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Estrenos Tercer Trimestre: Jul-Sep 2006 Por Miguel Ángel Ordóñez |
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| House of D (Delitos menores) 2004 Zanelli, Geoff
Debut en la dirección del actor David Duchovny (anteriormente había dirigido algunos episodios de la serie televisiva que, para bien o para mal, marcaría su carrera, “Expediente X”) con una historia algo pretenciosa sobre los recuerdos de la difícil adolescencia de un padre en plena crisis existencial. Tommy Warshaw (Antón Yelchin-David Duchovny) echa la vista atrás sobre un secreto que ha guardado y cree necesario revelar a su familia: su infancia. Marcado por una madre con tendencias suicidas, Tommy repasa su juventud cuando a la edad de 13 años ve desmoronarse el mundo a su alrededor. Su interés por las chicas, su amistad con un deficiente mental de 41 años (el siempre pasado de rosca Robin Williams) y la extraña relación con la presa de una cárcel en pleno Greenwich Village, son el eje que acaba por desencadenar acontecimientos inesperados que influirán de manera decisiva en su vida. Desde luego, Duchovny no descubre nada nuevo con un film que se muestra meditabundo y deliberadamente detallista. Es en esos puntos donde el actor logra sacar el mejor partido a la cinta, aunque ciertos giros argumentales no sean del todo creíbles. Cierto esquematismo en personajes secundarios (especialmente desaprovechado el de Frank Langella) y una artificiosa pretenciosidad funcionan en contra de los intereses de una historia entretenida que se deja ver sin excesiva emoción, con interés pero sin complicidad.
Integrante del lobby mas influyente de la música cinematográfica actual (Remote Control, ex Mediaventures), Geoff Zanelli acomete uno de sus primeros encargos en solitario. Tras compartir cartel con el minimalista Phillip Glass en la interesante pero algo plana “La ventana secreta”, Zanelli se enfrenta a una historia supuestamente emocional en la que parece nunca sentirse a gusto. Alejado de las alharacas y ruidos de sus colaboraciones en filmes como “Piratas del Caribe”, “Catwoman” o “Shark tale”, el californiano apuesta por un híbrido musical carente por completo de dramatismo. Trasladada la historia a 1973, Zanelli hace acto de aparición con una música pop-rock que en ningún momento subraya la acción, mostrándose interesada sólo en recrear el ambiente de una época determinada y precisa: los 70. El órgano Hammond, las guitarras eléctricas (la base principal de su desmotivado tema de amor) o el vibráfono son los elementos sobre los que Zanelli asienta su lectura de la trama. Impreciso, preocupado por no desentonar en el universo de canciones que aparecen en el filme, la cuerda se reserva para el personaje de la madre. Para ésta, Zanelli crea una íntima melodía para violines de tono etéreo, mientras el personaje de Papass (Williams) posee un rudimentario motivo para guitarra y chelo, subrayando así la tristeza de los personajes que rodean a Tommy, la situación de desamparo en la que se encuentran, la dependencia emocional que sienten por un chaval de 13 años, que ha de convertirse en la guía forzada de sus vidas. Demasiado convencional para seguirse con un mínimo interés.
