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Ennio Morricone: Érase una vez un género... Por Luis Miguel Carmona |
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1. Introducción
Que Morricone sea el compositor más innovador de la música de cine, que lo es, no es solo debido a su innegable (e inagotable) talento, sino también porque tuvo el privilegio y la suerte de estar en el lugar oportuno en el momento preciso. Se incorporó al cine en 1961 con la comedia El federal, y tuvo la fortuna de ser el máximo exponente musical del gran cine italiano que se rodó durante los años 60 y 70, donde el promedio de producción es, con toda seguridad, el más elevado que se pueda encontrar en cualquier cinematografía del mundo (con excepción de la hindú, naturalmente). Los miles de títulos que se hicieron en estas dos convulsas décadas permitieron a Morricone abrir nuevos caminos musicales en géneros que nacieron, se multiplicaron y murieron en Italia: “spaghetti western”, “giallo”, “problemática político/social”, “cine erótico”, “policíaco”, “cine religioso” y “romanticismo”. Siete géneros que pueden resumir, o intentarlo al menos, la capacidad de innovación que ha conseguido el compositor italiano, que ha marcado un hito en la historia de la música del siglo XX.
Desde hace años, Ennio Morricone cumple como un espartano en los tiempos de Leonidas: se levanta a las cinco de la mañana, comienza a escribir partituras a las ocho, y así permanece todo el día encerrado en el estudio de su mansión romana. Es el músico de cine que más bandas sonoras ha firmado más de 400 (¡con épocas en las que escribía más de veinte partituras al mes!) y de quien existe un número mayor de discos y compactos en el mundo. A pesar de ser defenestrado por muchos puristas, ni siquiera estos pueden negarle su capacidad para aunar cantidad y calidad.
Representa muchos descubrimientos, en la música en general y en la de cine en particular, logrando una inusitada popularidad (y mucha envidia) que le ha hecho ganar 26 discos de oro, cinco de platino y un Grammy (Los intocables), además de numerosos premios cinematográficos por todo el mundo: cinco nominaciones al Oscar (Días del cielo, La misión, Los intocables, Bugsy, Malena), dos Globos de Oro (La misión y La leyenda del pianista del océano), seis David de Donatello (Están todos bien, Gli occhiali d´oro, Cinema Paradiso, Jona che visse nella balena, La leyenda del pianista del océano y Canone inverso), cinco Nastri d´Argento (Por un puñado de dólares, Supongamos que una noche cenando..., Sacco y Vanzetti, Érase una vez en América, Los intocables y Malena), y cuatro premios Bafta (Érase una vez en América, La misión, Los intocables y Cinema Paradiso). Además, en 1992 le es concedida la Medalla de las Artes y las Letras en Francia; en 1994 sus compañeros de profesión le ofrecen su reconocimiento en una cena ofrecida por la Sociedad para la Preservación de la Música de Cine; y en 1995 recibe el título de Comendador de la Orden al Mérito de la República Italiana, el premio Nino Rota (instaurado ese mismo año por la discográfica CAM y la revista Variety) y el León de Oro del Festival de Venecia a toda su carrera
Morricone, como le sucede al otro gran compositor italiano de música cinematográfica, Nino Rota, siempre quiso ser un músico clásico, sobre todo influenciado por su maestro en composición Goffredo Petrassi, con quien se gradúa en 1954 y a quien tres años después homenajea con el “Concierto dedicado a Goffredo Petrassi”, sin embargo la escasa relevancia que se otorgaba a este tipo de música le hizo ganarse la vida en otro tipo de ambientes sonoros.
Así, comienza su carrera como arreglista musical, actividad que quiso mantener en secreto, transformando dicho concepto por el de “autor” al incorporar nuevos sonidos que son la base tanto de la música moderna actual como de su único e incomparable estilo repleto de pizzicatos, scherzos y ritmos sincopados, envueltos en un gran concepto melódico, un inusitado dominio de la orquestación sinfónica, y una impresionante capacidad para crear diferentes tipos de música.
