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Soncinemad: Conferencia Christopher Young Por David Rubiales |
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Tres aeropuertos, dos aviones, una escala en Londres y quince horas de vuelo mediante, no son capaces de hacer mella en el extraordinario carácter de Christopher Young. En su primera visita a España, el compositor nos obsequió como tarjeta de presentación, a los que tuvimos el privilegio de recibirle en el aeropuerto, con una sonrisa y un efusivo abrazo lleno de vitalidad. En su vocabulario no existen los términos “cansancio” o “extraño”, como podrán atestiguar todos los que se hallan acercado a él durante los seis días que duró su estancia en nuestro país, y por el contrario si brillan con letras de oro las palabras “humildad”, “cordialidad”, “generosidad” y “humanidad”.
Continuando con el juego semántico, otra de las palabras que no podría faltar en una hipotética descripción de la arrolladora personalidad de Christopher Young es “carisma”. Y es que, precisamente eso, es lo que derrochó el compositor en la Master Class de una hora que impartió la mañana del viernes 31 de junio para todos los congresistas participantes en Soncinemad´06.
Haciendo patente su dilatada experiencia en el campo de la enseñanza, no en vano sigue siendo profesor en la Universidad del Sur de California (UCLA) y ha tenido entre sus alumnos a compositores como James Dooley, otro de los invitados a Soncinemad; Young exhibe las tablas adquiridas durante años en las aulas para enfrentarse a un auditorio repleto de personas que escudriñan cada gesto y cada palabra que sale de su boca, desenvolviéndose como pez en el agua ante tal entregada audiencia como si de un auténtico showman televisivo se tratase.
Para comenzar, y poniendo en antecedentes a todos los reunidos allí, Young empezó su exposición viajando mentalmente en el tiempo hasta el momento en el que tomó conciencia de su interés por la música, y más concretamente por el jazz. Y es qué, tal y como relató él mismo, ese incipiente adolescente bebía los vientos por la música de Miles Davis y Duke Ellington hasta el punto de atreverse a tocar la batería en una banda de jazz.
Como amante del séptimo arte y compulsivo e insaciable consumidor de música, y así lo atestigua la enorme colección de LPs y CDs que aún hoy posee y que va ampliando, a Young le resultaba inevitable el hecho de que, tarde o temprano, su curiosidad se centrara en esa música que servía de trasfondo a las imágenes que veía en las pantallas de los cines.
Dramatizando la frase “Y entonces... Oohh, Música de Cine” , como si de un actor se tratase, el compositor intentaba trasladarnos parte de las sensaciones que experimento, y las posibilidades que se abrieron ante él, en el mismo instante en el que termino de escuchar por primera vez un LP recopilatorio de Bernard Herrmann que unas horas antes había adquirido en una pequeña tienda de discos de Nueva York.
Ávido, desde ese momento, por conocer más sobre la música de cine, Young nos habló de la obsesiva búsqueda que mantuvo por encontrar material que le ayudase a, por lo menos, comprender los rudimentos básicos que regían la composición de música cinematográfica. Tal y cómo afirmó, le fue de gran ayuda un ensayo escrito por Tony Thomas titulado “Music for the Theatres” que, aún hoy, recomienda como lectura imprescindible.
Llegados a ese punto, el compositor pronunció una frase de enorme significado que enseguida fue comprendida por todos los asistentes y que resume el origen de la pasión que nos mueve a todos por la música en general, y en particular por la música cinematográfica: “La música es como una droga, una vez que estás enganchado jamás podrás dejarla”.
Sin tiempo para la reflexión, Young elevó una pregunta entre los asistentes: “¿Hay algún compositor en la sala?”.
Obteniendo bastantes respuestas positivas, el compositor expresó sus deseos y esperanzas de que todos tuvieran la fortuna suficiente como para dedicar su vida a ello. Aún así, repitió en dos ocasiones, si uno fracasa: “¡No hay que desfallecer! Recordad que con amor y dedicación todo sucede”.
Hilando temas con gran astucia, el comentario anterior le sirvió de perfecta excusa para revivir algunos de sus primeros pasos en la música de cine y en especial su relación, como alumno y profesor respectivamente, con el gran David Raksin.
“Recuerdo perfectamente mi primera gran desilusión cuando, estudiando composición con él, le presenté la primera pieza que componía. ¡No le gustó nada! Aún así, Raksin me animo a trabajar duro. Al tercer intento, y después de matarme a trabajar, me dijo que lo había conseguido y me felicitó”.
Según Young, tan importante es, para dedicarse a esta profesión, poseer una buena predisposición hacia el trabajo duro como: “Tener la capacidad para componer rápido, algo que se demanda mucho en Hollywood, y saber venderse bien”.
En un ejercicio de simplificación, Young enumeró para los asistentes los tres requisitos que, a su juicio, son cruciales para ser un buen compositor: “El primero es conseguir el trabajo. El segundo punto es escribir la música. Por último sólo queda grabarla. Si uno quiere sobrevivir en este negocio tiene que ser bueno en dos de los tres puntos. Los mejores son buenos en los tres”.