Fecha de estreno: 07-Jul-2006
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| Domino (Domino) 2006 Gregson Williams, Harry
Déjenme que antes que nada haga una total declaración de intenciones: Odio el cine de Tony Scott, tan amanerado, superficial y tramposo como un programa de Arguiñano en mitad de un suburbio en Calcuta. Director extravagante, excesivo, que otorga mayor poder a la estética que al contenido, siempre me ha parecido un falso trasgresor, un Mesías muy pijo que va de macarra (por supuesto que hablamos en términos cinematográficos). No contento con el tostón insoportable que nos regaló con su anterior filme “Man on fire” donde se le fue la mano con los efectos de postproducción, “Domino” es el típico producto que encantará a los postmodernos, a los adoradores de lo excesivo, a aquellos que sacrifican el fondo por la forma. Basada libremente en un hecho real, Domino Harvey (hija del actor Laurence Harvey) es una niña bien que tira su carrera de modelo y se introduce en el mundo de los caza recompensas, una malcriada que toma la vida a cara o cruz, rebelde e inconformista. Una mujer que Tony Scott conoció cuando ésta tenía 20 años y con la que ejerció de padre. Su vida de excesos ha desembocado en una muerte prematura, hace pocas fechas, a los 35 años en circunstancias misteriosas. Sin referencias a este trágico final, Scott monta una trama surrealista que gira alrededor del robo de un banco, la costosa operación de una niña sin recursos, la implicación de la mafia, el mundo de los casinos, el FBI, Las Vegas, los protas de “Sensación de vivir” y, por supuesto, la violencia. Con sus excesos, la película resulta entretenida por la tendencia del guión (firmado por Richard Nelly, el de “Donnie Darko”) hacia la comedia negra. La sensación final pasa porque uno no se tome demasiado en serio lo que acaba de ver (en especial esa crítica antiyanki al tema Afganistán tan fariseo y ridícula) y dentro de sus trampas la película funciona con cierto encanto, en especial gracias a unas interpretaciones competentes a cargo de Mickey Rourke (seguro que me arrepentiré algún día de lo dicho) y en especial, de una sensual y bellísima Keira Knightley, mezcla de niña bien y terremoto lascivo.
Hablar de la música de “Domino” se hace terriblemente complicado. A cargo del competente Harry Gregson-Williams, su ausencia de leitmotiv definidos, de progresión dramática, de significado real, hace harto complicado desmenuzarla con cierto sentido. El aberrante empleo de música a todo trapo, abusiva, sin descanso, apelando a formas propias del heavy, el tecno, lo electrónico, en una palabra, al ruido, en conjunción con la clara tendencia de Scott hacia el videoclip, me llevan lamentablemente a enjuiciar de patético tanto desenfreno, aunque en el otro lado de la balanza, no me cabe duda que es lo que requiere este desquiciante filme. Uno recuerda los peores momentos de “Black Hawk derribado” (menudo tostón película-música que algunos se empeñan en encumbrar) y de “Man on fire” (cuyo tema central toma prestado Scott para alguna que otra escena), donde la música crea ambientación pero cuyos bloques pueden intercambiarse sin por ello dañar su verdadero sentido. Multitud de temas sin desarrollo ni progresión que conviven con canciones al uso, con letras mas o menos implicadas con la acción. Solo en su último tercio, Gregson-Williams apuesta por regalarnos un mediocre tema para cuerdas que alcanza tono místico como acompañamiento a las escenas de la matanza final al ralentí (sirviendo también como tema para los créditos finales). Eso si, Harry se lo debió de pasar bien, pues gran parte de su equipo compositivo aparece acreditado en el apartado de las canciones: “Another soul” a cargo del propio Harry, “Alma muda” con la colaboración de la andorrana Meri Gavin y el guitarrista Heitor Pereira (éste contribuye también con “The barrio”) o “Real” compuesta a medias con Lisbeth Scott, aunque la voz corra a cargo de Macy Gray. Un score que se erige en icono de la modernidad. Un encargo sin orden ni concierto. Ya saben, esas cosas que uno hace para los amigos aunque no crea para nada en ellas.
Fecha de estreno: 21-Jul-2006
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| Silent Hill (Silent Hill) 2006 Danna, Jeff
Vaya carrera que llevamos en estos meses veraniegos. Avalada por el éxito en formato videojuego, “Silent Hill” es una coproducción francesa-canadiense-japonesa dirigida por el inoperante y atmosférico Christopher Gans (¿recuerdan esos espantos llamados “Crying Freeman” y “El pacto de los lobos”?). La película se constituye en un híbrido de terror psicológico europeo y fantástico japonés. Consecuencia: pura forma en detrimento del fondo. Y a pesar de que el fondo no fuera precisamente interesante, la tendencia actual de directores preocupados mas por creerse artistas que contadores de historias, nos abocan a un simple callejón sin salida: ¿contenidos o aspectos formales?. Sin ser exclusivistas, el cine permite que ambas formas de expresión convivan con buenos resultados. Sin embargo, el problema es que muchos realizadores olvidan la trama para centrarse en un abuso estético a costa de reivindicar la obra como exclusivamente suya. Afán de notoriedad. Si ya en “Domino” acusábamos a Scott de una estética pedante, aunque la historia no dejaba de tener su gracia, “Silent Hill” es sinónimo de estupidez impostora e inútil. Un supino aburrimiento que cree que el terror depende de lo forzado de un encuadre, de lo oscura que sea una escena, de la hemoglobina gratuita que contenga, de los efectos de postproducción mas avanzados o de personajes enigmáticos que campen a sus anchas sin el mas mínimo rigor. La historia: una madre preocupada porque su hija parece abducida por una extraña fuerza decide llevarla a un pueblo fantasma, que su hija no para de nombrar, donde intentará resolver el enigma. No les hago perder mas tiempo.