2. El spaghetti western
En 1964 colabora por primera vez con el director Sergio Leone, quien había sido su compañero en la escuela, con Por un puñado de dólares, película que inicia un brillante estilo en el cine del oeste conocido como “spaghetti” o western a la europea, consistente en pistoleros mugrientos, poblados construidos en Almería, primeros planos, continua utilización del “zoom” y argumentos centrados en la venganza.
Sobre la base de marchas, sonidos reciclados de objetos cotidianos, silbidos, armónica y guitarra, Morricone reinventa y actualiza esta música en posteriores films del mismo Leone (La muerte tenía un precio, El bueno, el feo y el malo, Agáchate maldito, y Hasta que llegó su hora), Sergio Corbucci (Los compañeros, Los despiadados, ¿Qué nos importa la revolución?, Los hijos del día y de la noche, Salario para matar, y Joe el implacable), y Sergio Sollima (El halcón y la presa y Cara a cara). Entre sus colaboradores musicales más notables para estos ambientes hay que citar la guitarra y silbidos del maestro Alessandro Alessandroni y su orquesta, y la harmónica melancólica de Franco De Gemini.
Una vez agotado el filón del “spaghetti” (del que en ocho años se llegaron a rodar en Italia y España casi 500 títulos), en 1973 surge un sub género basado en la auto parodia, cuyos actores referenciales son Terence Hill, Tomas Milian y Bud Spencer, y en cuya estructura musical de nuevo aparece Morricone como el maestro que marca el camino a posteriores compositores. Así, con marchas burlescas y líricos temas de amor, se constituyen las partituras de Mi nombre es ninguno y El genio (ambas con Terence Hill), Ya le llaman Providencia y su secuela El bruto, el listo y el capitán (cuyo protagonista era Milian) y Dos granujas en el oeste (película de 1980 y última incursión del músico en el oeste, con Bud Spencer haciendo el ganso).
3. El giallo
En 1958, Morricone acude en calidad de oyente a un seminario que ofrece en Roma el vanguardista músico de jazz norteamericano John Cage. Queda fascinado por la capacidad de improvisación de Cage, y sigue sus pasos en cuanto a la composición de algunas piezas clásicas y de jazz que no tienen la resonancia deseada. En 1965, Morricone se une al “Gruppo Internazionale di Improvvisazione” perteneciente a la “Asociación Nuova Consonanza”, dirigido por Franco Evangelisti, y cuya principal misión era crear música a base de toda clase de instrumentos, experimentando nuevos sonidos disonantes. Con esta formación, Morricone arriesga notas únicas en otro nuevo género que acababa de surgir, “el giallo” o “terror a la italiana”. El género comienza a tener bastante resonancia internacional a finales de los 60 debido a sus excesos de sangre, ambientes tenebrosos, latente sensualidad y finales sorprendentes. El liderazgo de este cine llega de la mano de Dario Argento, con quien Morricone trabaja en los clásicos El pájaro de las plumas de cristal, Cuatro moscas sobre terciopelo gris y El gato de las nueve colas, donde fusiona melodías malsanas en forma de nana infantil, sonidos atonales y utilización imprevisible de toda clase de recursos guturales.
El acontecimiento musical de estos films le haría participar en otros trabajos similares, todos ellos fuera de cualquier especulación musical, como Los fríos ojos del miedo (donde la utilización del “Gruppo Internazionale di Improvvisazione” resulta tan desesperante como alucinógena), Sumario sangriento de la pequeña Estefanía, La tarántula del vientre negro, ¿Quién la ha visto morir?, Días de angustia y ¿Qué habéis hecho con Solange?.