Retornando de nuevo sobre la capacidad de un compositor para saber vender bien su trabajo, el compositor recordó lo que le dijo su agente en cierta ocasión y como aplicó su consejo para conseguir trabajo: “Mi agente me decía que hiciera las entrevistas con el director como Alan Silvestri ó Bill Conti. Al poco tiempo me surgió una con Norman Jewison para componer una banda sonora a la que le optábamos varios compositores. En la entrevista le dije a Jewison que lo único que podía asegurarle es que daría el 150% de mi mismo. Al final conseguí el trabajo”.
Aún así, y a tenor de lo escuchado en la anterior ponencia, donde todos pudimos oír por primera vez un fragmento de la partitura de Roque Baños para “Alatriste” y que el compositor norteamericano no dudó en elogiar, Young aseguró que la importancia del compositor dentro de la producción había variado mucho desde aquellos tiempos: “La melodía a dejado de tener la importancia que tenía antes en los EE.UU. En estos momentos es más importante el diseño de sonido. Ahora, más que nunca, la música de cine tiene que ser directa y concisa para que se entienda a la primera”.
Sin más preámbulos, el compositor procedió a hablarnos de su obra empezando por los dos temas que tuvo que componer para “Spiderman 2”.
Explicándonos como entró en el proyecto, Young comentó que: “Raimi y Elfman tenían problemas entre ellos. Por lo visto Danny había compuesto la música a su antojo y cuando hubo de presentarla a Raimi, algunas partes no le gustaron nada al director. Como yo ya conocía a Raimi porque había trabajado con él en “The Gift”, que me había pasado a su vez Elfman, éste me llamó para que me incorporara a la película”.
“En veinticuatro horas tuve que hacer una maqueta de ambos temas para presentársela a Raimi”. Subrayando la importancia que resulta que el director esté presente en las sesiones de grabación añadió: “Cuatro días después ambas piezas estaban terminadas. Aunque posteriormente hubo que hacer cambios rápidos mientras se realizaba la grabación”.
Después de unos minutos en los que pudimos disfrutar en las pantallas de la sala de la famosa escena del tren, sin diálogos ni efectos de sonido, a la que el compositor tuvo que poner música, Young nos habló de cuál fue la exigencia previa del director respecto a la pieza: “La escena duraba cuatro minutos y lo que me pedía Raimi era que añadiera, in crescendo, todo el frenetismo que pudiera. Como es lógico tuve que utilizar los temas de Spiderman y Octopus compuestos por Elfman, al igual que haré en la tercera parte de la saga”.
Acto seguido, y en auténtica primicia, el compositor nos presentó la secuencia y el tema de los títulos principales de su nuevo trabajo titulado “Ghost Rider”, advirtiéndonos que: “No he podido asistir a las mezclas, así que las voy a oír por primera vez aquí”.
“El director fue muy específico cuando me pidió que la música sonara como la de un western pero añadiéndole un toque industrial. Para ello utilicé un coro, seis trompas, muchísima percusión y el guitarrista y batería de dos grupos heavy”.
Después de visualizar la escena, toda la sala ovacionó a Christopher Young mientras éste subía otra vez al escenario, de un par de saltos, dando gracias y dispuesto a hablarnos de su trabajo para la película “Bless the Child”.
Los primeros recuerdos sobre su colaboración en esta película de corte fantaterrorífico, y dirigida por Chuck Russell, fueron dirigidos hacia la orquesta: ”Recuerdo que grabé la música en Londres con la magnífica London Metropolitan Orchestra. Personalmente es uno de los momentos de los que más orgulloso me siento de toda mi carrera”.
Sin ningún tipo de reparo, y después de haber visto la proyección de los títulos finales junto con el tema “Lux Aeterna”, Christopher Young admitió que: “Para el tema final con los coros en latín me inspiré en la “Sinfonía de los Salmos” de Stravinsky”. En otro habitual arranque de sinceridad el compositor añadió que: “El argumento de la película siempre me ha parecido una tontería. Aún así, el mensaje que quise transmitir con la música quedo claro, al final Dios era el ganador”.
Con el tiempo ya agotado, para tristeza de los presentes, la Master Class llego a su fin cuando toda la sala le brindo al compositor un caluroso aplauso mientras éste, arrodillado en el escenario, realizaba reverencias hacia el público.
El resto de los días que duró la estancia de Christopher Young en España fueron una extensión de lo vivido junto a él hasta ese instante. Como hombre afable, educado y cercano, el compositor no dudó en ningún momento en relacionarse y acceder a cualquier petición que los numerosos aficionados le solicitaban dejándonos a todos en la memoria un grandísimo recuerdo de su paso por nuestro país, especialmente aquél que se produjo durante la firma de discos del sábado donde se emocionó y rompió a llorar gracias a las continuas muestras de cariño de las que era objeto, evidenciando que el talento no tiene porque estar reñido con la calidad humana.
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