Si “Silent hill” es una película horrorosa, su banda sonora no le va a la zaga. Al pobre de Jeff Danna le toca bailar con la mas fea (el score para el videojuego, compuesto por Akira Yamaoka), limitándose a adaptar las melodías (sic) perpetradas en el precedente. Un tema principal para piano y sintetizadores que apela a la inocencia perdida de las niñas (Sharon-Alissa) es el único bagaje melódico de todo el trabajo. Frente a esto, el score se mueve entre sonoridades opresivas entregadas a la electrónica, ya adquieran formas de new age minimalista o de machacones golpes de efecto percusivos tremendamente rudimentarios. Ecos, reverberaciones, distorsiones de sonido, todo vale para ambientar la oscuridad y sus miedos. Nada progresa, ninguna línea melódica sugiere emociones que contribuyan a desarrollar internamente la trama. Ruido disfrazado de vanguardismo inútil que adquiere formas aberrantes en la escena en la que la madre busca desesperadamente a la hija en el subsuelo del pueblo, justo donde la película gira descaradamente hacia el terror. Poco puede hacer Danna (no olvidemos fantásticos trabajos suyos como “The gospel of John” o “Green Dragon” junto a su hermano Mychael) para evitar el desastre. Gans, como cabeza visible de la cinta, es el principal responsable del desaguisado. Ahora mismo, se necesitan menos artistas y mas cineastas. Pseudo-creadores que condenan al músico a una labor de mero funcionariado, garante de generar ambientación a su único servicio, sin otorgarles una mínima capacidad para moldear el aspecto psicológico del personaje, lo que no se ve. Al fin y al cabo, la labor del músico…….desde que el cine es cine.
Fecha de estreno: 28-Jul-2006
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| Nacho Libre (Super Nacho) 2006 Elfman, Danny
Hace dos años se estrenaba un pequeño filme de medio millón de dólares de presupuesto (y diez millones gastados en publicidad, no lo olvidemos) que llamó la atención de la crítica americana y se alzó con galardones en el Festival de Sundance o en los Premios del Cine Independiente (Spirit Awards). Bajo la dirección de Jared Hess, en asociación con su esposa con la que compartía créditos en el guión (Jerusha Hess), “Napoleon Dynamite” nos hablaba de personajes desubicados que no encajaban en los parámetros sociales y de comportamiento. Ahondando en la misma temática, la pareja repite en este “Nacho Libre” (traducida por estos lares como “Super Nacho”) donde Ignacio (el siempre histriónico Jack Black), se debate entre su pasión por la lucha libre y sus quehaceres en una pequeña misión donde cocina para los huérfanos. La llegada de una bella monja, Encarnación, remueve la testosterona de un individuo que en el nombre de Dios intentará encontrar su lugar en el mundo y la manera de sustentar a sus afligidos chavales. Una pía labor que se conecta a la propia situación personal de los Hess, integrantes de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días (vamos, que son mormones). Sin duda, el apelativo al que uno puede recurrir para calificar este filme es al de “surrealismo”. Una comedia que bordea lo grotesco pero sin excesiva gracia, que transita la denuncia social sin implicarse en ella, que rodea lo zafio sin importarle el resultado, pero que trata con cariño a sus personajes, marionetas del destino que asentados en el puro frikismo luchan con coraje y epicismo contra las adversidades. Un filme poco digerible que peca de indolencia, pero que tiene su gracia precisamente por su nada disimulado disfraz de producto irreverente y subversivo. Broma macabra que se disfruta o se detesta.