4. Problemática política / social
A comienzos de los 70 Italia se mantenía continuamente en vilo con atentados de las Brigadas Rojas, acciones de la Mafia y galopante corrupción política y judicial. Sin embargo, su cine está en su mejor momento, y, además, tiene la fortuna de encontrar a un grupo de arriesgados directores que buscaban hacer un cine comprometido social, política y culturalmente. Morricone coincide con ellos tanto en las ideas políticas de izquierda como en su visión creativa acerca de la idónea fusión entre imagen y sonido.
Así, son sobresalientes sus partituras junto a Elio Petri, director que pregonaba el fin del Estado en Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, La clase obrera va al paraíso y El amargo deseo de la propiedad (donde logra una música provocadora, con la utilización de la voz humana como único instrumento); Bernardo Bertolucci o la destrucción de clases sociales en Antes de la revolución, Novecento (según palabras del director: “es la música del corazón campesino”) y Tragedia de un hombre ridículo; Mauro Bolognini, especialista en la decadencia burguesa con Metello, Absoluto naturale y La herencia Ferramonti (una de sus partituras más líricas); Gillo Pontecorvo, radical en sus planteamientos de la conciencia revolucionaria en La batalla de Argel, Queimada (Morricone convierte la marcha “Aboliçao” en uno de sus himnos más reconocibles) y Operación Ogro; Pier Paolo Passolini o sus cuentos tortuosos de Teorema (donde se mezcla música original con piezas de Mozart), Las mil y una noche y Salo o los 120 días de Sodoma; y Giuliano Montaldo o las revisiones históricas de Sacco e Vanzetti (en la que interpreta canciones de Morricone una célebre liberal como Joan Baez), Giordano Bruno y la serie de televisión Marco Polo.
5. Cine erótico
Con la supresión de la censura, a finales de los 60, el cine italiano encuentra un inagotable filón en el erotismo, promoviendo una serie de sagas sexuales de lo más variopintas en las que, por supuesto, de nuevo la música de Morricone se convertiría en un elemento fundamental para el género. El compositor utiliza una concepción melódica inusual, centrada en una sexy voz femenina a la que acompañan melodías tiernas y complacientes que logran una inmediata relación con el erotismo y una subida de la libido en su primera audición. Para ello hay que citar como imprescindible a la vocalista Edda Dell´Orso, de quien el compositor se hace asiduo (todavía hoy en día sigue contando con ella en sus scores) al incorporar su portentosa garganta en toda clase de sensuales experimentos musicales como Maddalena, Supongamos que una noche cenando..., Scucci facciamo l´amore, Cuando el amor es sólo sexo (con un sorprendente uso de los jadeos para estructurar una buena parte de la banda sonora) y Veruschka.
Aunque, sin duda, sus obras maestras en cuanto al erotismo se refiere son sus dos títulos de 1974: la romántica Los amores prohibidos de una adolescente, y la original El trío infernal, ésta última con un irónico homenaje a Mozart en el único e irrepetible tema “Réquiem por el ácido sulfúrico”.
6. Policíaco
Convertido ya en un imparable mito de la música de cine, con un ritmo de trabajo inusitado que le lleva a componer una banda sonora al mes durante toda la década de los 70, su talento es requerido en otras producciones, siendo especialmente brillantes sus acercamientos al cine policíaco en Francia y Estados Unidos.
En Francia, el director Henri Verneuil cuenta con él para sus thrillers políticos El serpiente y Yo como Ícaro, concebidos en base a tranquilos y pegadizos temas centrales; mientras que cuando interviene en películas del actor Jean Paul Belmondo utiliza unos ritmos más modernos (El marginal, El profesional).
Por su parte, en Italia consolida un novedoso e identificable estilo centrado en una minimalista percusión que repite los mismos sonidos casi hasta la extenuación, siendo algunos ejemplos Ciudad violenta, El caso está cerrado: ¡olvídelo!, Sin móvil aparente, Jaque mate siciliano y Víctimas del terrorismo.
