadas y sentidas que uno recuerda de todos estos años en FIMUCITÉ, saludando el público en pié al compositor. El postre no lo esperaba nadie. Ni el más pintado podía hacerse una idea de lo que serían los treinta minutos finales dedicados a ese Caballero Oscuro reflexionado por las enfermizas mentes de Zimmer y Newton Howard. Musicalmente qué les voy a contar. Zimmer es lo que es, un lince y un visionario. Mantener todo un concierto sobre un acorde en re menor y que la platea no se inmute está al alcance de muy pocos. El traje del emperador. Zimmer es el Ferrán Adriá de la música cinematográfica. Su música molecular, sus tortillas de patata a precio de Beluga vienen a digerirse a través del disfraz y la representación. Y a fe que a eso asistimos los que abarrotamos el Adán Martín. Una mesa disparando samplers (aprobados por el propio Zimmer) en tiempo real, con teclados y programaciones a cargo de Ciprian Costin, chelo eléctrico poseído por el erotismo descontrolado de Tina Guo y el amaneramiento corporal de la cantante mongola Uyanga, formaban ese disfraz. Lograron hipnotizar a la audiencia con su interpretación. Aquello tenía más de show que de concierto, pero lo difícil era no levantarse del asiento y admirar la puesta en escena. La empatía del conjunto podía con cualquier consideración racional. La cosa resultó inenarrable, de una química feroz. Vulgarmente, acojonante. El Adán Martín decidió abrir sus ventanas y barrer de un plumazo su apolillado arsenal clásico. Ya nada será igual. Welcome to the future.
5-agosto-2014
Pascal Gaigne recoge su Premio de la Crítica a mejor compositor 2013
Víctor Reyes, triunfador de la crítica por su "Grand Piano", recibe el premio en FIMUCITÉ
Diego Navarro dirigiendo la suite "Grand Piano"
Lee Hooldridge saluda al público tras la interpretación de "El Equipo A"
"Fortunata y Jacinta", una de las obras elegidas para homenajear a Antón García Abril
El maestro García Abril, emocionado, recoge el premio FIMUCITÉ
Un momento brillante del concierto con Fran León cantando el tema central de "Luz de Luna"
Trevor Morris dirigiendo la OST en el concierto dedicado a la televisión
Joseph Loduca recoge la cariñosa ovación del Adán Martín
Sara Andon tras su interpretación de la Fantasía para Flauta y Orquesta basada en "Las Nieblas de Avalon"
Diego Navarro al frente de la OST durante un pasaje de la Sinfonía de Gotham
Goldenthal se llevó una de las grandes ovaciones de la noche
Ciprian Costin inicia la suite del Caballero Oscuro disparando samplers con un movimiento de su ipad
Guo y Uyanga despliegan toda su gestualidad durante el tema de Bane
El erotismo de Tina Guo no dejó indiferente al público del auditorio tinerfeño
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