En el apartado musical, “Nacho libre” ha sido una constante fuente de conflictos. Producto mayoritariamente anclado en canciones retro mejicanas, que respira kitsch por sus cuatro costados, su score en un primer momento fue encargado al cantante Beck, que ya hiciera sus pinitos para el celuloide versionando canciones como el “Diamond dogs” de David Bowie para “Moulin Rouge”. En fase de postproducción, Beck acabó fuera de la película, ingresando para dar forma al heterodoxo conglomerado musical el compositor Danny Elfman. Sea como fuere, el propio Elfman salió muy escaldado de la producción negándose incluso a figurar en créditos. Un trato poco profesional de la Paramount hacia él, además de cortes y cambios de su música en determinadas escenas, han provocado que finalmente nadie figure claramente como responsable musical de la partitura. Ello no obsta para que todo ese conglomerado musical acabe funcionando coherentemente en el filme, que cuenta finalmente con canciones, temas e ideas de Beck y score de Elfman. Entre las primeras, que porqué no decirlo cumplen magníficamente su función al no estar exentas de cierta comicidad, destaca el “Real religious man” de Mr.Loco, tema que emerge en los créditos y que es versionado en momentos importantes de la cinta, bien reflejando el carácter rebelde de su protagonista al asumir su decisión de convertirse en luchador, bien al presentarse como himno de la victoria en su triunfo final sobre Ramses. El score de Elfman cumple una función mucho mas sutil. Un trabajo que emerge en breves pinceladas donde apela a la comicidad con apuntes folklóricos (recordando los filmes para Pee-Wee, incluyendo homenajes a Rota) acudiendo a la guitarra o la armónica, como en la presentación de los luchadores o para definir su tierna y casta relación con Encarnación (no por falta de ganas). Elfman recurre en contadas ocasiones a la gran masa orquestal y coros, siempre para enfatizar el lado épico y luchador del personaje: cuando aparece transfigurado por primera vez en Nacho o como preludio al combate definitivo. Dado el tono irreverente de la cinta, el propio Elfman se contagia de cierto sarcasmo en el uso de flautas indias y coros litúrgicos con la escena en la que Nacho asciende un escarpado acantilado para engullir un huevo de águila, siguiendo las instrucciones de un mago gitano que no es ni una cosa ni otra. Un buen trabajo, mas aún teniendo en cuenta las dificultades de la producción.
Se ha confirmado que Lakeshore Records editará el soundtrack el próximo 17 de Octubre. Se desconoce a día de hoy, la relación de pistas y la posible inclusión final de parte de la música realizada por el compositor de Los Angeles.
Fecha de estreno: 18-Ago-2006
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| La Noche de los Girasoles 2006 Levy, Krishna
Ópera prima de Jorge Sánchez Cabezudo, guionista y director de los premiados cortos “La gotera” y “Mustek”. Articulada sobre seis cuadros narrativos que se complementan, aportando diferentes puntos de vista según el personaje central de cada uno, este thriller de entorno rural se adentra en temas comunes al cine negro: la violencia sacada de los mas bajos instintos, la investigación criminal y la exposición a situaciones límite de personajes cotidianos, sacados de su entorno. Pero, al mismo tiempo “La noche de los girasoles” se acerca al drama de historias mínimas, a la soledad y el olvido, a la infelicidad de todos aquellos de desean vivir la vida del otro. Dos espeleólogos se adentran en una cueva de un paraje remoto rural. A la salida descubren que la chica que les espera fuera ha sido golpeada y violada. A partir de aquí se entrelazan hábilmente las vidas cruzadas de unos personajes que viven su drama rutinario y que confluyen en un elemento irracional: la muerte gratuita. Sin duda, Sánchez Cabezudo logra una trama que se sigue con vívido interés, sin tiempos muertos, donde todas las subtramas adquieren sentido a medida que la narración avanza. Un rompecabezas inteligente y por momentos sutil que descansa en sólidas interpretaciones, en especial la de uno de los mejores secundarios de este país, Vicente Romero (el magistral Maquéa de la televisiva “Padre Coraje”), que da vida a un insatisfecho guardia civil apresado en la asfixia de un pueblo perdido, que muere en el olvido como sus desolados habitantes. Un filme valiente, sobre el que pesa una cierta sensación de deja vu argumental, al depender en exceso la resolución de la trama del azar o el destino.