Para sus incursiones policíacas en Estados Unidos durante los 80, lo que hace es reorganizar su percusión italiana, mejorar la melodía, y ofrecer un trabajo más compacto en la utilización de la orquesta sinfónica, como demuestran sus excelentes y reputados trabajos para Los intocables, El clan de los irlandeses y En la línea de fuego.
7. Cine Religioso
La música sacra ha sido una de las constantes en la carrera de Morricone. Gran conocedor de este tipo de género musical, en su faceta clásica ha elaborado distintas composiciones sobre ello, algo a lo que tampoco ha sido ajeno en el cine.
Durante los 60 y 70 elabora sus temas sobre coros de voces blancas (como los de Renata Cortiglione en Grazie Zia), y predominio de cánticos de referencias clásicas religiosas (su “Exultate Deo” en El Greco), y voz solista (la de Gianna Spagnolo en la serie de televisión Moisés).
Sin embargo, su gran logro de la música religiosa lo conseguiría con La misión (1986), impactando al mundo musical al fusionar espiritualidad y comercio, en una de las bandas sonoras más vendidas del mundo, utilizando a la orquesta sinfónica como acompañamiento ideal de instrumentación étnica (principalmente las flautas de pan).
Nunca descolgado de este estilo musical, ha vuelto a utilizarlo últimamente en sus series de televisión sobre históricos referentes eclesiásticos: Il quarto Re, Padre Pio: tra cielo e terra e Il papa buono.
8. Romanticismo
Sin duda, la faceta más alabada del músico es la de autor lírico y romántico, donde ha ofrecido ensoñadoras piezas repletas de sensibilidad y armonía, fieles deudoras del más genuino “estilo Morricone” y que se encuentran entre los temas más bellos, apasionados y sugerentes de toda la historia de la música del cine.
En una primera etapa podemos citar títulos italianos con la orquesta dirigida por Bruno Nicolai, otro de sus más fieles discípulos: Per amore, Un bellísimo noviembre, De amor se muere, La gran burguesía, Amor anónimo y Libera, amore mio; mientras, a finales de los 70, comienza a colaborar con el cine americano ofreciendo una mayor capacidad orquestal en largometrajes del estilo Días del cielo, Lazos de sangre y La marca de la mariposa.
El camino a la perfección técnica y formal, con dominio fascinante de la intensidad de la orquesta de cuerdas, acabaría obteniéndolo en 1988 con sus partituras de Cinema Paradiso y La fuerza del destino, dos de los mejores scores de todos los tiempos. A partir de estos momentos, Ennio Morricone dosifica con más calma sus colaboraciones en el cine, con memorables acercamientos románticos para películas con Warren Beatty (Bugsy, Un asunto de amor), producciones españolas (Átame –su colaboración con Almodóvar, con quien nunca se entendió-, La luz prodigiosa, con una canción de Dulce Pontes, su última musa), series de televisión (Musashi, Nana), rodajes americanos (Lolita, Lobo), y colaboraciones con Giuseppe Tornatore (las hermosas La leyenda del pianista del océano, El hombre de las estrellas o Malena).
Son siete géneros que intentan resumir una de las trayectorias más importantes e impresionantes de un autor que, sorprendentemente, nunca se ha encontrado cómodo dentro de la música de cine. Un hecho curioso para una de sus firmas fundamentales, al igual que sucede con otros nombres de oro (Rozsa, Korgnold, Rota o Herrmann). Como ellos, Morricone comparte Olimpo porque, sin ninguna duda, el autor de “On Earth as It Is in Heaven”, ha contribuido a hacer de la composición cinematográfica un complemento perfecto para las imágenes que acompaña y un arte para los melómanos. Además, claro, de un negocio para las compañías discográficas, y una tortura económica para los más fanáticos coleccionistas. Pero a Morricone se le perdona todo... salvo la partitura de La cosa, claro.
15-abril-2005
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