El compositor francés Krishna Levy es el encargado del apartado musical de la película. Como en anteriores trabajos (me viene a la mente Le Dernier Trappeur), Levy hace soportar la trama sobre un tema único que se adapta y amolda a las circunstancias de la acción. La melodía emerge apesadumbrada, con los títulos de crédito iniciales, apoyada en el chelo, obteniendo rendiciones sucesivas donde progresa o empequeñece alrededor de la cuerda y las maderas. Una música propia del thriller que se ajusta a la necesidad del director de otorgar coherencia al conjunto de cuadros narrativos. A través de la música, el compositor enlaza las diferentes subtramas en beneficio del argumento principal, aquel que desencadena los fatales acontecimientos, conectando el drama a la crónica negra, elemento que sirve de nexo de unión para convertir todas las historias en una sola. Hábil solución, donde Levy se muestra elegante en la forma, discreto en el contenido.
Fecha de estreno: 25-Ago-2006
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| Miami Vice (Corrupción en Miami) 2006 Murphy, John
Como productor de la vieja serie, parecía inevitable que el esteta de la modernidad Michael Mann recuperara en un momento u otro, dos personajes afines a su universo de bajos fondos y testosterona galopante: Sonny Crocket y Ricardo Tubbs, los protagonistas de la legendaria (por éxito no tanto por resultados) “Corrupción en Miami”. Cine policial con la vieja historia de siempre: topos, policías infiltrados que pagan su peaje afectivo, sempiterna violencia. Interesado en ese mundo de azules metálicos, Mann se enfrenta a un capítulo de la serie televisiva sin profundizar o dar a conocer sus personajes a las jóvenes audiencias. Como en la serie, hay lanchas, lujo y corrupción, pero Miami apenas se vislumbra entre las siluetas de nocturnos edificios. Los personajes son meras excusas para un Mann empeñado en dar una nueva vuelta de tuerca gratuita y vacía a su particular mundo descarnado. En este apartado sorprende la preponderancia del personaje interpretado por Colin Farrell frente a la actitud de mera comparsa de Jamie Foxx, desdibujados frente al verdadero interés de Mann por ofrecernos (por enésima vez) una estética cuidada, una impecable fotografía de satinados colores y una perfecta planificación de tiroteos y subtramas de suspense. Un deshumanizado cineasta tan cargante como hueco, a pesar de su vano intento de vivir la trama en primera persona a lomos de su vacilante cámara en mano. En fin, que quieren que les cuente: un cine con muchos adeptos entre los que no se encuentra el que suscribe, empeñado en lapidar a todos aquellos directores preocupados por la forma desechando el contenido, interesados en como contar una historia sin preocuparse por tener una que contar.
Debido a esa incesante preocupación por el envoltorio, el cine de Mann nunca ha tenido una parcela musical preocupada por reflejar emociones mas allá de las puramente ambientales. La música en las películas de Mann forman un heterogéneo baúl de refritos donde la presencia de canciones acompañan las nocturnas incursiones de sus ajados protagonistas. Noches sin glamour, iluminadas por la mano del hombre, donde la luna no es testigo de una encarnizada lucha entre la vida y la muerte. Un sonido industrializado que supo reflejar Elliot Goldenthal con un sutil juego de engaños (“Heat”), del que desistieron Newton Howard y Antonio Pinto (“Collateral”). En esta ocasión, John Murphy naufraga sin remisión, perdido en un electrizante muestrario de loops, ritmos percusivos y vacíos acordes electrónicos que generan misterio o urgencia. Acoplado entre canciones puramente discotequeras, universo por el que se mueven los dos policías y su mundo de corrupción, Murphy se pone al servicio de la mas pura funcionalidad, acompañando sin subrayar, generando ambientes opresivos que no aportan información alguna. Con una presencia importante (en minutos de metraje), su música es ruido sin disfraz de trascendencia, una marioneta mas en las manos de Mann. Puede que funcione pero no deja de ser música corrupta.
Fecha de estreno: 08-Sep-2006
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| The Wind That Shakes the Barley (El Viento que Agita la Cebada) 2006 Fenton, George
Ken Loach se alzó con la Palma de Oro del Festival de Cannes este año, con este sugerente título que apela a la historia de Irlanda y su búsqueda de la independencia respecto de Inglaterra. Corre el año 1920 y el pueblo irlandés se alza contra la opresión del ejército inglés. Es el tiempo de Michael Collins y la división de Irlanda en dos fronteras, la protestante del Norte y la católica del Sur. Loach se centra en ofrecernos un caleidoscopio de la realidad de aquel tiempo, delimitado por unas gentes corrientes que toman conciencia de la necesidad de afrontar la lucha contra el invasor. Su mirada recae en un pequeño pueblo donde todos sus habitantes se conocen y donde tendrá lugar una verdadera guerra de guerrillas. Pero ésta acabará siendo una guerra de ideales, superado el conflicto de los países en contienda, una guerra civil que enfrenta a dos hermanos con opiniones muy diferentes respecto a las concesiones realizadas a los ingleses, llegado el armisticio. Como ya hiciera en “Tierra y libertad”, Loach toma como excusa la confrontación para detener su mirada en los combatientes, convirtiendo un conflicto generalizado en una reflexión personalizada de las consecuencias del mismo. Uno no acaba de entender como “El viento que agita la cebada” se llevó el premio gordo en Cannes. Loach naufraga en la presentación del conflicto, al aportar una visión demasiado partidista. Los ingleses son insoportablemente odiosos, mientras los irlandeses se presentan, torpemente, como defensores de la dignidad humana. Los personajes deambulan por pantalla como almas en pena. Los enfrentamientos emergen mal planificados, una guerra sucia que Loach, indolente, atisba de soslayo. Únicamente, superado el conflicto generalista, el director británico remonta el vuelo del filme al centrarse en la lucha de los hermanos, en contarnos esas historias personales donde siempre ha sacado lo mejor de su cine. La película, entonces, ofrece momentos emocionantes donde, ubicados sus personajes, arranca el verdadero conflicto. Lástima que Loach haya perdido en preparativos mas de las tres cuartas partes de su película, si exceptuamos la magnífica secuencia del traidor y el terrateniente. Cine irregular.
A pesar de tardar Loach cerca de una hora y media en ofrecernos el motor de su película, la música tiene reservado el papel de anticiparlo desde sus primeras notas. Nos encontramos ante un trabajo sumamente eficaz para los propósitos de Loach pero poco dado al lucimiento de George Fenton. La música de “El viento que agita la cebada” funciona en dos direcciones. La principal, sirve de elemento de contraste. La música se convierte en un discreto susurro que opera en segundo plano. Los instrumentos de viento retratan un paisaje desolador, buscando abiertamente distanciarse de la acción. Digamos, que lo que aporta Fenton es el germen de lo que Loach ofrece al final. La guerra no es épica, el paisaje se muestra desolador y desnudo, no hay vencedores ni vencidos, porque se trata de una guerra de todos contra todos. De ahí su tono desmedidamente afligido. Incluso, la victoria sobre los ingleses no tiene traducción musical. La segunda idea se asienta sobre percusiones a ritmo agitado. Una discreta forma de presentar a los ingleses, como reflejo de la opresión que ejercen. Hábilmente, Fenton anticipa la guerra civil al otorgar ese mismo tema a la resistencia cuando se libran de una muerte segura y huyen de su encarcelamiento. No busca contraponer ambas acciones, sino que deliberadamente nos enfrenta a la violencia. Demasiado sutil si tenemos en cuenta la fuerte bipolaridad presentada por Loach.
Fecha de estreno: 15-Sep-2006
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| The Break-Up (Separados) 2006 Brion, Jon
Llega a nuestras pantallas uno de los grandes éxitos veraniegos del mercado americano. Mas de 120 millones de dólares de recaudación. Con esos datos, me pregunto cómo van a dejar de hacerse las estúpidas comedias que nos llegan mas allá del charco. Puestos a pensar, se me ocurre participarles dos conjeturas: semana tras semana asistimos a un estreno de este género que visto lo visto, aporta interesantes beneficios a unas Productoras cada vez mas asfixiadas por el auge de la piratería. ¿Cómo van a dejar de hacerse?. Apuesta segura. La segunda y mas importante, ¿creen de verdad que estamos rodeados de mortales con el coeficiente intelectual de una vaca (no tengo nada contra los rumiantes), dispuestos a soltar dinero para que una y otra vez les cuenten las mismas mamarrachadas?. Si la media de edad de los espectadores que acuden al cine se ha fijado en 15 años, ¿porqué insistir con historias destinadas al público adulto, a las que se recubre de gags superficiales, en busca de una carcajada destinada a sujetos con un coeficiente intelectual de 30?. Conjeturas. Poco puede hablarse de un producto como “Separados”. Una pareja feliz que ve como tras una fuerte discusión su mundo en común se viene abajo, debido a la tozudez de ambos en no dar su brazo a torcer. Tampoco es que los consejos de sus amigos ayuden a normalizar la situación. Mucha verborrea. Gags surrealistas. Palabrotas. Felpudos rasurados (imaginados……haber si alguno se anima por estas palabras y quiere que sea yo el que le devuelva el dinero de la entrada). Secundarios estúpidos. En fin lo que les cuento una semana sí y otra también. ¿Qué tiene “Separados” que la haga diferente del resto?. Su desenlace. Consecuente con la trama. Un giro de 180º que convierte a una comedia rutinaria, en una comedia reflexiva. Una desvergüenza, el disfrazar un producto ligerito de cascos de algo diferente. Pero bueno, los resultados dan a entender que la gente ha picado el anzuelo.
Llegado el momento de hablarles de la música, la cosa se pone cuesta arriba. Indudablemente hablamos de una comedia americana. Por tanto, hay canciones y muchas. ¿Nexo común?. ¡Vamos hombre!. Dejémoslo en que hay canciones. Las hay diegéticas, ambientales, baladas para aportar emoción, cañeras para acompañar la adrenalina disparada de los protagonistas…. Lo de siempre. El principal ingrediente que me llamaba la atención de este “Separados” era reencontrarme con Jon Brion, uno de los nombres mas interesantes del panorama actual, gracias a su particular universo recreado en comedias llamadas, como dice un amigo mío, existencialistas. Un compositor que me sorprendió con su minimalismo apesadumbrado en “Magnolia”, que aportaba un plus vital en esa inclasificable “Eternal sunshine of the spotless mind” o que revolucionaba el concepto musical de la comedia con su magnífica “Punch drunk love”. Un músico que agita en su coctelera ideas propias de los 70 con una instrumentación exótica y una sucesión de acordes muy particulares. Lamentablemente, “The break-up” no es una comedia “existencialista”. Ni mucho menos. Así que su música ni luce ni se muestra. Una sucesión de brevísimos cortes que se aplican aquí y allí sin sentido, cuya duración alcanza en el mejor de los casos los 30 segundos. Me temo que al bueno de Brion le han dado gato por liebre. Cuando la película gira sobre la comedia, se limita a utilizar breves acordes a la guitarra o algún que otro pizzicato, mientras la música sospechosamente baja su sonido hasta perderse. En la escena del “Kojak” aplica un tema setentero que ni siquiera aporta sensualidad a la escena. Es sólo al final, cuando su composición se muestra afligida y triste, acompañando la ruptura de los protagonistas, que asistimos al Brion en estado puro, sin alardes pero eficaz. Se hace difícil saber la contribución real del músico, pero su aplicación a la imagen es innecesaria y supeditada en todo momento a las canciones. Un paso atrás.
Fecha de estreno: 15-Sep-2006
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